José de Segovia Michael Apted y los años que no volverán
No estamos aquí para siempre. El envejecimiento nos enfrenta a nuestra mortalidad. Demuestra no sólo “la vanidad” de la vida.
| José de Segovia José de Segovia
Hay algo inevitable en el paso del tiempo, que hace que seamos cada vez más conscientes de nuestra mortalidad. Antes, la sección de los obituarios te descubría a personas de las que nunca habías oído hablar. Luego, te recuerda aquellos que han dejado de ser noticia, pero en cierta época fueron famosos. Y ahora, algunos te son tan familiares, que te sorprende incluso que puedan haber fallecido. Michael Apted (1941-2021) era mayor, pero seguía haciendo películas. En su día, escribí sobre dos de ellas, Amazing Grace y Las Crónicas de Narnia: La travesía del Viajero del Alba, pero ahora que se ha marchado, me ha interesado la serie documental que hizo cada siete años con catorce ingleses desde que tenían 7 años en 1964 –la fecha que fui a vivir a Londres, a los pocos meses de nacer–.
La serie se llama Up –aunque muchas la conocen con el nombre de una conocida bebida refrescante, Seven Up–, porque ese era el título de la primera que hizo Apted para el segundo canal de la televisión británica, ITV –cuya productora se llama Granada–. La cadena emitió todas las cintas que realizó cada siete años, excepto la de 1998, que es de la BBC. La de 1991 fue elegida por el prestigioso fallecido crítico de Chicago, Roger Ebert, como una de las diez mejores películas de todos los tiempos. El The New York Times la ha llamado “la serie más profunda de documentales en la historia del cine”.
En 1964 era sólo el ayudante del director, un canadiense llamado Paul Almond, pero Apted fue el encargado de escoger a los catorce niños. La idea era que vinieran de diferentes trasfondos sociales y económicos, para ver los cambios que se producían en la sociedad británica a lo largo de los años. Habló de ello en la radio pública estadounidense con la excepcional entrevistadora Terry Gross. Dice que fue a los colegios y habló con los directores, que se pusieron en contacto con los maestros y escogieron a los chicos más “despiertos” de cada clase. La elección fue, por lo tanto, “rápida y arbitraria”. No les interesaba la personalidad o el carácter, sino que pudieran hablar delante de la cámara y fueran de todo tipo de familias, ricas y pobres, urbanas y rurales, “funcionales y disfuncionales”...
Los niños tenían que hablar de sus sueños y ambiciones. Algunos tenían ideas muy claras, pero otros no sabían qué querían hacer en la vida. Apted decidió entrevistarles siete años después, para saber qué había pasado en ese tiempo. Así nació la serie. El director dice a Gross que fue “divertido y estremecedor, porque el sistema de clases se mantenía intacto”. Fue el proyecto de su vida, dice, aquello de lo que estaba más orgulloso, pero que cada vez temía arruinarlo. Lo describe como “frágil”.
La humildad del artesano
Apted estudió Derecho e Historia en Cambridge, pero en su extraordinaria humildad, reconoció que “cometió muchas equivocaciones”. Se dio cuenta de que, al principio, “juzgaba a la gente si no se correspondían con sus medidas de éxito, fracaso, o felicidad”. Descubrió así que “jugaba a ser Dios, intentando predecir lo que iba a ser y ocurrir en la vida de las personas”. Lo que reconoce que fue “un error vergonzoso”. Cuando le escuché hablar de sí mismo en estos términos, quedé prendado de la sinceridad y honestidad de este hombre.
