Análisis crítico del documento-síntesis de la fase diocesana del sínodo sobre la sinodalidad "Documento flojo, retórico, sin garra, con olor y sabor clerical y palabrerío vacío"
"El documento es muy pobre en contenido y todo él trasmite un olor y sabor a clerical y flojo. Un palabrerío retórico y vacío, que no afronta los problemas reales ni de la sociedad española ni de la Iglesia que peregrina en España"
"El contenido global abunda en la retórica clerical, consistente en repetir todos los conceptos y palabras que tienen que ver con el Sínodo, pero con muy pocas referencias a la realidad de la sociedad ni de la Iglesia"
"Es preocupante lo que sucede con el “clericalismo”. El documento inventa un término: habla de “clericalismo bilateral”. Es decir, un clericalismo del que son culpables los sacerdotes y los laicos"
"Tal vez el documento es un reflejo real de la tibieza, desinterés y desgana con que se ha realizado, de hecho, el proceso sinodal en muchas diócesis españolas, como un puro trámite, para salir del paso"
"Es preocupante lo que sucede con el “clericalismo”. El documento inventa un término: habla de “clericalismo bilateral”. Es decir, un clericalismo del que son culpables los sacerdotes y los laicos"
"Tal vez el documento es un reflejo real de la tibieza, desinterés y desgana con que se ha realizado, de hecho, el proceso sinodal en muchas diócesis españolas, como un puro trámite, para salir del paso"
| Felipe Bermúdez Suárez
Ante la publicación del documento que se presentó a la Asamblea Final del Sínodo en su fase diocesana en Madrid, el pasado 11 de junio, y, sobre todo, al publicarse la redacción definitiva (que es la misma, con un apéndice lamentable donde se reconoce alguna “laguna” del texto presentado), algunas personas creyentes, miembros activos de la Iglesia que peregrina en España como militantes de FRATER (Fraternidad Cristiana de Personas con Discapacidad), nos hemos visto obligadas a someter dicho documento a un análisis a fondo. Es lo que pretendemos ahora.
Después de varias lecturas, se confirma la primera impresión: el documento es muy pobre en contenido y todo él trasmite un olor y sabor a clerical y flojo. Un palabrerío retórico y vacío, que no afronta los problemas reales ni de la sociedad española ni de la Iglesia que peregrina en España.
El esquema del documento resulta confuso, oscuro y repetitivo. Sin dinamismo y falto de una lógica interna que haga comprensible el contenido. Esta es la conclusión a la que se llega, después de analizar detenidamente los cinco apartados y los contenidos de cada apartado.
El contenido global abunda en la retórica clerical, consistente en repetir todos los conceptos y palabras que tienen que ver con el Sínodo, pero con muy pocas referencias a la realidad de la sociedad ni de la Iglesia. Tal vez los apartados que concretan algo más son el III. y el V. Pero las alusiones a la realidad siempre quedan edulcoradas y poco críticas.
