"Insulto a la ortodoxia, al cristianismo en general, y a toda persona sensata" Erdogan, Santa Sofía y Al Andalus
"Mi felicitación de corazón a todas las ciudades que simbolizan esta civilización (islámica), desde Bujará, en Uzbekistán, a Al Andalus, en España. Este renacimiento es nuestro deber desde Alp Arslan al sultán Mehmed II y a Abdul Hamid II. Es el símbolo de la vuelta del sol naciente de nuestra civilización", dijo Erdogan
"Hay 435 iglesias y sinagogas abiertas al culto en Turquía. Así que después de 86 años, el plan es reabrir Santa Sofía al culto musulmán el 24 de julio de 2020 con la oración del viernes. Un acto que pretende ser preludio de que la Mezquita de Al-Aqsa logre la libertad"
Mientras el coronavirus seguía haciendo de las suyas en plena desescalada, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan empezó a largar sobre Santa Sofía lo que no está en los escritos: «Mi felicitación de corazón a todas las ciudades que simbolizan esta civilización (islámica), desde Bujará, en Uzbekistán, a Al Andalus, en España. Este renacimiento es nuestro deber desde Alp Arslan al sultán Mehmed II y a Abdul Hamid II. Es el símbolo de la vuelta del sol naciente de nuestra civilización». No se le pasó por la cabeza que también pudiera ser el inicio de que su civilización vuelva a salir escaldada, y que después de un sol naciente pueda seguir un pedrisco demoledor e hiriente.
El discurso oficial en árabe incluye estas referencias, es cierto, pero se da la circunstancia de que ni la versión en turco ni la inglesa mencionan Al Andalus, con lo que, de momento, pueden respirar tranquilos en Andalucía toda, desde la del cante jondo hasta la profunda y quinteriana; aparte, claro es, la Mezquita de Córdoba, aunque vaya usted a saber por dónde nos sale la próxima vez el arrogante sultán.
Porque la versión en árabe enmarca la decisión en una corriente que incluye la liberación de la Mezquita de Al Aqsa, tercer lugar sagrado del Islam situado en la parte de Jerusalén bajo ocupación militar israelí. O sea que al imprevisor e imprevisible jefe turco no le esperan precisamente días de vino y rosas con Benjamín «Bibi» Netanyahu, actual primer ministro de Israel, cuya costumbre de colocar a tutiplén colonos judíos en asentamientos palestinos parece no tener fin.
«Esto - prosiguió alargando el discurso- es un derecho de 567 años. Si se hace un debate orientado a la fe, este no debe ser Santa Sofía sino la islamofobia y xenofobia». Turquía siempre ha considerado a Santa Sofía como la niña de sus ojos. Ni siquiera intentó cambiar su nombre original que significa la «sabiduría de Dios» (¡Qué sabrá Erdogan de sabiduría de Dios!). Hay 435 iglesias y sinagogas abiertas al culto en Turquía. Así que después de 86 años, el plan es reabrir Santa Sofía al culto musulmán el 24 de julio de 2020 con la oración del viernes. Un acto que pretende ser preludio de que la Mezquita de Al-Aqsa logre la libertad».
Vaya por delante que Santa Sofía nació basílica cristiana por orden de Teodosio II. Tras la toma de Constantinopla por los otomanos en 1453, pasó a mezquita. Más tarde, a museo. Y ahora, de nuevo a mezquita. ¿Hay quien dé más? Las reacciones no se han hecho esperar.
Grecia significando a las pocas horas que tendrá repercusiones en las relaciones entre ambos países y de Turquía con la Unión Europea. Matteo Salvini, líder del partido italiano de ultra derecha la Liga, encabezando manifestaciones ante el consulado turco en Milán.
La UNESCO haciendo saber que su Comité de Patrimonio Mundial revisará el estatus del lugar, pues resulta «lamentable que la decisión turca no haya sido objeto de diálogo ni de notificación previa». El sitio fue centro de los imperios bizantino cristiano y otomano musulmán, y hoy en día uno de los monumentos más visitados de Turquía, venerado tanto por los cristianos como por los musulmanes.
También Vladímir Putin trasladó el 13 de julio a su homólogo el malestar de Rusia por la decisión de Ankara. La Iglesia ortodoxa rusa predijo enseguida que la decisión podría tener «graves consecuencias para toda la civilización humana». El patriarca -Kirill, con quien Putin está a partir un piñón, había instado días antes a Turquía a mantener el estatus neutral de la basílica, «uno de los mayores monumentos de la cultura cristiana». Putin y Erdogan aprovecharon la llamada telefónica para abordar el conflicto sirio y la necesidad del retorno a la negociación en Libia, donde lo tienen crudo.
Para el primer ministro griego, el conservador Kyriakos Mitsotakis, es una «afrenta a su carácter ecuménico» y un «lamentable» paso atrás del presidente turco, que en 2005 todavía apostó por trabajar en la Alianza de Civilizaciones. El primado griego Jerónimo II calificó la decisión de «insulto a la ortodoxia, al cristianismo en general, y a toda persona sensata. Instrumentalizar la religión para la búsqueda de conveniencias partidarias, geopolíticas y geoestratégicas caracteriza a quien lo intente».
