Cañizares e Iceta, posibles nombres de consenso para presidir a CEE en marzo El Episcopado español arranca el curso con el reto de apostar, por fin, por una Iglesia 'en modo Francisco'
Blázquez (78 años) no repetirá. Los conservadores acudirán a la cita con la carta de Sanz Montes, mientras que los moderados no ven claro un candidato con opciones de victoria
Con los nuevos cardenales, Bergoglio ya ha dejado claro qué tipo de pastores quiere para la Iglesia española. ¿Será el nuevo nuncio capaz de encontrarlos? ¿Se pondrán los obispos de nuestro país a trabajar con y para el Papa?
“El Papa ha dejado meridianamente claro qué tipo de pastores quiere para la Iglesia española. Los dos nuevos cardenales, así como casi todos los nombramientos episcopales en estos años, lo muestran claramente. Otra cosa es que nosotros sepamos, o queramos, hacer caso al Papa”. Un relevante eclesiástico define así el momento actual del Episcopado español, que este curso habrá de decidir si, finalmente, se pone 'en modo Francisco' o, por el contrario, continúa apostando por considerar este pontificado como una tormenta, que pasará, y volverá el estilo impuesto durante las últimas cuatro décadas.
Y es que el curso que ahora empieza vendrá marcado por dos claves: una externa, y la otra interna. La externa (ajena a los obispos españoles) será el nombramiento del nuevo Nuncio, tras la abrupta salida de Renzo Fratini. Una vez uno de los candidatos, Bruno Musaró, ha sido designado como representante papal en Costa Rica, siguen ganando enteros los otros dos obispos bien colocados, según fuentes vaticanas: el actual Nuncio en Canadá, Luigi Bonazzi; y Celestino Migliore, actual nuncio en Rusia y Uzbekistán.
El nombramiento es relevante, porque aunque los procedimientos han cambiado mucho en estos años, la Nunciatura sigue siendo un elemento relevante a la hora de presentar candidatos a futuros obispos. Y, si algo hace falta en nuestro país, son obispos que apuesten decididamente por la primavera de Francisco. Un Papa que tiene la mirada puesta en marzo de 2020, cuando tendrán lugar las elecciones a la presidencia de la Conferencia Episcopal, y la posible organización de un viaje papal a nuestro país en 2021 (se celebra Año Xacobeo y los 500 años de la conversión de San Ignacio de Loyola).
Elecciones en la CEE
Esta es la segunda clave, la interna. Y es que la próxima primavera, los obispos habrán de renovar a toda su cúpula (excepción hecha del portavoz, Luis Argüello, que apenas llevará un año en el cargo). Lo harán después de la sentencia sobre la exhumación de Franco, esperemos que ya con un Gobierno conformado -y con muchas posibilidades de que se resuciten cuestiones polémicas en las relaciones Iglesia y Estado, desde las inmatriculaciones a la clase de Religión o las exenciones fiscales de la institución- y con un ambiente social que no invita a que la Iglesia católica sigue viviendo la realidad como una espectadora inerte.
El horizonte dista mucho de ser optimista. De hecho, de los 84 obispos en activo (entre titulares y auxiliares), sólo 22 han sido nombrados por Francisco. 26 fueron designados por Benedicto XVI y la mayoría, 36, son obispos gracias a la decisión de Juan Pablo II. Muchos de estos últimos son, precisamente, la avanzadilla de los movimientos más conservadores. Así, Wojtyla nombró, entre otros, a Reig Pla (Alcalá), Fidel Herráez (Burgos), Cañizares (Valencia), Demetrio Fernández (Córdoba), Braulio Rodríguez (Toledo), Javier Martínez (Granada), Juan José Asenjo (Sevilla) o el considerado por muchos como sucesor natural del cardenal Rouco Varela como líder del frente conservador, Jesús Sanz, de Oviedo.
Por contra, Juan Pablo II también nombró a algunos de los prelados que sí han asumido los cambios planteados por Francisco, como Julián Barrio (Santiago), Ricardo Blázquez (Valladolid y actual presidente de la CEE), Carlos Osoro (Madrid) o Juan José Omella.
¿Revolución en los Arzobispados?
Con todo, la renovación que se habrá de abordar habrá de abordar el nuevo Nuncio se centrará en los 13 arzobispados, la mayoría de cuyos líderes ya han cumplido, o están a punto de hacerlo, los 75 años, edad en la que deben presentar su renuncia y jubilación.
En esa situación están el cardenal Blázquez (78 años, y que ya no repetirá como presidente del Episcopado), los arzobispos de Toledo, Zaragoza (Vicente Jiménez) o Burgos (el Papa ya ha nombrado sucesor para el de Tarragona, que también había rebasado la edad). Casi todos los demás están a falta de un año, a lo sumo dos, de jubilarse. Cañizares, Osoro y Asenjo tienen 74 años; Barrio y Omella, 73 ; Javier Martínez, Francisco Pérez (Pamplona) y Juan del Río (castrense), 72, Celso Morga (Mérida-Badajoz), 71.
De todos los arzobispos, sólo tienen asegurada su permanencia el nuevo arzobispo de Tarragona, Joan Planellas y Jesus Sanz, ambos de 64 años; y el arzobispo de Urgell y co-príncipe de Andorra, Joan Enric Vives, que tiene 70.
Los moderados, sin candidato; los rigoristas apuestan por Sanz
Mirando hacia las elecciones de marzo, se hace difícil un pronóstico, pues todos los posibles candidatos del ala moderada (la conservadora apostará, claramente, por Jesús Sanz), son muy mayores (Osoro y Omella) o, como el caso del obispo de Getafe, Ginés García Beltrán, demasiado jóvenes (58 años) y sin que haya dado un paso adelante para defender, sin matices, las reformas franciscanas.
Así las cosas, se plantea la posibilidad de un candidato de consenso, que podría ser el actual obispo de Bilbao, Mario Iceta (conservador en materia de moral, pero no al nivel de Reig Plá, y que está actuando con celeridad en lo relativo a la pederastia clerical); o -lo que parece más probable- que los obispos cedan la responsabilidad de la presidencia al actual vicepresidente, el cardenal Cañizares, que aunque alineado en el sector conservador sí ha sido uno de los obispos que más ha trabajado la faceta 'solidaria' durante este tiempo (la labor de la Iglesia valenciana fue fundamental en la acogida de refugiados en junio de 2018, y que ahora colabora con el Govern para una hipotética acogida del Open Arms).
Cañizares, además, es recordado en el Partido Socialista por sus buenas relaciones con la vicepresidenta De la Vega, que permitió no romper relaciones con el Episcopado durante la primera -y dura- legislatura de Rodríguez Zapatero.
¿Sabrán los obispos españoles captar las señales que vienen de Roma o, por el contrario, apostarán por sumarse a la resistencia de los sectores más rigoristas? La solución, a lo largo de este curso que ahora empieza.