Un estudio detallado de las palabras que más se utilizan nos puede ayudar a entender el tenor general del documento, los acentos y enfoques. Sobre todo, es importante comprobar las palabras que no aparecen nunca. Para mayor comprensión, hemos comparado la mayoría de esas palabras utilizadas o ignoradas con el tratamiento de las mismas en nuestro documento final de FRATER, presentado a la Comisión redactora y totalmente ignorado por esta:
PALABRAS MÁS O MENOS USADAS
(los números indican las veces que aparece la palabra)
PALABRA
DOCUMENTO CONFERENCIA EPISCOPAL
DOCUMENTO DE LA FRATER
Sinodalidad
21
0
sínodo, sinodal
58
7
Escucha
27
4
discernimiento
26
1
Laicos
29
8
formación
23
9
sacerdotes
13
4
parroquia
13
5
corresponsabilidad
9
1
enfermos
2
0
discapacidad
0
47
Jesús/Jesucristo/Cristo
6
37
Resucitado
0
6
movimiento
4
23
fragilidad
0
10
vulnerables
0
4
Cuidado
0
9
Evangelio
1
6
evangelización
8
20
humano/humanizar
0
17
Cambio
2
14
patriarcal
0
2
Igualdad
0
13
samaritano
0
11
sufriente/sufrimiento
0
8
Dignidad
0
6
Historia
1
6
exclusión
0
3
inclusión
0
3
Planeta
0
8
Tierra
0
5
naturaleza
0
2
pobres/pobreza
0
6
solidaridad
0
2
Palabras que no aparecen NUNCA, de manera significativa, en el documento episcopal: tierra, agua, cosmos, naturaleza, cuidado, casa común, contaminación, cambio climático, calentamiento global, ecología, guerra, crisis económica, cultura del descarte, exclusión o inclusión social, pobres, pobreza, fragilidad, vulnerabilidad, discapacidad, enfermedad, sufriente/sufrimiento, hospital, salud, vivienda, precariedad, salario, obrero, trabajador/a, teología, Resucitado, Concilio Vaticano II, solidaridad, samaritano, catecumenado, violencia, víctima, hambre, muerte, pan, techo, barrio, gobernante, empresario, bancos, energía.
Los comentarios a los números que aparecen en la tabla anterior se pueden hacer de manera libre, desde muchas perspectivas. A nosotros esos números nos sugieren lo siguiente:
Se observa que las palabras que abundan en el documento oficial son de estilo “intraeclesial” y repiten retóricamente lo que se plantea desde los documentos venidos de Roma. La palabra “sinodalidad” se utiliza 21 veces y si se le suma las 58 de “sínodo” o “sinodal”, llegamos a 79 veces. Una exageración. Lo mismo sucede con “escucha” (27 veces) y “discernimiento” (26). Todo ello pareciendo indicar que todas esas dimensiones se viven a tope en nuestra Iglesia de España. En el documento de FRATER, por el contrario, la palabra “sinodalidad” no aparece nunca, porque preferimos hablar de “proceso sinodal” y porque evitamos hablar de manera abstracta.
Contrasta el uso tan limitado o discreto que se hace de otros términos como “Jesús/Jesucristo/Cristo”, un total de 6. Y de “Evangelio” (1) o “evangelización” (8), cuando en nuestro documento de FRATER se utiliza “Jesús/Jesucristo/Cristo” 37 veces, “Evangelio” 6, y “evangelización” 20 veces. “Humanizar”, 17 veces frente a ninguna del documento episcopal. Son contrastes llamativos, que hacen pensar.
Llamativo resulta también que la palabra “discapacidad”, la más que aparece en el doc. FRATER (47 veces), no se usa ni una sola vez en el documento episcopal. Eso ha sido, como sabemos, lo que más ha molestado e indignado a nuestro Movimiento, después del trabajo realizado y oportunamente presentado. Y lo que se ha hecho, después de la protesta formal en la Asamblea, por parte de algunas personas de FRATER presentes, es simplemente reconocerlo como una “laguna” en el Apéndice añadido al texto, que ha permanecido igual. Una vergüenza. Se reconoce como laguna “la ausencia en el documento de una presencia destacada en la misión de la Iglesia de los niños y las personas con discapacidad” (p. 19).
La palabra “cambio” se usa 2 veces, mientras en nuestro doc. aparece 14. Esto puede denotar un problema de fondo: no se tiene conciencia de que en la Iglesia se necesita un cambio radical e importante. No hay esa conciencia. No se vislumbra lo que el papa Francisco y muchas voces autorizadas (como la teóloga laica Cristina Inogés-Sanz, miembro destacado de la Secretaría General del Sínodo) expresan de una u otra manera: “Necesitamos cambiar, pasar de una Iglesia clerical a una Iglesia sinodal”. Este planteamiento está totalmente lejano y ausente en el escrito episcopal. De ahí la flojera y endeblez de las propuestas de cambio que se presentan.
