Perfil Dominical NO NO MATES! MÁS ALLÁ DE LA UTOPIA (Reformado) 24-II-2019
“Ámame ahora que soy negro, porque, cuando sea blanco, me amarán todos” (Dicho anónimo). En la eterna y disyuntiva dialéctica del amor y el odio, el amor da vida y el odio en cambio, muerte (cfr. J. ORTEGA Y GASSET. Estudios sobre el amor, ed. Revista de Occidente Madrid, 1854, II, pp. 30-31),
“He matado a mi propio hermano y se me ha revelado que todo el que mata a otro mata a su hermano” (Stefan ZWEIG, Los ojos del hermano eterno, Acantilado Barcelona, 2002). No va descaminado el personaje; y desde el mensaje de Jesús, menos aún.
+++
A los ingenuos –“listillos” o “intoxicados” quizá por el señuelo estupefaciente de una “tolerancia sin límites” o anestesiados por los arrobos de un “relativismo de la verdad” en función de primer enemigo de la misma… A estos “ingenuos” empeñados en proclamar que todas las religiones son iguales y que –a fuerza de confundir y confundirse- mezclan el respeto que merecen todas con la verdad mayor o menor de cada una de ellas, bastaría -este domingo- con pasarles por ojos –si permitieran que se les pasara algo a los efectos de mirar y ver- el evangelio de hoy. Con esto sólo -creo yo- sería suficiente para concluir racionalmente sobre la excepcional originalidad y, mejor quizás, envergadura sobre-humana del mensaje de Jesús. Las solas palabras del relato de san Lucas muerden.
“Os lo digo con total claridad y rotundidad: “Amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen; rogad por aquellos que os injurian. Al que te pegue en una mejilla preséntale la otra…?”
Alguna otra religión ¿tiene tamaño precepto en su discurso?
Se vislumbran tan cuesta arriba y, por lo mismo, tan sorprendentes los mandatos –no se quedan en ruegos ni consejos- que, a más de refregarse los ojos para cerciorarse de no padecer estrabismo u otro padecimiento impeditivo de una visión correcta, antes de abrirlos de nuevo, saltan como defensas inmediatas a la duda los interrogantes.
¿Utopía? ¿Irrealidad? ¿Romanticismo? ¿Fantasía, simulacro, ficción o cuento? ¿Teoría y propaganda? ¿Retórica?
Se me hace difícil encontrar otro “evangelio” tan significativo de la extremada originalidad y exigencia del mensaje de Jesús. Pero no lo encuentro absurdo, aunque sí dificultoso y arduo. Cierto que reclama valor y audacia como el propio Mensaje patenta sin necesidad de grandes razones. Pero no es imposible, ni absurdo, ni anti-humano o inhumano, sino específico de una religión que, en “el otro”, tiene una de las cimas de su presupuesto más radical y fundante como el “amor”. Que se aspire a llenar las medidas del amor no es negativo, sino todo lo contrario. Que cueste sonreír a quien da la bofetada no quiere decir que sea imposible sacar una sionrisa en tal circunstancia. De hecho, la Historia entera del Cristianismo ha sido –desde la Cruz de Jesús- permanente relato de morir perdonando al salvaje que crucifica o dispara; sin que ello quiera decir que haya de ser pusilánime una religión así, que es diferente.
Se ha de insistir. Alguna otra religión ¿tiene tamaño precepto en su discurso?
Pero hay otro perfil que este domingo incita tanto o más que el anterior al ser complemento del mismo. Me refiero al “No lo mates!; la tajante orden con que David, teniendo a la mano todas la bazas a su favor para desembarazarse de Saul que lo buscaba para matarlo, frena en seco la voluntad de Abisai, de atravesarlo con su propia lanza y acabar con el peligro.
Lo que realmente frena David –como la Iglesia inserta hoy en su relato bíblico y excluye por tanto de sus métodos - es –diríamos en este momento y circunstancia- la voz del dictador y del totalitario, del obseso por el poder, del que no repara en medios para llevar a término sus propios y personales fines, del narcisista para el que ni la conciencia ni la ética ponen coto a sus ansias de mandar -ejemplos de todo ello tenemos cerca y a mano en esta hora, sin tener que acudir a los Hitler, Stalin o Pol Pot no hace tanto tiempo pasados…. Y se sabe de sobra que “el más o el menos” modifican, pero no cambian la especie.
