Entorno cósmico de las fiestas de navidad

También epifanía, de origen oriental como el mismo nombre indica, sustituyó a una fiesta pagana en honor del sol. Lo cual indica que la Iglesia, en ausencia de datos fidedignos para fijar la fecha o época del año en que nació Jesús, quiso establecer una coincidencia entre el culto solar y la celebración del nacimiento de Jesús, verdadera luz y verdadero sol de justicia, sol sin ocaso. Las afinidades simbólicas que brindaba la fiesta del Natalis ofrecieron un terreno abonado para que la Iglesia celebrara en su lugar el nacimiento de Cristo. Este fenómeno se realizó tanto en oriente como en occidente.

En la obra De Pascha computus, compuesta en el 243, se llega a la conclusión, después de un largo proceso de malabarismos simbólicos, de que Jesús nació el 28 de marzo, cuarto día después del equinoccio de primavera, que corresponde al cuarto día de la creación, cuando Dios creó el sol.
Hay, por otra parte, un testimonio muy importante de Epifanio de Salamina, recogido en su obra Panarion. Nos habla de la enorme afluencia de gente a la celebración de los misterios solares, tenida el día 6 de enero. La institución de la fiesta cristiana de Epifanía, llevada a cabo a finales del siglo III y a lo largo del IV en Alejandría y en las restantes Iglesias del Oriente, es un fenómeno análogo al ocurrido en Roma con la fiesta del 25 de diciembre. En ambos casos se trata, no de desmantelar o suprimir la fiesta pagana, sino de instituir la fiesta cristiana del nacimiento del Señor asumiendo y cristianizando los elementos válidos contenidos en la fiesta solar.

He aquí el testimonio de Epifanio: «Cristo nació el octavo día antes de los idus de enero, trece días después del solsticio de invierno, cuando la luz y la duración de los días comienzan a aumentar. Ese día, es decir, ocho días antes de las kalendas de enero, los griegos (los idólatras) celebran una fiesta que los romanos llaman saturnalia, los egipcios kronia, los alejandrinos kikellia. En efecto, el octavo día antes de las kalendas de enero significa una ruptura, ya que en ese día cae el solsticio y el día comienza de nuevo a alargarse, la luz del sol brilla durante más tiempo y se va haciendo más radiante hasta el octavo día antes de los idus de enero, es decir, hasta el día del nacimiento de Cristo».

A continuación describe el desarrollo de una fiesta misteriosa de carácter popular, celebrada en Alejandría en la noche del 5 al 6 de enero. En esa fiesta nocturna, en la que la Iglesia alejandrina celebraba el nacimiento del Señor, los paganos solemnizaban el nacimiento del dios Aion de la virgen Kore. Parece que Aion, lo mismo que Helios y Dióniso, son divinidades solares cuyo culto se extendió sorprendentemente durante el siglo III.

Dejando de lado una valoración histórica sobre los hechos relatados por Epifanio y sobre las sorprendentes analogías que presenta respecto al culto cristiano, lo importante, una vez más y dentro del marco de esta reflexión, es tomar buena nota de las referencias cósmico-religiosas que envuelven el origen de la epifanía. En el momento en que Epifanio sitúa los hechos, en Alejandría sólo se festejaba el 6 de enero la fiesta de epifanía para conmemorar el nacimiento del Señor.
Los testimonios podrían multiplicarse. Pero voy a limitarme a transcribir, antes de concluir este post, el testimonio de Cosme de Jerusalén, quien hacia el 740, comentando la oda pascual que Gregorio Nacianceno dedicara a Cristo-Sol, dice: «Desde tiempos antiguos los paganos celebraban esta fiesta cada año, llamando auxifotos (= crecimiento de la luz) al mismo día en que nació Cristo. A media noche daban comienzo a una celebración bajado al interior de un santuario, del que después salían gritando: ¡La virgen ha parido! ¡Ahora aumenta la luz! Epifanio, el gran obispo de Chipre, refiere que la misma fiesta era celebrada también por los sarracenos en honor de Afrodita...».

La fiesta pagana, de carácter solar, que se describe en el fragmento citado tiene lugar el 25 de diciembre. Como es fácil percibir, el texto de Cosme se inspira muy de cerca en el texto de Epifanio citado anteriormente. En el fondo, parece que se trata de la misma fiesta: el nacimiento de una deidad solar del seno de una virgen. El cambio de fechas se debe al desplazamiento de la fecha paleoegipcia del solsticio de invierno del 6 de enero al 25 de diciembre. En todo caso, es sorprendente constatar cómo ha perdurado en la conciencia cristiana el convencimiento de que las fiestas de navidad-epifanía nacieron en un entorno religioso estrechamente vinculado al astro solar y en conexión con el ritmo cósmico de la naturaleza.

Al final de este recorrido vuelvo a preguntar si las fiestas de navidad y epifanía son o no una fiesta de invierno. Los datos aportados aquí nos demuestran que la pregunta no es trivial, que tiene sentido. En este contexto la respuesta me parece clara. Hay que reconocer, sin titubeos, que navidad y epifanía se instituyen en el marco de unas fiestas de invierno en honor de Helios. Este hecho ofreció a la Iglesia la posibilidad de asumir y utilizar algunos elementos de carácter simbólico-cósmico. Pero estos elementos, utilizados por motivos pedagógicos, afectan más al lenguaje o a la expresión literaria que al contenido mismo de la fiesta. La Iglesia nunca celebró el nacimiento del sol, sino el nacimiento de Jesucristo, que, dentro de un lenguaje simbólico o figurado, es el verdadero sol de justicia. Los condicionamientos cósmicos constituyen la plataforma en que se sitúa la fiesta, pero nunca han constituido el contenido de la misma. Esto quiere decir que en países pertenecientes al hemisferio sur, donde la navidad se celebra en verano, la fiesta mantiene el mismo contenido cristiano. Más aún: lo que garantiza la identidad cristiana de estas fiestas no es el entorno cósmico, sino su contenido, es decir, la referencia al nacimiento del Señor. Suprimida esta referencia, la fiesta cristiana perdería su propia identidad.
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