Entrevista exclusiva al secretario general de la Pontificia Comisión para América Latina Rodrigo Guerra: "El Papa es uno de los nuestros, de nuestro pueblo, de nuestra historia, que ha olido nuestras calles y nuestras tierras"
"Francisco está de buen humor, y eso creo que es una muy buena señal de salud espiritual y psicológica"
"Creo que el Papa tiene todavía mucha energía y una gran capacidad para sorprendernos a todos"
"Hoy América Latina podría ayudar muchísimo a España, a recuperar por ejemplo una capacidad misionera, una religiosidad popular más potente, un compromiso con los más pobres menos burgués"
"El de las migraciones masivas es un fenómeno nuevo. No estábamos preparados. Tenemos que llegar como Iglesia a abrazarlo en su totalidad y a comprometernos con lo que significa en materia de lucha por la justicia en clave cristiana"
"Crimen organizado, corrupción e impunidad son un trinomio, que lamentablemente altera todo. El corrupto se vuelve corruptor"
"Hoy América Latina podría ayudar muchísimo a España, a recuperar por ejemplo una capacidad misionera, una religiosidad popular más potente, un compromiso con los más pobres menos burgués"
"El de las migraciones masivas es un fenómeno nuevo. No estábamos preparados. Tenemos que llegar como Iglesia a abrazarlo en su totalidad y a comprometernos con lo que significa en materia de lucha por la justicia en clave cristiana"
"Crimen organizado, corrupción e impunidad son un trinomio, que lamentablemente altera todo. El corrupto se vuelve corruptor"
"Crimen organizado, corrupción e impunidad son un trinomio, que lamentablemente altera todo. El corrupto se vuelve corruptor"
Rodrigo Guerra López (Ciudad de México, 1966), el secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, estuvo en la Universidad San Dámaso de Madrid, donde pronunció una vibrante lección magistral 'a brachio' (sin papeles) sobre ‘Una Iglesia en movimiento: la evangelización en América Latina en tiempos de cambio de época’. En entrevista exclusiva con RD, reconoce que Francisco es 'uno de los suyos', que "tiene todavía mucha energía y una gran capacidad para sorprendernos a todos". Prueba de ello es que "Francisco está de buen humor, y eso creo que es una muy buena señal de salud espiritual y psicológica".
Está convencido de que "hoy América Latina podría ayudar muchísimo a España, a recuperar por ejemplo una capacidad misionera, una religiosidad popular más potente, un compromiso con los más pobres menos burgués". Cree también que la Iglesia no estaba preparada para el fenómeno de las migraciones masivas y denuncia el "trinomio" del crimen organizado, corrupción e impunidad, con el que "el corrupto se vuelve corruptor".
¿El movimiento de la Iglesia latinoamericana hoy es real y uniforme? ¿Ese sustrato del que hablabas sigue estando vivo y activo?
Como siempre, hablar de la Iglesia de América Latina es hablar de algo demasiado grande. A veces en Europa no hay mucha conciencia del tamaño, de la extensión territorial, de la población, pero es realmente eso: es hablar de muchos mundos. Y por lo tanto el movimiento no es uniforme. En cada país, en cada región existen avances, retrocesos, momentos de pasmo diferenciados.
Sin embargo, creo que algo que se puede decir con alegría y con esperanza es que nuestro pueblo, en especial nuestro pueblo pobre, sigue sintiendo la interpelación de Jesús, sigue, en muchas ocasiones, ayudando a la propia Iglesia a recuperar la conciencia de la centralidad de la persona viva de Jesús, que se ha hecho pobre entre los pobres.
Y por lo tanto, hay una vida, hay una vida muy bella, que se nota en las comunidades de vida consagrada, que se nota en tantas experiencias laicales y en muchas luchas por la justicia, que en toda América Latina, no solamente en el pasado, sino aún en el presente, se siguen dando, y en donde los cristianos seguimos siendo protagonistas.
