Francisco reivindica el poder de la oración frente a la angustia y el dolor "No estamos solos, incluso en los momentos feos, hemos sido 'rezados' por Jesús"
"Jesús no fue un filántropo que se hizo cargo de los sufrimientos y de las enfermedades humanas: fue y es mucho más. En Él no hay solamente bondad: está la salvación, y no una salvación episódica – la que me salva de una enfermedad o de un momento de desánimo – sino la salvación total, la mesiánica, la que hace esperar en la victoria definitiva de la vida sobre la muerte"
"En la cruz Jesús es el intercesor absoluto: reza por los otros, por todos, también por aquellos que lo condenan, sin que nadie, excepto un pobre malhechor, se ponga de su lado"
"La mirada de Jesús no cae solo sobre los discípulos sus comensales, sino que nos mira también a todos nosotros, como si quisiera decir a cada uno: 'He rezado por ti, en la Última Cena y en el madero de la Cruz'"
"La mirada de Jesús no cae solo sobre los discípulos sus comensales, sino que nos mira también a todos nosotros, como si quisiera decir a cada uno: 'He rezado por ti, en la Última Cena y en el madero de la Cruz'"
"La oración de Jesús es intensa, es única. Es el modelo de nuestra oración". El Papa Francisco recordó los tres grandes momentos de oración de Jesús, que "ha rezado por todos nosotros, por cada uno de nosotros. Jesús, en la cruz, ha rezado por mí", durante la audiencia general de los miércoles, afortunadamente cada vez con más público, en el patio de San Dámaso, ante un sol de justicia. "Jesús reza también con este sol", bromeó Bergoglio.
"Jesús reza en las horas decisivas de la pasión y de la muerte. Con la resurrección el Padre responderá a su oración. Jesús reza también de forma muy humana, desplegando la angustia de su corazón. Reza sin renunciar nunca a la confianza en Dios Padre", explicó en la audiencia de este miércoles. "Nunca estamos solos, la oración de Jesús está siempre con nosotros".
Todo ha sido ofrecido por nosotros
"Hemos sido rezados por Jesús, no lo olvidemos, también en los momentos más feos", improvisó Bergoglio. "hemos sido queridos en Cristo Jesús". "Ya somos acogidos en el diálogo de Jesús con el Padre, en la comunión del Espíritu Santo. Hemos sido queridos en Cristo Jesús, y también en la hora de la pasión, muerte y resurrección todo ha sido ofrecido por nosotros".
Y es que, explicó el Papa, "la oración es una de las características más evidentes de la vida de Jesús", que "se sumerge en ella", especialmente en los momentos de pasión y muerte. "Esas últimas horas vividas por Jesús en Jerusalén son el corazón del Evangelio no solo porque a esta narración los evangelistas reservan, en proporción, un espacio mayor, sino también porque el evento de la muerte y resurrección –como un rayo – arroja luz sobre todo el resto de la historia de Jesús".
Porque Jesús "no fue un filántropo que se hizo cargo de los sufrimientos y de las enfermedades humanas: fue y es mucho más. En Él no hay solamente bondad: está la salvación, y no una salvación episódica – la que me salva de una enfermedad o de un momento de desánimo – sino la salvación total, la mesiánica, la que hace esperar en la victoria definitiva de la vida sobre la muerte".
Angustia mortal y silencio de Dios
Así, repasó Francisco, Jesús "reza de forma dramática en el huerto del Getsemaní, asaltado por una angustia mortal"; "Jesús reza también en la cruz, envuelto en tinieblas por el silencio de Dios". Esta es "la oración más audaz, porque en la cruz Jesús es el intercesor absoluto: reza por los otros, por todos, también por aquellos que lo condenan, sin que nadie, excepto un pobre malhechor, se ponga de su lado".
En medio del drama, "en el dolor atroz del alma y del cuerpo, Jesús reza con las palabras de los salmos; con los pobres del mundo, especialmente con los olvidados por todos". "Con la resurrección el Padre responderá a su oración. Jesús reza también de forma muy humana, desplegando la angustia de su corazón. Reza sin renunciar nunca a la confianza en Dios Padre".
Jesús también reza, junto a sus discípulos, en la Última Cena, cuando "las paredes del Cenáculo se extienden para abrazar al mundo entero; y la mirada de Jesús no cae solo sobre los discípulos sus comensales, sino que nos mira también a todos nosotros, como si quisiera decir a cada uno: 'He rezado por ti, en la Última Cena y en el madero de la Cruz'". Porque, recordó, "incluso en el más doloroso de nuestros sufrimientos, nunca estamos solos".
Etiquetas