William Blake, profeta místico de la contracultura
Sus versos místicos –publicados ahora en una edición bilingüe de Alianza–, aparecieron ya con el título de Visiones en una obra de la Editorial Era de México en 1974. Su literatura es bastante hermética, pero tiene imágenes deslumbrantes. En sus libros proféticos (1788-1896), Blake crea un sistema cosmológico que nos transporta a un reino mítico, donde las fuerzas del bien y del mal chocan entre sí en un conflicto eterno, cercano al maniqueísmo o catarismo.
En el Libro de Urizen (1794) –magníficamente traducido por José Luis Palomares para una edición de Hiperión, acompañada por las ilustraciones originales y una erudita introducción–, Blake entiende que vivimos en un mundo dominado por el Dios de la ley, opresor, pero en última instancia impotente. Urizen encarna la figura divina de ese gobierno racional –al que se enfrenta Orc–, que protagoniza también el Libro de Ahania y el de Los –su equivalente femenino, que crea a la mujer, bajo la forma de Enitharmon, que simboliza la piedad–.
EL DIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Blake separa, como Marción, el Dios del Antiguo Testamento del Dios de Jesús, que encontramos en los Evangelios . Es más, contrapone el nombre de Elohim –que presentaría la faceta más dura de la justicia de Dios–, con Jehová, –que correspondería a su cara misericordiosa–. La Naturaleza y la Ley son fruto para él de la Caída, que se produce cuando el hombre es obligado a salir del reino espiritual, recibiendo un cuerpo.
El Dios del Antiguo Testamento para él es falso, porque en términos gnósticos, el poeta ve la creación como errónea . La verdadera realidad es espiritual. Por lo que “si las puertas de la percepción se limpiarán, todo se le aparecería al hombre cómo es, infinito”. Esas puertas que inspiraron el libro de Aldous Huxley y el nombre de los Doors, reciben en los años sesenta una interpretación psicodélica, que originalmente no tenía nada que ver con la droga.
Blake vive una vida gris, muy diferente a la de otros poetas románticos, conocidos por sus excesos . Bautizado, casado y sepultado por la iglesia anglicana, el artista no es la figura amoral que algunos sugieren con algunas de sus frases. Si “el mal activo es mejor que el bien pasivo”, es porque adora la imaginación caótica como esencia de la vida, del gozo, y del Ser esencial. A ello enfrenta Urizen como un ser duro, viejo y barbado, el Señor del Libro, que como el super-ego de Freud, nos restringe y limita constantemente.
PROFETA DE LA CONTRACULTURA
En los años sesenta, el pensamiento de Blake se empieza a relacionar con el de otro poeta simbolista, Arthur Rimbaud (1854-1891), que sigue impresionando a muchos todavía hoy. Ambos parecen sugerir que la forma de vencer el lado oscuro de nuestra vida – que la Biblia llama pecado – , es entregándose a él, para disfrutándolo, robarle su poder negativo . Este autor francés decía que para “cultivar el alma” era necesario trastornar los sentidos. Por eso “intenta descubrir todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura”, escribía Rimbaud: “Apura todo veneno, para poder quedarte con su quintaesencia”.
Influidos por estas ideas, artistas como Bob Dylan, cantan sobre un “paraíso”, donde la moralidad y la realidad son de tu propia elección. Ya que, para ellos, tras Las Puertas del Edén (1965) no hay moralidad (“no hay pecados”), ni realidad (“no importa lo que sea verdad, o lo que no”), ni juicio (“no hay procesos”).
El diablo, para Blake, ya no es el “gran engañador” de la Biblia, sino el “verdadero hombre”, libre ya de toda tradición o código moral . Es el sueño romántico al que profesan su simpatía los Rolling Stones en 1968. Los Proverbios del Infierno de Blake son como una revelación para Jim Morrison de los Doors , en los que encuentra una nueva religión, donde “el camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría”. Su indulgencia con el mal se convierte en un ritual de purificación espiritual, por “el que desea algo, y no lo hace, apesta”.
RELIGIÓN VISIONARIA
Lo absurdo de algunas de estas creencias, lo vemos en una de las obras de la exposición. Su amigo, el artista y astrólogo John Varley, cuenta cómo el poeta tuvo una visión espiritual del fantasma de una pulga, cuyo espíritu le dijo que todas las pulgas estaban ocupadas por almas de hombres que “por naturaleza son excesivamente sedientos de sangre”. Ideas como ésta no están basadas en la Biblia, sino que son una mezcla de ocultismo con filosofías orientales al estilo de Nueva Era .
Es en definitiva el problema de una religión desligada del Libro, donde la Escritura es sustituida por nuestras propias experiencias . Se pierde entonces el rumbo y la guía, en un mundo espiritual en el que no debemos introducirnos si no es bajo la dirección segura de la Palabra de Dios. No es sorprendente por eso que su última obra, El Evangelio Eterno, sea una reinterpretación de la figura de Cristo. Según ella, Jesús odia a sus enemigos, porque, dice Blake, esa es la única manera de amarlos.
FE Y MISTICISMO
Es interesante que cuando el apóstol Juan habla en su primera carta de cómo podemos saber si somos cristianos, no recurre al testimonio de una experiencia mística de Dios, sino que pone en evidencia las consecuencias que ha de producir la fe en la vida de una persona .
"En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu” (1 Jn. 4:13). Y ¿cuáles son los efectos de la obra del Espíritu de Dios? No son visionarios, sino confesionales (“todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios”, v.15) y morales (“el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”, v. 16).
Pero ¿cómo se muestra ese amor? “Este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros, como nos lo ha mandado . Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado” (1 Jn . 3:23-24).
Esto no es una experiencia extática o emocional. No podemos juzgar nuestro estado espiritual por meros sentimientos. Estos pueden ser fácilmente falsificados, puesto que su intensidad depende siempre de nuestra personalidad y carácter. La prueba es por eso finalmente doctrinal (4:2-3). Y eso es una buena noticia, ya que no hace falta ser místico para ser cristiano.