Por supuesto que hay deterioros significativos en Brasil, en Chile y en otros países, a causa de distintos procesos de erosión, me atrevo a decir, de la propia Iglesia Católica, que han hecho que avancen otras denominaciones religiosas. Eso es inocultable. Y sin embargo, sigue habiendo una vitalidad y una fraternidad que opera sobre la Iglesia Católica. Sobre todo en los momentos de desgracia, de dificultad, creo que la sigue habiendo. Y es un signo de esperanza, nunca perfecta. Siempre en medio de momentos tristes, de pasmos.
Yo siempre pongo como ejemplo el que, después de la quinta conferencia del Episcopado Latinoamericano, en el 2007 en Aparecida, hubo una gran invitación a hacer una gran misión continental, que no se realizó. Para decirlo rápido: Hubo intentos diocesanos muy bonitos, pero, en general, esa gran movilización que se esperaba que se volviera un estilo permanente no se dio.
De hecho, en Latinoamérica seguís teniendo una jerarquía muy francisquita. Es decir, así como en Norteamérica se ve perfectamente que hay ciertos cardenales, ciertos obispos, que son muy críticos con el Papa Francisco, en Latinoamérica no conocemos a nadie de la jerarquía, que se haya posicionado en contra del Papa.
Yo diría que el 99'99% de los obispos en América Latina, por ejemplo, en el momento fuerte de la controversia en torno a Fiducia supplicans, inmediatamente reaccionaron de manera favorable. Me da mucho gusto que uno de los primeros episcopados que reaccionó, proclamando su total acogida a esta declaración, fue el episcopado mexicano; el peruano tardó un poquito, pero tuvo una declaración extraordinaria. Monseñor Spengler, presidente de los obispos brasileños y presidente del CELAM, pronunció una de las declaraciones más breves, más sintéticas y, desde mi punto de vista, más profundas de todas, cuando dijo que, para entender Fiducia supplicans basta entender que las personas en una situación irregular o las personas homosexuales son personas. Fin de la declaración.
Me encantó la declaración de Spengler, porque da en el clavo, en el corazón: recuperar la centralidad de la persona real, no de los conceptos, sino de la persona real, al momento de hacer pastoral.
El hecho de tener un Papa latinoamericano imagino que es un orgullo para toda Latinoamérica. ¿El hecho de que sea argentino le resta simpatías?
Pues, la verdad, no; creo que no. En América Latina, no.
En tu conferencia, de hecho, hablabas de que los latinoamericanos os sentís hermanos
Sí, es que realmente nos queremos. Los argentinos son siempre muy queridos, por ejemplo en México, en Colombia. Se les recibe siempre e, inmediatamente, uno empieza a pedirles algún tango y alguna cosa así. Creo que hay una fraternidad muy bella. Luego vienen nuestras divisiones, nuestras diferencias políticas, etc. Pero casi siempre la premisa inicial de cualquier relación es: 'Qué bueno que me encuentro con un latinoamericano, porque es uno de los nuestros'. Y eso también pasa con Francisco.
Cuando fue elegido, en otras partes del mundo, empezaron algunos a afirmar: es jesuita. Otros, es argentino. Otros decían: es de derechas. Otros, es de izquierdas. En América Latina, el comentario principal fue: Es uno de los nuestros. Y eso es muy bonito, porque a lo mejor algunos no lo conocían, pero inmediatamente identificaron que era uno de nuestro pueblo, de nuestra historia, que ha olido nuestras calles y nuestras tierras. Y entonces eso pues nos llenó de esperanza y sigue llenando de esperanza a muchos en América Latina.