La relación de palabras que no aparecen nunca y que se refieren a la realidad de la sociedad española, con sus luces y sombras, es verdaderamente sorprendente: no hay una mirada a la realidad histórica, aunque retóricamente se diga que “esa presencia en la realidad puede ayudarnos a escuchar la voz de Dios en la vida social para atender mejor los desafíos que nos plantea. En definitiva, la Iglesia sigue estando llamada a hacerse presente en la Historia” (p. 10). Es cierto, la Iglesia sigue estando llamada a ello, pero no se practica.
Al menos este documento es una muestra de cómo se puede eludir totalmente esa mirada a la realidad. Esa forma de actuar contrasta con la manera de abordar los temas el papa Francisco: en sus tres grandes encíclicas (EG, LS y FT), siempre se parte de una mirada a la realidad, a lo que se dedica todo un capítulo. Aquí esa mirada a la realidad brilla por su ausencia. Es una de las grandes lagunas de este documento, de mucha gravedad.
Así entramos de lleno en los contenidos del documento, después del análisis del esquema y de las palabras, que nos han podido ayudar a ir entrando en el fondo:
Ya hemos dicho lo de ausencia de mirada a la realidad social. Parecería justo que se aportara algo de análisis crítico, con una mirada empática, de la realidad actual de la sociedad española, a la vista de todas las aportaciones de las 70 diócesis y de todos los grupos y movimientos. Ahora que conocemos las síntesis llegadas de algunas diócesis españolas, donde se hace una mirada creyente y crítica sobre la realidad social de los territorios propios, esta laguna resulta más escandalosa.
Era necesario aportar algo sobre lo que está pasando en nuestra sociedad, en los diferentes colectivos a los que la Iglesia está siendo enviada. En nuestro documento hemos hecho un esfuerzo de ver lo que sucede en el sector de las personas con discapacidad, que son el 15 % de la población española. ¿Y cómo viven esos 11 millones de personas pobres que tienen dificultades para sobrevivir en esta “sociedad-del-bienestar-de-unos-pocos”? Serían de mucha ayuda los informes de FOESSA, elaborados por Cáritas. Nada sobre ello. ¿Y no hubiera sido necesario una palabra sobre los efectos sanitarios, sociales y económicos de la crisis de la pandemia del COVID- 19, sobre los esfuerzos políticos del Gobierno por afrontar la crisis, ayudando sobre todo a las personas y colectividades más perjudicadas? ¿Y la solidaridad de la sociedad civil?
Se habla 2 veces de “Iglesia en salida”. Pero no se enfoca de la manera que lo hace el papa Francisco en el nº 24 de la EG. El Papa habla claramente de una comunidad de discípulos-misioneros que “toma la iniciativa, se involucra, acompaña, fructifica y festeja”. El documento las dos veces habla de una “salida” genérica y abstracta a la misión, sin la interpretación papal. Se usa el término, pero su contenido es otro. Esto es coherente con lo que hemos dicho en el punto anterior: no se habla de tomar la iniciativa, de involucrarse y de acompañar, porque no se tiene en cuenta para nada la realidad social. Es sintomático de lo que está pasando en la Iglesia hoy: se asumen las palabras, pero no el contenido de las mismas. Y se concluye, de manera ingenua o engañosa: ya somos una Iglesia en salida. Y todo sigue igual.
Otra laguna o ausencia notoria: los conceptos del nuevo “paradigma” civilizatorio. Hay tres aspectos que conforman este paradigma emergente, de los que hemos intentado tomar conciencia en FRATER:
- El vivir en un mundo interconectado, formando parte de un universo en expansión y en construcción y como miembros de una sola familia humana. Somos seres ecodependientes e interdependientes.
- 2. La vulnerabilidad constitutiva del ser humano, vivenciada cada vez más por todas las personas en todos los ámbitos, experimentando la fragilidad y huyendo del mito del ser humano como totalmente autónomo y poderoso, autosuficiente.
