"Resucitemos a Jesús, el Viviente, de los sepulcros donde lo hemos metido" Francisco, postrado por el dolor en la rodilla, renuncia a presidir la Vigilia Pascual
Bergoglio no estuvo presente en la bendición del fuego ni en la posterior procesión del cirio pascual. Tampoco dirigió el 'Exulte' o Pregón Pascual, ni las liturgias de la palabra, presididas por el cardenal Re, decano del Colegio cardenalicio, y que siguió sentado frente al altar, pero sí quiso pronunciar la homilía
Francisco al final de su homilía se dirigió al alcalde de la ciudad ucraniana Melitópol, Iván Fiódorov, quien fue secuestrado al inicio de la guerra por el Ejercito ruso, y a tres parlamentarios del país, María Mézentseva, Olena Khomenko y Rustem Umérov, que estuvieron presentes en la ceremonia, y se refirió "a la oscuridad" que están viviendo
"No podemos celebrar la Pascua si seguimos quedándonos en la muerte; si permanecemos prisioneros del pasado; si en la vida no tenemos la valentía de dejarnos perdonar por Dios, de cambiar, de terminar con las obras del mal, de decidirnos por Jesús y por su amor; si reducimos la fe a un amuleto"
"Resucitemos a Jesús, el Viviente, de los sepulcros donde lo hemos metido, liberémoslo de las formalidades donde a menudo lo hemos encerrado (...). Llevémoslo a la vida cotidiana: con gestos de paz en este tiempo marcado por los horrores de la guerra; con obras de reconciliación en las relaciones rotas y de compasión hacia los necesitados; con acciones de justicia en medio de las desigualdades y de verdad en medio de las mentiras. Y, sobre todo, con obras de amor y de fraternidad"
"¡Qué hermosa es una Iglesia que corre de esta manera por los caminos del mundo! Sin miedos, sin estrategias ni oportunismos; sólo con el deseo de llevar a todos la alegría del Evangelio"
"No podemos celebrar la Pascua si seguimos quedándonos en la muerte; si permanecemos prisioneros del pasado; si en la vida no tenemos la valentía de dejarnos perdonar por Dios, de cambiar, de terminar con las obras del mal, de decidirnos por Jesús y por su amor; si reducimos la fe a un amuleto"
"Resucitemos a Jesús, el Viviente, de los sepulcros donde lo hemos metido, liberémoslo de las formalidades donde a menudo lo hemos encerrado (...). Llevémoslo a la vida cotidiana: con gestos de paz en este tiempo marcado por los horrores de la guerra; con obras de reconciliación en las relaciones rotas y de compasión hacia los necesitados; con acciones de justicia en medio de las desigualdades y de verdad en medio de las mentiras. Y, sobre todo, con obras de amor y de fraternidad"
"¡Qué hermosa es una Iglesia que corre de esta manera por los caminos del mundo! Sin miedos, sin estrategias ni oportunismos; sólo con el deseo de llevar a todos la alegría del Evangelio"
"¡Qué hermosa es una Iglesia que corre de esta manera por los caminos del mundo! Sin miedos, sin estrategias ni oportunismos; sólo con el deseo de llevar a todos la alegría del Evangelio"
Francisco está agotado, dolorido. Le cuesta caminar, y los actos de la Semana Santa son, sin lugar a dudas, duros para un Papa de 84 años, con la rodilla destrozada. Bergoglio, que ya no pudo postrarse en el suelo de la basílica el Viernes Santo, y que se mostró con mucho dolor a lo largo del Via Crucis, no pudo presidir la Vigilia Pascual, y dejó que fuera el decano del colegio cardenalicio, cardenal Re, quien dirigiera la solemne ceremonia, cargada de símbolos, que marca el camino de las sombras a la luz, de la muerte de Jesús a su Resurrección.