El domingo 12 de julio su santidad el- papa Francisco dijo con su habitual parsimonia durante el Ángelus: «Mis pensamientos están con Estambul. Pienso en Santa Sofía y me duele mucho». Evitó nombrar a Erdogan, claro, para soslayar conflictos mayores. Sabido es que, tras el fallido golpe de Estado de 2016, el mandatario turco ha endurecido la persecución de la contestación y ha incrementado la presencia exterior de Turquía con despliegues militares en Siria o Libia.
En cuanto al Consejo Mundial de Iglesias, que agrupa a unas 350 iglesias cristianas no católicas de todo el mundo, afirmó por boca de su secretario general Ioan Sauca que este paso «ha revertido la positiva imagen aperturista de Turquía cambiándola por otra de exclusión y división. Traerá inevitablemente incertidumbre, sospechas y desconfianza, minando todos los esfuerzos por sentar a personas de diferentes religiones en la mesa del diálogo y la cooperación.
Desde 1934 Santa Sofía ha sido «un lugar de apertura, encuentro e inspiración para personas de todas las naciones y credos. La basílica fue un ejemplo del compromiso de Turquía con el secularismo, la inclusión y el deseo de dejar atrás los conflictos del pasado». Hasta que, de pronto, el verdugo de los kurdos se lió el turbante a la cabeza con esta salida de pata de banco.
También manifestaron su repulsa el Patriarcado Ecuménico y el ruso. «La reconversión de Santa Sofía en mezquita -previno su santidad Bartolomé I- sembrará discordia entre cristianos y musulmanes. En vez de unirnos, el patrimonio de hace 1.500 años nos divide. Esto hará que muchos cristianos del mundo se pongan en contra del islam». Y Estados Unidos, en fin, también se sumó al coro de protestas.
Construida por los bizantinos en el siglo VI, conocida originalmente como Santa Sofía de Constantinopla, durante sus 1500 años de existencia ha sido lugar de culto tanto para cristianos ortodoxos y católicos como para musulmanes. Poco antes, el Consejo de Estado turco había revocado una medida de 1934 que confería al lugar el estatus de museo: aquello -puntualizaba el comunicado- fue ilegal y, por lo tanto, Santa Sofía puede volver a ser lo que era hasta hace 100 años. ¿Y por qué no volver a ser a lo que el edificio empezó siendo, es decir, basílica?
Según una encuesta de la empresa Türkiye Raporu, el 46% de los turcos (casi exactamente los votantes de Erdogan) quiere el cambio. Del resto, el 38% opina que tendría que seguir siendo museo, como hasta ahora. Y un 13%, albergar rezos cristianos y musulmanes. Por esa manía de apropiarse indebidamente de tesoros ajenos podrían estallar conflictos similares con la Mezquita de Córdoba, con el Cenáculo en Jerusalén, y con un sinfín de casos y lugares de similar problemática.
Uno entiende que Mitsotakis acierta plenamente cuando califica el hecho de «afrenta ecuménica» y de «lamentable» paso atrás del presidente turco, que en 2005 apostaba todavía por trabajar en la Alianza de Civilizaciones. Encuentra igualmente acertado a Ioan Sauca al avanzar en nombre del CMI que un paso semejante «traerá inevitablemente incertidumbre, sospechas y desconfianza, minando todos los esfuerzos por sentar a personas de diferentes religiones en la mesa del diálogo y la cooperación».
Su beatitud Jerónimo II se muestra no menos agudo que los anteriores calificando la decisión de «insulto a la ortodoxia, al cristianismo en general, y a toda persona sensata». Instrumentalizar la religión -es lo que aquí sucede- «para la búsqueda de conveniencias partidarias, geopolíticas y geoestratégicas define, según Jerónimo II, a quien lo intente».
Los estudios sobre la Nostra aetate vienen reflejando la pugna desatada cuando la redacción del documento entre las razones religiosas del Vaticano II y los intereses políticos de algunos Estados árabes. El día que el mundo musulmán ponga fin a las atrocidades de todos conocidas, comprenderemos cuánto bien se pudo hacer y cuánto mal evitar habiendo fomentado más a fondo las muchas posibilidades de la Declaración conciliar, a cuyo espíritu, por cierto, obedecen también laudables iniciativas como las cumbres de Asís, los Meeting de Rímini, los Parlamentos de las Religiones, los encuentros del papa Francisco y el Gran Imán de la Universidad de Al-Azhar, Ahmed al Tayyeb, principal líder religioso sunnita del mundo, sobre todo el documento de Fraternidad Humana por ambos firmado en Abu Dhabi para promover la fraternidad entre religiones.
¿Por qué Erdogan, en la suprema magistratura del país desde 2003, sale ahora por peteneras? Puede que la respuesta esté en las encuestas de opinión. «Mientras el apoyo en los sondeos continúa bajando por la crisis económica y la mala gestión de la pandemia del Covid-19, la conversión de Santa Sofía podría relanzar su popularidad entre los sectores más islamistas y ultranacionalistas», dice Aykan Erdemir, exmiembro del parlamento turco. Sería flor de un día, claro, sin solución real a los problemas del país. Él espera que todo esto -insiste Erdemir- sea uno de los momentos definitorios de su legado. Aunque política y económicamente falle, sus seguidores podrán alardear de esta decisión».
Lo malo es que Erdogan -así opinan muchos-, no está, hoy por hoy, para alardear de nada. Y bastante ganaría si consiguiese evitar que en el futuro derriben sus estatuas, ahora que la operación derribo se ha puesto de moda. Y es que hay «caprichitos» que no se los salta un imán ni subido a lo más alto de los minaretes de Santa Sofía…