Qué pasa si no se ganan las elecciones en Cataluña
El problema que se plantea no es tanto éste sino por qué con tanta rapidez se han convocado las elecciones. Y creo que es porque la solución pre-pactada está detrás.
Podríamos pensar que con la actual ley electoral catalana que prima el voto rural (independentista) al urbano (unionista) y la vigente Constitución, se producirá ante un triunfo independentista, una situación de impasse, o sea, de parálisis que prolongaría el conflicto actual. Más de lo mismo, y con una insostenible tensión.
Y esto no lo quieren ni Rajoy, que tragó con las elecciones a cambio del apoyo del PSOE para aplicar el 155, ni la burguesía catalana.
Querríamos pensar que con estas variables (ley electoral pro independentista y vigencia de la Constitución) si se produce un triunfo del voto unionista porque haya una considerable abstención del voto tradicionalmente nacionalista (y creo que es eso lo que temen los independentistas) se podría llegar a encaminar la solución real para Cataluña, la cual pasa necesariamente por desmontar las estructuras de poder nacionalista (educación, comunicación y financiación), y supondría sacar a la luz toda la enorme corrupción del sistema autonómico nacionalista existente durante décadas. El futuro gobierno catalán en este caso debe ser nítidamente anti-nacionalista.
Y esto no lo quiere la burguesía catalana.
Y no sería descabellado pensar que un “ni para ti ni para mí” y a cambio, la ayuda al PP del PSOE, hubiese desembocado en una convocatoria precipitada de elecciones, que pudiera llevar a una coalición entre PSC-Podemos y ERC, porque después de las elecciones todo quedara en tablas, lo cual es bastante probable.
Así que el panorama no es fácil, o se gana (con una alta abstención nacionalista) o se pierde o se pacta.
Lo que más me inquieta de las elecciones del 21-D en las que hay que votar masivamente, es que se soslayen los verdaderos problemas existentes en Cataluña: el monopolio nacionalista de educación, información y financiación.
Y eso puede pasar o porque los unionistas pierdan las elecciones o porque haya tablas y se intente pactar, que es lo que intentarán siguiendo el guión de Roures, PSC-Podemos-ERC.
Este último escenario es el que desencadenaría una situación de inestabilidad también para el gobierno central el cual se vería presionado a iniciar una Reforma de la Constitución pero en el sentido de lo pactado en Cataluña, es decir hacia el Federalismo republicano. En ese caso, la última batalla será en las elecciones nacionales pues la reforma de la Constitución obliga a ellas si se modifican cuestiones esenciales según el artículo 168 (soberanía nacional, monarquía y derechos y libertades fundamentales). O siendo no esenciales según el artículo 167 (blindaje autonómico) podríamos quedar excluidos de toda decisión si al menos un diez por ciento de los diputados (35) no piden un referéndum, un mal escenario.
Con lo que por lo que habremos salido a la calle, puesto la bandera y sacrificado un tiempo, energías y hasta relaciones, para conseguir nada o poco. Por no decir, que nuestro Rey quedaría vendido o desacreditado por nuestra mala clase política.
Sin embargo, aunque ellos impongan el escenario (elecciones y/o pacto), no controlan ni la calle ni la reacción popular. Quedamos la Nación española bajo el liderazgo de nuestro Rey, los pusilánimes de nuestro gobierno, y los de siempre, los que llevan décadas tratando de fragmentar la unidad de España, la Constitución de 1978, la Monarquía y nuestra respetuosa convivencia.
Compatriotas, sobre nosotros recae la defensa de la España constitucional, de la España real y de la España histórica. NI UN PASO DE LOS DE ARRIBA SIN CONTAR CON NOSOTROS O A COSTA NUESTRA.
Denunciemos toda manipulación informativa que pretenda hacernos pasar por el aro: aceptar lo inaceptable, el triunfo de los independentistas en las elecciones o el pacto en caso de tablas entre PSC-ERC y Podemos. A estos tres partidos hay que desacreditarlos desde todos los frentes.
Presionemos a nuestro gobierno y a los partidos unionistas, despertemos su inteligencia, alentemos a nuestras Fuerzas de Seguridad y establezcamos estrechos lazos y sin fisuras en la Nación española, cuerpo compacto y único sujeto político legítimo por soberano.
Nuestra guerra está en la opinión pública que debemos fijar desde abajo, desde las redes sociales y desde nuestra presencia visible en las calles de toda España.