- 3. La necesidad de caminar hacia una sociedad de los cuidados, hacia una cultura del cuidado, como dimensión ético-política fundamental para construir una fraternidad universal. Pues bien, así como la enseñanza social del papa Francisco está fuertemente impregnada de estos pensamientos, incluso con esas mismas palabras y contenidos, en el documento episcopal no hay ni atisbo de nada de eso. La ecología, la vulnerabilidad y los cuidados no entran para nada en la aportación del documento. Ausencia total de estas dimensiones. Esas sí que son “lagunas” de esa síntesis final.
Es preocupante lo que sucede con el “clericalismo”. El documento inventa un término: habla de “clericalismo bilateral”. Es decir, un clericalismo del que son culpables los sacerdotes y los laicos. Y se pone el acento en los laicos, como culpables del clericalismo, como se ve en el párrafo textual que lo afirma: “lo que podemos llamar clericalismo bilateral, es decir, un exceso de protagonismo de los sacerdotes y un defecto en la responsabilidad de los laicos. Vemos que tiene una doble causa: por un lado, los sacerdotes, por inercia, desempeñan funciones que no les son propias y no impulsan la corresponsabilidad laical; por otro lado, los laicos no asumen su papel en la edificación de la comunidad, por comodidad, por inseguridad, por miedo a equivocarse o por experiencias negativas anteriores” (p. 9).
Se cargan las tintas, como se ve, sobre las culpas del laicado, mientras los sacerdotes lo hacen “por inercia”, es decir, casi sin querer, casi sin darse cuenta. Es un análisis totalmente falso, que desfigura la realidad de manera alarmante. No se habla de las causas estructurales e históricas del clericalismo vigente en toda la Iglesia desde hace siglos. Es eso lo que se debe cambiar, para pasar de una Iglesia clerical a una Iglesia sinodal. Es otra manera de ser Iglesia lo que se pretende en el Sínodo. Con este planteamiento que hace el documento, el clericalismo “bilateral” es culpa del laicado. El enfoque de este asunto no puede ser más clerical.
En algunos casos, las propuestas son claras y bien formuladas, como en el asunto de la mujer en la Iglesia, ya que, en efecto, se dice: “Se aprecia su importancia en la construcción y mantenimiento de nuestras comunidades y se ve imprescindible su presencia en los órganos de responsabilidad y decisión de la Iglesia” (p. 11). O cuando se refiere a la corresponsabilidad en estos términos: “Resuena con especial fuerza la idea de dar el paso de la consulta a la codecisión: que los órganos existentes no se limiten a ser instrumentos consultivos, sino que en ellos se adopten decisiones con madurez, honestidad y como fruto de un ejercicio de corresponsabilidad guiado por el discernimiento.
También hemos de destacar la insistencia acerca de la conveniencia de una mayor apertura del proceso de nombramiento de obispos y párrocos a la participación de la comunidad” (p. 13). Igualmente, cuando se hace una valoración del conjunto de la pastoral y se afirma honestamente que “en definitiva, hemos de lograr pasar de eventos pastorales a procesos de vida cristiana, sobre todo porque, en ocasiones, percibimos el agotamiento y el cansancio por no ver con claridad hacia dónde vamos; de algún modo, tenemos la sensación generalizada de que hacemos muchas cosas que no llevan a ninguna parte” (p. 7).
Pero, la mayoría de las veces, a la hora de descender a las propuestas concretas, las matizaciones y distingos son tales que desdibujan todos los posibles aspectos en los que la Iglesia podría mejorar. Lo del carácter “decisorio” y no meramente “consultivo” de los consejos pastorales se plantea de manera muy matizada: “Sería oportuno, a partir de una reflexión eclesial y canónica, definir los asuntos respecto de los cuales la participación de los cristianos laicos tuviera carácter decisorio, especialmente en aquellos campos que son más propios de su vocación en el mundo” (p. 16).