Un orgullo, una esperanza y, además, un Papa que hace denuncias directas, que atañen muchas veces a Latinoamérica. Por ejemplo, en el tema de la migración
Sí, la migración está creciendo. Creo yo que tendencialmente aumenta. Y es muy triste, porque nadie migra por turismo. La gran mayoría de las personas que migran, lo hacen por desesperación, por inseguridad, por tener que abandonar el propio terruño y partir a otra latitud. Porque hay una situación realmente de... de desesperanza y de hartazgo imposible de sostener. Entonces, tomando en cuenta esto, hay que pensar que, muy posiblemente, la injusticia estructural que vivimos en América Latina seguirá generando migrantes y como Iglesia tendremos que acompañar estos procesos humanos y en el fondo cristianos, que se dan al momento de emigrar.
Hoy, por ejemplo, hay nueve vuelos diarios de La Habana a Nicaragua, para migrar hacia México, en donde los cubanos se detienen en Chiapas a esperar la aprobación del gobierno norteamericano, para ingresar al territorio del hermano del norte. Más los salvadoreños, más los venezolanos, más los haitianos, que hoy están, por ejemplo, en Monterrey, en Nuevo León, en proporciones gigantescas. La migración venezolana, pues, por todos lados de América Latina, en fin.
El de las migraciones masivas es un fenómeno nuevo. No estábamos preparados. Tenemos que llegar como Iglesia a abrazarlo en su totalidad y a comprometernos con lo que significa en materia de lucha por la justicia en clave cristiana. La gente se lamenta de la migración y exige una migración ordenada, cosa razonable, pero tenemos inmediatamente que completar que el origen de la migración son situaciones insostenibles en donde también como Iglesia necesitamos un nuevo protagonismo para corregir evidentemente abusos de poder y situaciones de inseguridad gravísimas.
Voy a poner un ejemplo, un ejemplo a lo mejor doloroso, pero del que estoy convencido. Monseñor Gregorio Rosa Chávez, antiguo amigo y secretario de don Oscar Arnulfo Romero, nuestro gran santo, por supuesto que conoce las tendencias y preferencias políticas de su pueblo, pero lamenta que la alta represión que hay y el encarcelamiento de tantísimos inocentes esté generando también una nueva situación de injusticia que tarde o temprano también se transformará, por ejemplo, en personas que a lo mejor no puedan vivir en El Salvador. A esto se le suma Nicaragua, Bolivia, Perú, Venezuela, en fin.
¿El narco y la corrupción se imponen en Latinoamérica, incluso a nivel estatal? El caso de Ecuador puede ser paradigmático
El tema del narcotráfico es un tema muy delicado. Siempre hay que hablar con mucho cuidado de él.
¿Delicado por peligroso?
Es delicado por peligroso, claro. Porque en varios territorios las fronteras entre narcotráfico y gobierno se han disuelto. No es que el gobierno colabore con el narcotráfico, es que ya no hay distinción en algunos lugares de América Latina. Los cárteles ya no son estrictamente de un solo país. El famoso cártel de Sinaloa, el famoso cártel Jalisco Nueva Generación operan en Ecuador. Y están involucrados, al parecer, según algunas investigaciones, en el asesinato de un candidato. Entonces, estamos hablando de un momento nuevo, en donde el narco, que aparece a veces en los programas de televisión caricaturiza muchas cosas, no describe exactamente el nuevo momento.
Hoy, el narco es una industria transnacional, altamente tecnologizada, diversificada en sus formas de lavado de dinero. Una industria corrupta y corruptora, que está operando en toda la región latinoamericana. Y determinando, en muchas ocasiones, los destinos electorales de América Latina. Al menos, de manera parcial. Y esto es muy preocupante. Porque es un tema que se suele analizar de manera aislada. A veces un poco desgajado de cuestiones económicas, políticas, medioambientales. Pero no es así. El tema del narcotráfico es una de esas tristes realidades que está vinculada con todas las demás. Todo tiene relación con todo. Como nos recuerda habitualmente el Papa en Laudato Si. Y el narcotráfico lamentablemente se ha infiltrado en una gran cantidad de realidades. Y las está distorsionando. Simplemente, pensemos en las distintas modalidades de lavado de dinero, que, en algunos países, derivan en industria hotelera; en otros, en industria farmacéutica; en otros, en negocios aparentemente sanos, pero que realmente están movidos por dinero que tiene una procedencia muy lamentable.