“¡No lo mates!” El amor es vida y está cerca de la vida. El odio mata y todas las pasiones del odio –hay bastantes- contribuyen a matar. Porque hay muchas maneras de matar, no lo olvidemos…..
En el vivir humano, la vida es –debiera ser- primera y última palabra y ninguna otra la puede sustituir con legitimidad por muy “progres” y modernas que fluyan las apariencias. Y el ir contra la vida humana -contra toda vida humana, porque hasta la que está en embrión lleva ese germen vital- no conoce otra palabra válida que la que suene a “vida”. Es la vida y no la muerte el único camino y registro de los auténticos “valores humanos”. Por ello, y dígase lo que se quiera, la eutanasia o el aborto ¿no son acaso maneras de matar? Y no digamos eso otro –en estos mismos días-, de quemar los alimentos, de impedir que lleguen a los desnutridos, de callarse para no enemistar al tirano, de un largo vertido de desmanes que pasan por “respuestas civilizadas” o por valerosas actitudes llamadas “de progreso”. ¿No son acaso otros modos y otras formas de matar? Que no hace falta reducir el “matar la vida” a pensar en hornos crematorios, en hospitales psiquiátricos, ni en fusilamientos junto a las tapias de un cementerio.
La curiosa “selectividad” de quienes ven asesinato en unos casos y, a dos palmos de aquello, ya ven otra cosa y se amparan en que una ley les apoya porque las leyes, si vienen del jefe, son justas sin remedio, da risa si no fuera patente de estrategias para –según convenga- amañar los derechos del hombre a los caprichos e intereses de uno o de muchos, de este o de otro cualquiera….
Hace unos días me estremecía releyendo y repensando el veredicto de Dios sobre todos los que se atreviesen a matar al asesino convictyo y confeso de haber matado, por celos y envidias, a su hermano. Cuando reconoce Caín que su “crimen es demasiado horrible para soportarlo” y que su maldad atraerá sobre su vida el mismo pago de muerte que proporcionó a su hermano, Dios proclama contundente que “si alguien mata a Caín lo pagará multiplicado por siete” (cfr. Gen. 4, 8-15).
Hace unos días también recordaba la Iglesia los preceptos primero y segundo de la esencia del Cristianismo: el amor a Dios y al “otro” como a uno mismo y mirando a Dios.
Unas filosofías del hombre mirado en abstracto, artificial y mentirosa, deconstructora, hija del capricho, alejada de los valores que han hecho la Historia de Occidente, de mala fe incluso, no son humanas. Son más bien constructos inventados, al aire de lucubraciones -sutiles quizás y hasta novedoss- pero poco o nada sólidas (cfr. H. Raley, La vision responsable, Espasa Calpe, Madrid, 1977; y también Roger-Pol Droit, Maîtres à pensar, Flammarion Paris, 2011, esp. Introducción y también pp. 283-286)
¿Todas las religiones merecen respeto; el máximo respeto individual y social? Indudablemente….
¿Todas son “lo mismo” y lo mismo da una que otra? Subjetivamente, desde una conciencia invertebrada, pudiera ser. Objetivamente y desde el punto de vista de la verdad, no.
Que –por lo dicho- ¿resulte arduo ser cristiano? Sin duda.
Que merezcan la pena los caminos de audacia y valor, hasta cuando hay “pederastas” en las filas del Cristianismo y de la Iglesia? Por supuesto que sí. Que una cosa es el barro en los pies que pisan el polvo de los caminos y otra distinta las metas de los caminos, y –con ellas- el mensaje de Jesús, uno y único, invitando a seguir. Pero de esta lamentable realidad hablaremos pronto y tendido. Os lo prometo, amigos.
Ahora, me voy a seguir leyendo un rato más esa joyita literaria de Stefan Zweig, de la que tomara uno de mis lemas de cabecera, Los ojos del hermano eterno.
“Llamar a la muerte” en el nombre de Dios; como hacerlo en el nombre de la libertad, de los intereses, de una ideología o de unas ideas y creencias y no digamos en el nombre falso de un pretendido “progreso” se hace tan impropio y bajo en el hombre, como el “andar a cuatro patas”. Por mucho que se diga, esa no es una postura de andar los hombres. Sino de abdicar de serlo.
“¡No lo mates!”. Por nada del mundo!. Cualquiera que sea la forma de matar. Es tu hermano.