Se tratan los temas de manera que se enmascara la realidad, como es el caso de las víctimas de los abusos, en que se habla de manera oscura, sin ninguna mención explícita a las víctimas: “Ha tenido un eco importante el tema de los abusos sexuales, de poder y de conciencia en la Iglesia, evidenciando la necesidad de perdón, acompañamiento y reparación” ( p. 11).
Llama la atención de manera especial lo que se afirma de las polémicas propuestas del celibato opcional, la ordenación de casados y el sacerdocio femenino. Observemos la alambicada argumentación que se utiliza, para terminar no diciendo nada: “En cualquier caso, en relación con estos temas, se detecta una clara petición de que, como Iglesia, dialoguemos sobre ellos con el fin de permitir conocer mejor el Magisterio respecto de los mismos y poder ofrecer una propuesta profética a nuestra sociedad” (p. 12). Se pide, en definitiva, que dialoguemos sobre esos temas, para que podamos conocer mejor lo que dice el Magisterio sobre ellos. Pura retórica, en vez de decir, como se está planteando en otros ámbitos eclesiales, que son temas que se deben debatir y discernir, para buscar lo que el Señor quiere para que su Iglesia cumpla mejor su misión en los momentos actuales de la historia.
No se ajusta a la verdad de los hechos lo que se afirma de manera acrítica: “La convocatoria del papa Francisco a participar en el Sínodo ha sido aceptada con ilusión y esperanza y se ha comprendido que el objetivo de esta fase diocesana no era responder a un cuestionario sino comenzar a incorporar la sinodalidad como parte fundamental del ser de la Iglesia y el “estilo sinodal” que se deriva de ella como el modo propio de hacer Iglesia”. Como tampoco es real la valoración que se hace del Congreso de Laicos celebrado, como si ya estuviéramos practicando la sinodalidad de la que se trata. Estimación poco realista, si se tiene en cuenta la forma en que se ha realizado el citado Congreso.
El documento en su conjunto, en cuanto a los contenidos, confirma la sospecha y los temores de muchas de las personas y grupos que hemos participado en el proceso sinodal en nuestras diócesis y movimientos: el temor a que los “filtros” episcopales matizaran todos los contenidos y propuestas llegadas de las bases. Ese “filtro episcopal” se percibe en todas las matizaciones y precisiones que se hacen en todos los temas abordados, algunos de los cuales hemos comentado con más detalle.
Pero donde ese “filtro” se ve con más claridad es en lo siguiente: no hay una sola propuesta crítica sobre los obispos, sobre lo que se podría mejorar en su servicio pastoral al Pueblo de Dios. Ni una sola palabra sobre eso. Y cabe preguntarse: ¿es que no ha habido, en todas las aportaciones recibidas por la Comisión redactora, ninguna propuesta de mejora o de cambio que se refiera a los obispos? Se han hecho críticas y propuestas de mejora en cuanto al laicado y también para los sacerdotes, incluso con acentos fuertes en alguna ocasión; pero, ¿por qué no se dice nada de los obispos?
En suma, después de una relectura reposada y crítica del documento enviado a Roma por la Conferencia Episcopal Española, nuestra impresión primera se reafirma, lamentablemente. Documento flojo, retórico, sin garra.
Tal vez el documento es un reflejo real de la tibieza, desinterés y desgana con que se ha realizado, de hecho, el proceso sinodal en muchas diócesis españolas, como un puro trámite, para salir del paso. De hecho, podemos asegurar, con verdadera lástima, que muchas personas y comunidades de la Iglesia española no han tenido oportunidad siquiera de conocer la existencia del proceso sinodal ni, mucho menos, dar su opinión o su aportación. Muchos sacerdotes han privado a una gran cantidad de fieles del derecho que tienen a participar en el proceso, que es para todo el Pueblo de Dios.
Y más profundamente, este documento de síntesis final puede revelar el estancamiento, la mediocridad y flojera de nuestra Iglesia de España. Hay mucho por cambiar en nuestra Iglesia, a todos los niveles. Es ardua la tarea. Confiemos que el Espíritu del Señor nos siga ayudando a avanzar…
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