Gipuzkoa es el lugar del Estado donde menos contribuyentes han optado por dar su aportación solidaria a la Iglesia La desafección de la diócesis de San Sebastián al obispo Munilla está llegando a límites insospechados
Gipuzkoa registra el dato más bajo de todo el Estado y también lidera el descenso interanual en la asignación tributaria
Si los fieles no lo quieren, las élites políticas, sociales y culturales de la provincia hace tiempo que le han dado la espalda
El clero asegura que Munilla no gobierna. Y lo demuestran con dos ejemplos: No cumple con el deber episcopal de hacer la visita pastoral a la diócesis y tampoco escribe cartas pastorales
El clero asegura que Munilla no gobierna. Y lo demuestran con dos ejemplos: No cumple con el deber episcopal de hacer la visita pastoral a la diócesis y tampoco escribe cartas pastorales
Desde hace años, el caso Munilla está en los despachos de Roma y de la Nunciatura apostólica española. ¿Se atreverá a cambiarlo de sede el Nuncio Auza?
Es uno de los obispos malqueridos de España. Lleva 11 años en la diócesis y ni siquiera el paso de una década ha permitido a José Ignacio Munilla hacerse con las riendas y, mucho menos, con el corazón de la diócesis de San Sebastián. Laicos y hasta sus propios curas llevan años movilizados públicamente contra él (algo inédito en el mundo) y, ahora, la puntilla se la viene a dar la cruz de la renta en la casilla de la Iglesia, que coloca a su diócesis en el último lugar del pelotón de cola de la contribución a las arcas eclesiásticas.
Y eso que el número de declaraciones a favor de la Iglesia en la última campaña de la renta aumentó hasta los 8,5 millones de contribuyentes y la recaudación creció un 6,19% con respecto al ejercicio anterior, alcanzando el máximo histórico (desde 2007, que se aprobó el actual sistema de asignación) de 284,4 millones de euros.
Los buenos datos en el Estado no se han replicado en Gipuzkoa, que se ha convertido en el territorio donde más contribuyentes han dejado de marcar la casilla de la Iglesia católica (la caída ha sido del 2,90%, lo que ha supuesto dejar de ingresar casi 331.000 euros).
Gipuzkoa es también el lugar del Estado donde menos contribuyentes han optado por dar su aportación solidaria a la Iglesia: solo un 17,28%. Y eso que la situación en el resto de Euskal Herria se asemeja más a la media estatal (32,32%), donde prácticamente se duplican los datos guipuzcoanos: 33,18% en Álava, 29,3% en Bizkaia y 32,56% en Navarra.
Aunque también se han experimentado descensos en otras latitudes: En Bizkaia, del 0,82%, en Álava del 1,26% y en Navarra del 1,31%. En el Estado, las declaraciones de la renta que marcan la equis de la Iglesia han caído casi un punto (0,98%) en un año, lo que no ha evitado que se recauden 260.937 euros más que el ejercicio anterior.
Una realidad bien distinta a la de Euskal Herria, donde la caída en Álava se ha traducido en una pérdida para las arcas de la Iglesia de casi 219.000 euros en el último año, una rebaja de 261.000 euros en el caso de Navarra y donde Bizkaia, pese a la caída de contribuyentes solidarios con la Iglesia católica, ha conseguido mantener el nivel de recaudación con un discreto incremento de 7.000 euros.
Es llamativo, sin duda, que, en Gipúzcoa el porcentaje haya caído tres puntos en el último año. Comparado con Vizcaya y Alava, que siguen la tónica del resto de España, la caída de Gipúzcoa es muy significativa: casi un 10% menos que en las provincias vecinas.
Tanto en Madrid como en Roma, este descalabro se lo achacan, en parte, a monseñor Munilla y sus tensas relaciones con amplios sectores de la sociedad donostiarra.Y es que no hay sector social significativo alguno que se lleve bien con el obispo donostiarra. En efecto, la escasez de cruces en la casilla de la Iglesia es signo evidente de la desafección de la gente. Y si los fieles no lo quieren, las élites políticas, sociales y culturales de la provincia hace tiempo que le han dado la espalda.
Y hasta sus propios curas están deseando que se lo lleven, tras más de una década de pronunciamientos públicos en su contra. Sin éxito alguno, al menos hasta ahora. La gente y los curas no sólo señalan por haber sido un obispo 'impuesto' desde fuera por mandato del entonces vicepapa español, cardenal Rouco Varela, sino que, además, le reprochan faltas graves en su desempeño episcopal.
En primer lugar, una ruptura evidente de la comunión afectiva y efectiva con sus sacerdotes. En segundo lugar, el clero asegura que no gobierna. Y lo demuestran con dos ejemplos: No cumple con el deber episcopal de hacer la visita pastoral a la diócesis y tampoco escribe cartas pastorales.
Munilla se contenta, según sus curas, con haberse convertido en un obispo 'influencer' en Internet, pero hasta en la Red se nota la desafección de su gente, porque el 80% de sus seguidores proceden de Latinoamérica. Eso sí, cuenta con una especie de guardia de corps clerical, integrada por un puñado de curas 'revertidos', así llamados por sus compañeros de presbiterio, porque muchos de ellos se sometieron, al parecer con éxito, a las técnicas de reversión de la homosexualidad. Y, por último, sigue contando con el apoyo incondicional del cardenal Rouco, al que los curas donostiarras siguen llamando 'el Padrino'.
A pesar de sus contados apoyos, ¿cómo es posible que un obispo malquerido por el pueblo y por el clero permanezca al frente de su diócesis después de más de una década? Primero, porque monseñor Munilla vive la mística del 'elegido' y, en base a ella, se siente designado por el mismo Dios para pastorear a su pueblo, aunque las ovejas se le escapen del redil y huyan de su rebaño.
Y segundo, porque el episcopado ha funcionado (y, al parecer, sigue funcionando, incluso en el pontificado de Francisco) como una auténtica casta de altos funcionarios de lo sagrado, a la que nadie pide cuentas y que goza de total impunidad. Es la plaga del clericalismo, a la que tanto vapulea el propio Papa.
Desde hace años, el caso Munilla está en los despachos de Roma y de la Nunciatura apostólica española. ¿Se atreverá a cambiarlo de sede el Nuncio Auza, una vez que ha abierto el melón episcopal del País Vasco, con el gtraslado de Mario Iceta a Burgos? Dicen que podría salir a una pequeña diócesis de Castilla, donde puedan quererlo un poco más que en San Sebastián.