Una historia para contar
Tanto la liberación del éxodo como el triunfo glorioso de Jesús son acontecimientos históricos, es decir, hechos que se sitúan en el tiempo y en el espacio. Se trata de acontecimientos fundantes, cargados de significado para la comunidad cristiana y para la comunidad de Israel. Son hechos paradigmáticos, puntos de referencia permanente a los que la comunidad debe remitirse siempre, periódicamente, una y otra vez, para regenerarse, para permanecer fiel a sus raíces y garantizar su propia identidad. De ahí la importancia que ha ido adquiriendo, en el entorno tanto de la comunidad de Israel como en el de la comunidad cristiana, la narración y el relato de los acontecimientos liberadores.
Esta observación que acabo de apuntar nos permite conectar con el comportamiento de las comunidades religiosas más arcaicas en las que el relato de los mitos es un elemento de extraordinaria importancia. Los mitos narran el comportamiento de los héroes fundadores de la tribu, acaecido in illo tempore, es decir en el origen de los tiempos, antes de la historia, en el tiempo mítico que, a juicio de los historiadores, tiene categoría de tiempo sagrado. Son comportamientos ejemplares, paradigmáticos, que señalan la regla de conducta que deberán observar los miembros de la comunidad. La narración del mito reviste formas de evocación actualizadora, de relato anamnético por el que los acontecimientos fundantes originales son conmemorados, renovados y actualizados en el tiempo histórico.
Tenemos aquí una clave de extraordinaria importancia para esbozar una interpretación teológica del hecho cristiano. Una interpretación de indudable calado antropológico. Pero, antes de nada, debo clarificar el sentido que estamos dando aquí a la palabra mito. No se trata de invenciones fantásticas sino hechos reales. Así lo entiende el mismo Mircea Eliade; cuando utiliza la expresión mito y la aplica a las realidades cristianas excluye, por supuesto, el modo vulgar de entender los mitos como fábulas, invenciones, ficciones o cuentos; por el contrario, él utiliza la expresión en el sentido en que lo hacen las sociedades arcaicas «en las que el mito designa, por el contrario, una historia verdadera, y lo que es más, una historia de inapreciable valor, porque es sagrada, ejemplar y significativa».
La liberación pascual, culminada en la pascua de Jesús, es el acontecimiento fundante, ejemplar y definitivo al que la comunidad cristiana deberá hacer referencia a lo largo de los siglos. Es el acontecimiento liberador único y total. A él hacen referencia los predicadores de la buena noticia y en él se concentra de lleno toda la fuerza de su mensaje. Ellos son los verdaderos testigos del acontecimientto.
Estas observaciones encuentran un apoyo importante en la nueva corriente de pensamiento llamada «Teología narrativa». Por otra parte, quizás convenga recordar aquí que la Iglesia nunca ha celebrado ideas o planteamientos teóricos. Quiero decir que el contenido de las celebraciones cristianas nunca ha estado centrado en elementos ideológicos, teóricos o abstractos, sino en hechos, en acontecimientos históricos: sobre todo en uno, en el acontecimiento pascual. Por ello, una de las derivaciones que podemos destacar es precisamente ésta: la notable importancia de la narración y del relato en el contexto de las celebraciones litúrgicas.