Es cierto que en su variada carrera televisiva, teatral y cinematográfica, no tiene quizás ninguna obra maestra que demuestre la genialidad de un autor incontestable del séptimo arte, pero tiene el atractivo de la vulnerabilidad humana. Le atraían las historias de mujeres reales, como el relato de la desaparición de la escritora de novelas de crímenes, Agatha Christie (Agatha, 1979) con la impagable Vanessa Redgrave junto a Dustin Hoffman y Timothy Dalton; la turbulenta vida de la cantante de country Loretta Lynn, que dió el Oscar a Sissy Spacek por hacer de la hija del minero, casada a los 13 años con el personaje que interpreta Tommy Lee Jones (Quiero ser libre, 1980); o la naturalista Dian Fossey, asesinada cuando investigaba el comportamiento de los gorilas en Ruanda, encarnada por una Sigourney Weaver en “estado de gracia” (Gorilas en la niebla, 1988).
A su muerte, muchos sólo recuerdan su película “alimenticia” de la serie de James Bond, El mundo nunca es suficiente (1999) con Pierce Brosnan. Aunque yo disfruté mucho más del thriller que hizo con el guión de Dennis Potter sobre la novela de Martin Cruz Smith, Gorky Park (1983) con William Hurt, Lee Marvin, Brian Dennehy y la deslumbrante Joanna Pacula. Con el autor de la historia del matrimonio de C. S. Lewis, Tierras de penumbra, William Nicholson, hizo una película con Jodie Foster, Nell (1994), como la chica criada en una cabaña aislada por el matrimonio real de Liam Neeson y su trágicamente fallecida esposa, Natasha Richardson. Como pueden observar, trabajó con grandes actores. Llegó a ser incluso presidente del sindicato estadounidense de directores de cine, a principios de siglo. Dirigió episodios de series como Roma, Ray Donovan o Masters of Sex.
Labor documental
Aunque hizo teatro para la televisión inglesa en los años 70, su obra más reputada sigue siendo la documental. Le interesaban no sólo los temas sociológicos, sino también los artísticos de músicos como Sting, ya que él es el director de la película sobre su primera gira en solitario, después de Police, Bring On The Night (1985). Le dieron un Grammy por ella. Hizo otro largometraje documental sobre la inspiración creativa de David Bowie o Roy Lichtenstein. Aunque ninguno de esos trabajos es comparable a la serie Up.
Obvia decir que la idea ha sido copiada en multitud de países para la televisión y el cine. Tiene hasta un episodio de Los Simpsons. Sin ella no existirían películas como Boyhood (2014) de Richard Linklater, que rueda durante doce años con los mismos actores desde que eran niños. Lo interesante para mí, es que comienza con un propósito sociopolítico y acaba siendo un retrato de la naturaleza humana con toda la complejidad de la existencia. Apted dice que se dió cuenta cuando los protagonistas llegaron a los 21 años. Es entonces cuando lanza la serie internacionalmente y a los 28 pide que se pague a los chicos, que hasta entonces lo hacían sin remuneración alguna.
Cuando Gross le entrevista, había hecho la película de los 56 años, Apted confiesa que sus personajes son más felices que él en su vida personal –se casó tres veces–. Fue “ambicioso” en su carrera y confiesa que no era “el marido y padre que debía haber sido” –tuvo cuatro hijos, pero uno murió de cáncer–. Aunque tuvo la generosidad de ayudar a los protagonistas de la serie cuando tenían necesidad económica, o de alojamiento, cuando iban a América. Ellos dicen que fue siempre respetuoso con aquello de lo que querían hablar y lo que no. Siempre quitó aquello que no querían que saliera, pero se conservan algunas discrepancias, como cuando confronta a uno de ellos por sus opiniones racistas al llegar a los 56. Otro sufre una seria depresión y está en paradero desconocido a los 28, pero se recupera a los 42. No hay duda de que Apted se preocupaba por ellos y renunció hace tiempo a pretender ser objetivo en su relación con ellos.