¿Duro a veces el Mensaje? De acuerdo. Pero es la vida y va con ello el honroso arte del vivir; y más al fondo, el futuro del hombre. ¡Palabra!!!
SANTIAGO PANIZO ORALLO
“He matado a mi propio hermano y se me ha revelado que todo el que mata a otro mata a su hermano” (Stefan ZWEIG, Los ojos del hermano eterno, Acantilado Barcelona, 2002). No va descaminado el personaje; y desde el mensaje de Jesús, menos aún.
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A los ingenuos –“listillos” o “intoxicados” quizá por el señuelo estupefaciente de una “tolerancia sin límites” o anestesiados por los arrobos de un “relativismo de la verdad” en función de primer enemigo de la misma… A estos “ingenuos” empeñados en proclamar que todas las religiones son iguales y que –a fuerza de confundir y confundirse- mezclan el respeto que merecen todas con la verdad mayor o menor de cada una de ellas, bastaría -este domingo- con pasarles por ojos –si permitieran que se les pasara algo a los efectos de mirar y ver- el evangelio de hoy. Con esto sólo -creo yo- sería suficiente para concluir racionalmente sobre la excepcional originalidad y, mejor quizás, envergadura sobre-humana del mensaje de Jesús. Las solas palabras del relato de san Lucas muerden.
“Os lo digo con total claridad y rotundidad: “Amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen; rogad por aquellos que os injurian. Al que te pegue en una mejilla preséntale la otra…?”
Alguna otra religión ¿tiene tamaño precepto en su discurso?
Se vislumbran tan cuesta arriba y, por lo mismo, tan sorprendentes los mandatos –no se quedan en ruegos ni consejos- que, a más de refregarse los ojos para cerciorarse de no padecer estrabismo u otro padecimiento impeditivo de una visión correcta, antes de abrirlos de nuevo, saltan como defensas inmediatas a la duda los interrogantes.
¿Utopía? ¿Irrealidad? ¿Romanticismo? ¿Fantasía, simulacro, ficción o cuento? ¿Teoría y propaganda? ¿Retórica?
Se me hace difícil encontrar otro “evangelio” tan significativo de la extremada originalidad y exigencia del mensaje de Jesús. Pero no lo encuentro absurdo, aunque sí dificultoso y arduo. Cierto que reclama valor y audacia como el propio Mensaje patenta sin necesidad de grandes razones. Pero no es imposible, ni absurdo, ni anti-humano o inhumano, sino específico de una religión que, en “el otro”, tiene una de las cimas de su presupuesto más radical y fundante como el “amor”. Que se aspire a llenar las medidas del amor no es negativo, sino todo lo contrario. Que cueste sonreír a quien da la bofetada no quiere decir que sea imposible sacar una sionrisa en tal circunstancia. De hecho, la Historia entera del Cristianismo ha sido –desde la Cruz de Jesús- permanente relato de morir perdonando al salvaje que crucifica o dispara; sin que ello quiera decir que haya de ser pusilánime una religión así, que es diferente.
Se ha de insistir. Alguna otra religión ¿tiene tamaño precepto en su discurso?
Pero hay otro perfil que este domingo incita tanto o más que el anterior al ser complemento del mismo. Me refiero al “No lo mates!; la tajante orden con que David, teniendo a la mano todas la bazas a su favor para desembarazarse de Saul que lo buscaba para matarlo, frena en seco la voluntad de Abisai, de atravesarlo con su propia lanza y acabar con el peligro.
Lo que realmente frena David –como la Iglesia inserta hoy en su relato bíblico y excluye por tanto de sus métodos - es –diríamos en este momento y circunstancia- la voz del dictador y del totalitario, del obseso por el poder, del que no repara en medios para llevar a término sus propios y personales fines, del narcisista para el que ni la conciencia ni la ética ponen coto a sus ansias de mandar -ejemplos de todo ello tenemos cerca y a mano en esta hora, sin tener que acudir a los Hitler, Stalin o Pol Pot no hace tanto tiempo pasados…. Y se sabe de sobra que “el más o el menos” modifican, pero no cambian la especie.
“¡No lo mates!” El amor es vida y está cerca de la vida. El odio mata y todas las pasiones del odio –hay bastantes- contribuyen a matar. Porque hay muchas maneras de matar, no lo olvidemos…..