Bergoglio no puede permanecer mucho tiempo de pie, y ésta era una de las ceremonias más exigentes en este sentido. Por ello, el Papa no estuvo presente en la bendición del fuego ni en la posterior procesión del cirio pascual. Tampoco dirigió el 'Exulte' o Pregón Pascual, ni las liturgias de la palabra o bautismal, durante la que se administraron los Sacramentos de la iniciación cristiana a 7 neófitos procedentes de Italia, Estados Unidos de América, Albania y Cuba.
"Las mujeres ven, escuchan, anuncian"
Francisco no presidió la ceremonia, pero sí quiso estar presente frente al altar de la Confesión, y aunque no participó de la primera parte de la liturgia, sí que estuvo de pie durante la lectura del Evangelio, y pronunció una sentida homilía, en la que evocó la importancia de las mujeres en la noche de la Resurrección. "Las mujeres ven, escuchan, anuncian", clamó el Papa, quien incidió en que "las noches de la guerra están surcadas por luminosas estelas de muerte".
"En esta noche, hermanos y hermanas, dejémonos tomar de la mano por las mujeres del Evangelio, para descubrir con ellas la manifestación de la luz de Dios que brilla en las tinieblas del mundo", apuntó el Papa, en una clara referencia a la guerra en Ucrania.
En primer lugar, "las mujeres ven", porque el anuncio de la Resurrección "no se presenta como una fórmula que hay que comprender, sino como un signo que hay que contemplar". "La Pascua, por tanto, empieza cambiando nuestros esquemas. Llega con el don de una esperanza sorprendente. Pero no es fácil acogerla", explicó. Tanto que, a veces, "esta esperanza no encuentra espacio en nuestro corazón", y surgen preguntas e incertidumbres.
"Con mucha frecuencia, miramos la vida y la realidad sin levantar los ojos del suelo; sólo enfocamos el hoy que pasa, sentimos desilusión por el futuro y nos encerramos en nuestras necesidades, nos acomodamos en la cárcel de la apatía, mientras seguimos lamentándonos y pensando que las cosas no cambiarán nunca. Y así permanecemos inmóviles ante la tumba de la resignación y del fatalismo, y sepultamos la alegría de vivir", lamentó el Papa, quien recordó que "esta noche el Señor quiere darnos unos ojos diferentes, encendidos por la esperanza de saber que el miedo, el dolor y la muerte no tendrán la última palabra sobre nosotros".
"Es verdad que puede atemorizarnos y paralizarnos, ¡pero el Señor ha resucitado! Levantemos la mirada, quitemos de nuestros ojos el velo de la amargura y la tristeza, y abrámonos a la esperanza de Dios"
"Es verdad que puede atemorizarnos y paralizarnos, ¡pero el Señor ha resucitado! Levantemos la mirada, quitemos de nuestros ojos el velo de la amargura y la tristeza, y abrámonos a la esperanza de Dios", añadió.
"¡No está aquí!"
En segundo lugar, "las mujeres escuchan", a los ángeles que les informan que Jesús ha resucitado. "Nos hace bien escuchar y repetir estas palabras: ¡no está aquí! Cada vez que creemos saber todo sobre Dios, que lo podemos encasillar en nuestros esquemas, repitámonos a nosotros mismos: ¡no está aquí! Cuando lo buscamos sólo en la emoción pasajera o en el momento de la necesidad, para después hacerlo a un lado y olvidarnos de Él en las situaciones y en las decisiones concretas de cada día, repitámonos: ¡no está aquí! Y cuando pensamos que lo hemos aprisionado en nuestras palabras, fórmulas y costumbres, pero nos olvidamos de buscarlo en los rincones más oscuros de la vida, donde hay alguien que llora, lucha, sufre y espera, repitámonos: ¡no está aquí!".
“¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?”, preguntaron los ángeles. Y con ellos, el Papa. "No podemos celebrar la Pascua si seguimos quedándonos en la muerte; si permanecemos prisioneros del pasado; si en la vida no tenemos la valentía de dejarnos perdonar por Dios, de cambiar, de terminar con las obras del mal, de decidirnos por Jesús y por su amor; si reducimos la fe a un amuleto, haciendo de Dios un hermoso recuerdo de tiempos pasados, en lugar de descubrirlo como el Dios vivo que hoy quiere transformarnos a nosotros y al mundo".
Un cristianismo sin Pascua
"Un cristianismo que busca al Señor entre los vestigios del pasado y lo encierra en el sepulcro de la costumbre es un cristianismo sin Pascua", advirtió el Papa. "¡Pero el Señor ha resucitado! ¡No nos detengamos en torno a los sepulcros, sino vayamos a redescubrirlo a Él, el Viviente! Y no tengamos miedo de buscarlo también en el rostro de los hermanos, en la historia del que espera y del que sueña, en el dolor del que llora y sufre: ¡Dios está allí!".
"Un cristianismo que busca al Señor entre los vestigios del pasado y lo encierra en el sepulcro de la costumbre es un cristianismo sin Pascua"
Finalmente, "las mujeres anuncian". ¿Qué anuncian? "La alegría de la Resurrección", la victoria de Dios sobre el mal y sobre la muerte. "Es por eso que, después de haber visto y escuchado, las mujeres corrieron a anunciar la alegría de la Resurrección a los discípulos. Sabían que podían pensar que estaban locas, tanto es así que el Evangelio dice que sus palabras les parecieron «una locura», pero ellas no se preocuparon de su reputación ni de defender su imagen; no midieron sus sentimientos ni calcularon sus palabras".
Resucitemos al Jesús, el Viviente
"¡Qué hermosa es una Iglesia que corre de esta manera por los caminos del mundo! Sin miedos, sin estrategias ni oportunismos; sólo con el deseo de llevar a todos la alegría del Evangelio", clamó Francisco. Y es que "a esto somos llamados (...), a correr la piedra del sepulcro, donde con frecuencia hemos encerrado al Señor, para difundir su alegría en el mundo".
"Resucitemos a Jesús, el Viviente, de los sepulcros donde lo hemos metido, liberémoslo de las formalidades donde a menudo lo hemos encerrado. Despertémonos del sueño de la vida tranquila en la que a veces lo hemos acomodado, para que no moleste ni incomode más. Llevémoslo a la vida cotidiana: con gestos de paz en este tiempo marcado por los horrores de la guerra; con obras de reconciliación en las relaciones rotas y de compasión hacia los necesitados; con acciones de justicia en medio de las desigualdades y de verdad en medio de las mentiras. Y, sobre todo, con obras de amor y de fraternidad", pidió.
"Hermanos y hermanas, nuestra esperanza se llama Jesús", concluyó el Papa. "¡Celebremos la Pascua con Cristo! Él está vivo y también hoy pasa, transforma y libera. Con Él el mal no tiene más poder, el fracaso no puede impedir que empecemos de nuevo, la muerte se convierte en un paso para el inicio de una nueva vida. Porque con Jesús, el Resucitado, ninguna noche es infinita; y, aun en la oscuridad más densa, brilla la estrella de la mañana". Hasta cuando está revestida de dolor y enfermedad.
Francisco al final de su homilía se dirigió al alcalde de la ciudad ucraniana Melitópol, Iván Fiódorov, quien fue secuestrado al inicio de la guerra por el Ejercito ruso, y a tres parlamentarios del país, María Mézentseva, Olena Khomenko y Rustem Umérov, que estuvieron presentes en la ceremonia, y se refirió "a la oscuridad" que están viviendo.
"La oscuridad de la guerra y de la crueldad. Todos nosotros rezamos por vosotros, por esta noche, por todos los sufrimientos, y sólo podemos daros nuestra compañía y nuestra oración y daros ánimos", dijo Francisco, que añadió en ucraniano: "¡Dios ha resucitado!".
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