España ni se pierde ni se negocia.
Podríamos pensar que con la actual ley electoral catalana que prima el voto rural (independentista) al urbano (unionista) y la vigente Constitución, se producirá ante un triunfo independentista, una situación de impasse, o sea, de parálisis que prolongaría el conflicto actual. Más de lo mismo, y con una insostenible tensión.
Y esto no lo quieren ni Rajoy, que tragó con las elecciones a cambio del apoyo del PSOE para aplicar el 155, ni la burguesía catalana.
Querríamos pensar que con estas variables (ley electoral pro independentista y vigencia de la Constitución) si se produce un triunfo del voto unionista porque haya una considerable abstención del voto tradicionalmente nacionalista (y creo que es eso lo que temen los independentistas) se podría llegar a encaminar la solución real para Cataluña, la cual pasa necesariamente por desmontar las estructuras de poder nacionalista (educación, comunicación y financiación), y supondría sacar a la luz toda la enorme corrupción del sistema autonómico nacionalista existente durante décadas. El futuro gobierno catalán en este caso debe ser nítidamente anti-nacionalista.
Y esto no lo quiere la burguesía catalana.
Y no sería descabellado pensar que un “ni para ti ni para mí” y a cambio, la ayuda al PP del PSOE, hubiese desembocado en una convocatoria precipitada de elecciones, que pudiera llevar a una coalición entre PSC-Podemos y ERC, porque después de las elecciones todo quedara en tablas, lo cual es bastante probable.
Así que el panorama no es fácil, o se gana (con una alta abstención nacionalista) o se pierde o se pacta.
Lo que más me inquieta de las elecciones del 21-D en las que hay que votar masivamente, es que se soslayen los verdaderos problemas existentes en Cataluña: el monopolio nacionalista de educación, información y financiación.
Y eso puede pasar o porque los unionistas pierdan las elecciones o porque haya tablas y se intente pactar, que es lo que intentarán siguiendo el guión de Roures, PSC-Podemos-ERC.
Este último escenario es el que desencadenaría una situación de inestabilidad también para el gobierno central el cual se vería presionado a iniciar una Reforma de la Constitución pero en el sentido de lo pactado en Cataluña, es decir hacia el Federalismo republicano. En ese caso, la última batalla será en las elecciones nacionales pues la reforma de la Constitución obliga a ellas si se modifican cuestiones esenciales según el artículo 168 (soberanía nacional, monarquía y derechos y libertades fundamentales). O siendo no esenciales según el artículo 167 (blindaje autonómico) podríamos quedar excluidos de toda decisión si al menos un diez por ciento de los diputados (35) no piden un referéndum, un mal escenario.
Con lo que por lo que habremos salido a la calle, puesto la bandera y sacrificado un tiempo, energías y hasta relaciones, para conseguir nada o poco. Por no decir, que nuestro Rey quedaría vendido o desacreditado por nuestra mala clase política.
Sin embargo, aunque ellos impongan el escenario (elecciones y/o pacto), no controlan ni la calle ni la reacción popular. Quedamos la Nación española bajo el liderazgo de nuestro Rey, los pusilánimes de nuestro gobierno, y los de siempre, los que llevan décadas tratando de fragmentar la unidad de España, la Constitución de 1978, la Monarquía y nuestra respetuosa convivencia.
Compatriotas, sobre nosotros recae la defensa de la España constitucional, de la España real y de la España histórica. NI UN PASO DE LOS DE ARRIBA SIN CONTAR CON NOSOTROS O A COSTA NUESTRA.
Denunciemos toda manipulación informativa que pretenda hacernos pasar por el aro: aceptar lo inaceptable, el triunfo de los independentistas en las elecciones o el pacto en caso de tablas entre PSC-ERC y Podemos. A estos tres partidos hay que desacreditarlos desde todos los frentes.
Presionemos a nuestro gobierno y a los partidos unionistas, despertemos su inteligencia, alentemos a nuestras Fuerzas de Seguridad y establezcamos estrechos lazos y sin fisuras en la Nación española, cuerpo compacto y único sujeto político legítimo por soberano.
Nuestra guerra está en la opinión pública que debemos fijar desde abajo, desde las redes sociales y desde nuestra presencia visible en las calles de toda España.
España ni se pierde ni se negocia.