Inspiración cristiana
El hecho de que estos últimos años haya hecho varias películas de inspiración cristiana, como Amazing Grace (2006), Crónicas de Narnia (2010), o incluso la inédita en español, Hallelujah (2011), te lleva a preguntarte si compartía la fe de sus personajes. La historia del abolicionista evangélico William Wilberforce viene de la productora de un billonario americano que es un cristiano conservador, Philip Anschutz y su Walden Media. El guión que le presenta Anschutz al principio, Apted lo rechaza por considerarlo un biopic demasiado convencional y tener “un poco demasiado énfasis en la religión”. Para aceptarlo, lo hace reescribir con mayor atención a la cuestión política.
A pesar de ello, el guión de Steven Knight para Apted trata claramente la conversión evangélica de Wilberforce y su relación con el predicador John Newton, el antiguo esclavista que escribió el himno Sublime Gracia –interpretado magistralmente por el ahora fallecido actor irlandés Albert Finney–. Junto a Walden Media, también aparece como productor Terrence Malick, el autor de El árbol de la vida y La delgada línea roja, ahora conocido por su fe cristiana. “Sé que es un hombre religioso –dice Apted–, que estaba interesado en ese aspecto de Wilberforce”, ya que es “alguien muy espiritual, cristiano”. Su testimonio es importante, ya que Malick nunca habla de su fe, porque no da siquiera entrevistas. Pero, ¿dónde estaba Apted, espiritualmente?
“No soy religioso, ni estoy muy interesado en el cristianismo –decía Apted en una entrevista al diario irlandés Irish Times–, pero quería asegurar a Walden de que no iba a secularizar la película. Supongo que andaba sobre una cuerda floja, para no convertirla en una historia de fe, pero tratar también sus creencias”. En la página de cine ‘Spotlight’ de Christian Answers, Apted cuenta que tuvo una educación cristiana, ya que su padre era “religioso”, aunque su madre no. De hecho, su hermano es ministro de culto –parece que anglicano, aunque no aclara la denominación–. Walden es quien produce también la serie de Narnia, para la que vuelve a contar con Apted: “Supongo que en el corazón de todo evangélico hay una intención proselitista, pero Narnia no fuerza el tema”.
El paso del tiempo
Lo que me fascina de la obra de Apted es ese cuadro del paso del tiempo, que se ve incluso en la vida de Wilberforce, consumido por la enfermedad, el desánimo e incluso la adicción al láudano. Percibes claramente el sentimiento de fracaso con el que se enfrentaba a esa lucha que parecía cada vez más inútil, puesto que humanamente era una misión imposible. Esa agonía, creo, no se habría mostrado si un cristiano dirigiera la película. Sin embargo, es en esa humanidad, con su vulnerabilidad, donde está la atracción de la fe de Wilberforce. Es “el poder de Dios mostrado en la debilidad” (2 Corintios 12:9). Y tiene todo su sentido el título del himno de Newton, Gracia asombrosa.
La impresión que produce una serie como Up es el paso del tiempo, primero físicamente. Los años no perdonan. Llega un momento en que uno ya no reconoce ni su propio cuerpo. Cada nueva entrega anuncia el final inevitable. Llegó antes para el director, que para sus protagonistas...
No estamos aquí para siempre. El envejecimiento nos enfrenta a nuestra mortalidad. Demuestra no sólo “la vanidad” de la vida, de la que habla Eclesiastés, sino también el carácter efímero y breve del término hebreo. Ya que este libro de Sabiduría bíblica no es un tratado existencialista, sino un recordatorio de lo corto de nuestra existencia. Se nos escapa de las manos...
Ante ello, podemos vivir para el presente en un Carpe diem, que niega la trascendencia de nuestros actos, o asumir su responsabilidad en la exhortación bíblica a “contar nuestros días”. Lo que hacemos con nuestra vida tiene consecuencias. La muerte es “la hora de la verdad”. Como Apted, lamentamos los errores que hemos cometido, pero por la fe tenemos la esperanza de que nuestra vida es más de lo que nosotros hemos sido. Es la Gracia maravillosa que nos recibe como somos, por la justicia de Otro, Cristo Jesús. Sólo así podemos afrontar nuestros fracasos.