Dictadura política de las emociones
"El pensamiento débil es una forma de anarquía no sangrante" (Gianni Vattimo)
España es un extraordinario laboratorio en prácticas para Occidente, por su diversidad territorial y por el apasionamiento en el que se abandona al debate de las ideas. Y lo ha sido seguramente siempre. Se dotó precozmente de una Constitución (1812), mudó de forma visceral su ropaje clerical en otro anti-clerical (Mendizábal), y fue escenario anticipado del combate entre los totalitarismos del siglo XX (Guerra Civil).
España es territorio-trinchera en la lucha de las ideas y en la aplicación de todo tipo de ingeniería social. España es occidente en supremo estado emocional.
En España se está produciendo un combate ideológico entre una posmodernidad mutada en Pos-verdad totalitaria, en materialismo emocional, donde las emociones aspiran a tener espacio y autoridad políticos, y un racionalismo democrático de perfil cartesiano, donde las emociones no ocupan más espacio que el privado y civil, y no tienen reconocimiento ni político ni jurídico.
Nuestra democracia es un sistema político racional donde los principios y valores superiores (en nuestra Constitución la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político), y no las emociones, tienen reconocimiento político y jurídico, porque son racionales y necesarios. Proporcionan dirección, sentido y autoridad moral a las instituciones.
Padecemos una crónica y grave crisis institucional que llevamos arrastrando desde que estalló la crisis económica, y que nos despertó bruscamente de un sin precedente éxtasis de opulencia consumista, que atrajo además a millones de extranjeros que se instalaron en nuestro país y lo revolucionaron demográficamente.
Esa crisis económica que con mayor o menor éxito ha podido ser paliada pero no erradicada por parte de los Estados, ha desencadenado a modo de reacción, populismos y totalitarismos dormidos. Existen graves contrastes de relación no pacífica. Contrastes entre civilizaciones (inmigración y terrorismo), entre generaciones (envejecimiento creciente y exaltación de la juventud), entre clases sociales (empobrecimiento de la clase media), y entre posicionamientos ideológicos (resurgen los totalitarismos).
--Es en esta última realidad, la de las ideas, en la que quiero centrar mi análisis. Occidente ha asistido especialmente desde la caída del muro de Berlín, aunque ya desde mayo del 68 se anticipaba este proceso, al auge de la posmodernidad que sigue definiendo el patrón mental de buena parte de nuestra cultura. La posmodernidad es una filosofía fragmentadora de todo tipo de certezas culturales. Está sustentada tanto en un Humanismo como en un Pensamiento Débiles, pero que tiene el mérito de haber elevado la dialéctica de las emociones a una categoría filosófica. Son pensadores eminentes: Lyotard, Derrida y Vattimo. Pero también posee reminiscencias del auto-referencialismo moral de Nietzsche y del idealismo emocional y estético de Krause.
Algunos hablan del declive de la posmodernidad a partir esencialmente del atentado de las torres gemelas de Nueva York. Este conflicto abre el debate sobre la necesidad de rescatar valores absolutos en Occidente, lo cual compromete la prevalencia cultural de la posmodernidad y su relativismo cultural. Resurge el fundamentalismo como exaltación de una única verdad, como reacción a la pluralidad de cosmovisiones o de singularismo radical de occidente.
Surgen así los populismos y recobran vitalidad los nacionalismos. Se ha dado una denominación a este fenómeno (Samuel Huntington), Pensamiento Fuerte.
Ambos fenómenos no coexisten pacíficamente, y un extraordinario ejemplo en Occidente, es España. El choque entre Pensamiento Fuerte y Débil es muy vivo, y un claro ejemplo de ello es lo que está ocurriendo en Cataluña.
El Pensamiento Débil o pensamiento Alicia como lo define Gustavo Bueno, se caracteriza por construirse sin sustento filosófico racional, y por dar una importancia extraordinaria a los contenidos emocionales de su relato. En política participa de lo que este filósofo llama Fundamentalismo Democrático, que es una fundamentación emocional y no racional del sistema democrático. Construcciones teóricas como soberanía popular, representación política, y sufragio o referéndum son elevadas a categoría moral. Sin embargo, instituciones tan democráticas como racionales como son sistema de contrapoderes, garantías procedimentales, autoridad legal y sometimiento a la Ley, son despreciadas por su carácter técnico y rigurosamente racional.
El Pensamiento Débil supone toda una imposición de las emociones en el espacio político, una Dictadura de las Emociones que se está extendiendo a todas las relaciones humanas y que se reviste de Eufemismos (Diálogo que en realidad es cesión) para mostrar una amabilidad de la que carece en realidad su mensaje. Esta amabilidad termina cuando su interlocutor no le da la razón y, acaba enervándose cuando frente a sus emociones se le esgrimen razones.
Porque en este Pensamiento “Débil” hay un directo rechazo a la dialéctica racional, hay chantaje emocional y por supuesto directa coacción al discrepante. Un fenómeno perfectamente explicable, el autoritarismo emocional, por el contexto de sociedad consumista, hedonista, pueril e individualista en el que vivimos.
Pese a su anti-dogmatismo, la Posmodernidad adolece de una llamativa contradicción interna. En el “no hay verdades absolutas”, existe ya una afirmación absoluta. En su anti-dogmatismo subyace un dogmatismo con pasado. Este Pensamiento Débil puede encuadrarse dentro del ANARQUISMO, eso sí, “no sangrante” como dice Vattimo.
El proceso gradual de erosión y corrosión de las instituciones, y el respeto a las leyes y a la autoridad legítima lo son, es un fenómeno que lleva años e incluso décadas practicándose en España y por partida doble, populismo y nacionalismo. Han fragmentado nuestros valores de cohesión comunitaria, han fracturado la convivencia social, y amenazan la estabilidad política y económica, así como solidaridad entre regiones que sustenta el Estado social.
Estos dos fenómenos, populismo y nacionalismo, si bien se expresan de manera “no sangrante” (manifestaciones, ocupaciones del espacio público, eslóganes efectistas, referéndums simbólicos porque son ilegales y sin garantías), son profundamente autoritarios.
Se produce una sutil PARADOJA, que los que se expresan de forma calculadora en los medios de comunicación como la parte débil del conflicto porque no poseen el control de las instituciones, poseen en la práctica el más fuerte de los dos pensamientos. Los que se expresan de forma reflexiva y racional, desde su autoridad legalmente conferida y cuyo ejercicio está sometido a la Ley, son en realidad la parte más débil del conflicto, pues en el actual contexto cultural, la racionalidad y el ejercicio de la autoridad están mal vistos.
En Occidente se está dando la siguiente paradoja. Que su más exitoso sistema político, la Democracia, que no olvidemos es una construcción perdurable por racional, está siendo atacada de forma desigual (EEUU, Reino Unido y España), por un organizado populismo que basa su propaganda y presión en el autoritarismo de las emociones.
Esta realidad nos permite descubrir que bajo la piel de cordero se puede ocultar un lobo, y bajo la piel de lobo, se esconde un cordero.
Con el “Anarquismo no sangrante”, se está produciendo un peligroso ataque a las instituciones democráticas, una corrosión de la tolerancia, que es otra construcción racional y debida entre distintos, y una erosión del que siempre debe ser un Pensamiento fuerte y vertebrador de la convivencia: las emociones no deben tomar el espacio político, pues toda decisión que afecte a la Res Pública ha de ser resultado de una deliberación comunitaria, contrastada y racional, cuya máxima expresión vinculante es la Ley.
Si viviésemos en un sistema político regido por las Emociones y no por las Leyes, ni el mismo Diablo podría sentirse seguro.