En el vivir humano, la vida es –debiera ser- primera y última palabra y ninguna otra la puede sustituir con legitimidad por muy “progres” y modernas que fluyan las apariencias. Y el ir contra la vida humana -contra toda vida humana, porque hasta la que está en embrión lleva ese germen vital- no conoce otra palabra válida que la que suene a “vida”. Es la vida y no la muerte el único camino y registro de los auténticos “valores humanos”. Por ello, y dígase lo que se quiera, la eutanasia o el aborto ¿no son acaso maneras de matar? Y no digamos eso otro –en estos mismos días-, de quemar los alimentos, de impedir que lleguen a los desnutridos, de callarse para no enemistar al tirano, de un largo vertido de desmanes que pasan por “respuestas civilizadas” o por valerosas actitudes llamadas “de progreso”. ¿No son acaso otros modos y otras formas de matar? Que no hace falta reducir el “matar la vida” a pensar en hornos crematorios, en hospitales psiquiátricos, ni en fusilamientos junto a las tapias de un cementerio.
La curiosa “selectividad” de quienes ven asesinato en unos casos y, a dos palmos de aquello, ya ven otra cosa y se amparan en que una ley les apoya porque las leyes, si vienen del jefe, son justas sin remedio, da risa si no fuera patente de estrategias para –según convenga- amañar los derechos del hombre a los caprichos e intereses de uno o de muchos, de este o de otro cualquiera….
Hace unos días me estremecía releyendo y repensando el veredicto de Dios sobre todos los que se atreviesen a matar al asesino convictyo y confeso de haber matado, por celos y envidias, a su hermano. Cuando reconoce Caín que su “crimen es demasiado horrible para soportarlo” y que su maldad atraerá sobre su vida el mismo pago de muerte que proporcionó a su hermano, Dios proclama contundente que “si alguien mata a Caín lo pagará multiplicado por siete” (cfr. Gen. 4, 8-15).
Hace unos días también recordaba la Iglesia los preceptos primero y segundo de la esencia del Cristianismo: el amor a Dios y al “otro” como a uno mismo y mirando a Dios.
Unas filosofías del hombre mirado en abstracto, artificial y mentirosa, deconstructora, hija del capricho, alejada de los valores que han hecho la Historia de Occidente, de mala fe incluso, no son humanas. Son más bien constructos inventados, al aire de lucubraciones -sutiles quizás y hasta novedoss- pero poco o nada sólidas (cfr. H. Raley, La vision responsable, Espasa Calpe, Madrid, 1977; y también Roger-Pol Droit, Maîtres à pensar, Flammarion Paris, 2011, esp. Introducción y también pp. 283-286)
¿Todas las religiones merecen respeto; el máximo respeto individual y social? Indudablemente….
¿Todas son “lo mismo” y lo mismo da una que otra? Subjetivamente, desde una conciencia invertebrada, pudiera ser. Objetivamente y desde el punto de vista de la verdad, no.
Que –por lo dicho- ¿resulte arduo ser cristiano? Sin duda.
Que merezcan la pena los caminos de audacia y valor, hasta cuando hay “pederastas” en las filas del Cristianismo y de la Iglesia? Por supuesto que sí. Que una cosa es el barro en los pies que pisan el polvo de los caminos y otra distinta las metas de los caminos, y –con ellas- el mensaje de Jesús, uno y único, invitando a seguir. Pero de esta lamentable realidad hablaremos pronto y tendido. Os lo prometo, amigos.
Ahora, me voy a seguir leyendo un rato más esa joyita literaria de Stefan Zweig, de la que tomara uno de mis lemas de cabecera, Los ojos del hermano eterno.
“Llamar a la muerte” en el nombre de Dios; como hacerlo en el nombre de la libertad, de los intereses, de una ideología o de unas ideas y creencias y no digamos en el nombre falso de un pretendido “progreso” se hace tan impropio y bajo en el hombre, como el “andar a cuatro patas”. Por mucho que se diga, esa no es una postura de andar los hombres. Sino de abdicar de serlo.
“¡No lo mates!”. Por nada del mundo!. Cualquiera que sea la forma de matar. Es tu hermano.
¿Duro a veces el Mensaje? De acuerdo. Pero es la vida y va con ello el honroso arte del vivir; y más al fondo, el futuro del hombre. ¡Palabra!!!
SANTIAGO PANIZO ORALLO