"No salimos más que a comprar el pan o a tirar la basura" Monjas de clausura ante el encierro: "Se puede vivir sin salir a la calle"
No encienden la televisión y las noticias les llegan por la señora que atiende la portería
"Pasamos el día trabajando, hacemos bordados, tenemos que limpiar la casa y tenemos también nuestras horas de rezo"
| EFE
"Estamos muy acostumbradas y lo vivimos con la mayor naturalidad, porque no salimos a la calle más que a comprar el pan o a tirar la basura", comenta Sor Luz Divina, del Convento de las Mercedarias Descalzas de la Purísima Concepción en Madrid, que junto a otras monjas de clausura tranquilizan a la población al asegurar que "se puede vivir" en estas circunstancias.
Así lo atestigua Sor María, la Hermana Mayor del Monasterio de Santo Domingo el Real, en Madrid, que asegura que se puede vivir incluso con "un poco de estrechez si hay necesidades".
Pese a vivir encerradas, las monjas de clausura también han notado un ambiente distinto en Madrid estos días, tal y como confiesa Sor María Amada de Jesús, la Hermana Superiora del Convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso, quien tras acudir al dentista notó que "había muy poca gente por la calle".
Su convento está situado en pleno centro de Madrid, en la calle Lope de Vega, y en él conviven trece religiosas que están viviendo la pandemia del coronavirus con preocupación.
"Nos llegan noticias de que está muriendo mucha gente y de que esto va a toda marcha, como dicen ahora", cuenta a Efe, al tiempo que explica que no encienden la televisión y que las noticias les llegan por la señora que atiende la portería.
Es la misma fórmula que utilizan las trece religiosas que componen la comunidad de concepcionistas franciscanas que conviven en el Convento de San Pascual, en la localidad madrileña de Aranjuez.
"Nosotras no oímos noticias, solo las que nos da la gente", dice la hermana María Anunciación, que tan sólo ha salido del convento en los últimos días para acompañar en el hospital a una compañera de 95 años que ha estado ingresada.
Ellas viven con normalidad la clausura que se ha impuesto en la sociedad durante estos días para evitar el contagio por coronavirus y que será mayor a partir de hoy, cuando entra en vigor el estado de alarma decretado por el Gobierno que limitará los movimientos, ya que es algo que eligieron por vocación.
"Pasamos el día trabajando, hacemos bordados, tenemos que limpiar la casa y tenemos también nuestras horas de rezo. Digamos que nuestra vida contemplativa de monja de clausura la llevamos muy bien", confirma María Anunciación, encargada de atender al teléfono y al timbre.
El suyo es un convento gestionado por Patrimonio Nacional, que también ha tomado medidas ante la crisis sanitaria y ha trasladado la orden de que no entre nadie en el recinto durante los próximos días.
"Nos están trayendo todas las cosas al torno, pero no abrimos a nadie, ni siquiera a algún trabajador", dice la religiosa, que comenta que estos días rezan "mucho más" de lo habitual, también a petición de gente que llama y pide que lo hagan por ellos.
Las entradas también se han restringido en el Convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso, en Madrid, donde han sido canceladas las visitas previstas a la tumba de Cervantes, que congrega una media mensual de ocho o diez grupos de no menos de diez personas.
Una situación más compleja se ha vivido estos días en el Convento de las Mercedarias de la Purísima Concepción, también en la capital. Allí, una congregación de ocho religiosas de clausura y apostolado gestiona un colegio con más de un centenar alumnos que, desde el pasado martes, se ven obligados a recibir clase mediante una plataforma de internet, tras el cierre de los centros educativos decretado por la Comunidad de Madrid.
Una de las religiosas, Luz Divina, pide a los ciudadanos que sigan las normas establecidas por las autoridades sanitarias, incluido el encierro, porque "todos tenemos que pensar en los demás y no en nosotros mismos".