¿Eso quiere decir que el capitalismo está utilizando al narcotráfico, para seguir lucrándose directa e indirectamente?
Tengo la impresión que, lamentablemente, el narcotráfico utiliza todos los mecanismos del mundo global, sobre todo de estirpe neoliberal, para operar no solamente en los países con gobiernos de derechas y proclives al libre mercado, sino también para operar, lamentablemente, en gobiernos que, en sus orígenes, tuvieron una causa social. Y sin embargo, se vuelven corruptos y corruptores, al momento de colaborar, muchas veces de manera discreta o secreta, con las autopistas nuevas que se han abierto en materia de narcotráfico. Esto es muy lamentable.
Por supuesto, para documentar esto, se requiere investigación por parte de los especialistas. Para que no sean meras especulaciones, sino que realmente esto pueda ofrecerse como material de análisis y de información a la sociedad. No es mi posición hacer ahorita ese tipo de documentación, pero sí reconocer que hay un nuevo momento histórico para América Latina en materia de narcotráfico. Un momento altamente peligroso.
Vuelvo a poner ejemplos. En Ecuador se afectó un proceso electoral con la actividad del crimen organizado, aparentemente de origen mexicano, pero que realmente ya es una industria internacional, en donde lo menos relevante es el ser o no ser mexicano.
¿El narco es otra variable en el fenómeno de la corrupción, que también está sacudiendo a muchos países latinoamericanos?
Sí, sí. Crimen organizado, corrupción e impunidad son un trinomio, que lamentablemente altera todo. El corrupto se vuelve corruptor. Y de esa manera entonces se descompone todo su entorno. Lo hemos visto tantas veces en América Latina, en donde un problema de narcotráfico se vuelve luego complicidad gubernamental, empresarial, social y, al final, se crea una cultura realmente muy descompuesta y violenta. Por ejemplo, en amplios territorios de México.
Hablando de México, ¿cómo ves a la Iglesia mexicana desde la atalaya del Vaticano?
Mi juicio es muy parcial, al mirar la Iglesia de México, porque pues yo soy mexicano. He tenido la oportunidad de colaborar con algunos obispos durante larguísimos años en México, colaborando en la redacción de documentos, atendiendo coyunturas sociopolíticas delicadas. Lo que me atrevo a decir es que, en general, el episcopado mexicano es un episcopado que trabaja, cercano, gracias a Dios, a los más pobres. A veces el mundo de los micrófonos y de los reflectores no le es tan familiar. Y por eso, a veces, los obispos no son lo más exitosos que deseáramos en términos mediáticos. Pero me consta que la gran mayoría hoy trabaja a favor del pueblo.
¿Por qué digo hoy? Porque hubieron épocas, hace 20 años o más, en donde, por ejemplo, existía hasta un club episcopal, que vivía al margen de todas estas inquietudes y que lastimó fuertemente la vida de la Iglesia en algunos momentos delicados. Recuerdo mucho toda la coyuntura del año 2000, en donde los obispos mexicanos en general logran un consenso a favor de la alternancia en el poder y lo expresan a través de una valiente carta pastoral, importantísima. Y sin embargo, unos pocos, pero muy influyentes obispos, creían y querían que el partido oficial siguiera en el poder y lastimaban procesos sociales y pastorales importantes. Eso hoy prácticamente ya no existe. Ese tipo de clubs tan peculiares que había en México ya no existen. Rogelio Cabrera, el presidente de la Conferencia Episcopal es un hombre bien bueno. Muy bueno, prudente y sabio. En medio de una situación, por ejemplo, de violencia y de inseguridad, que exige cuidado, hay que avanzar con cuidado en el mundo mexicano, para no ir a meter a los propios agentes de pastoral en problemas.
En tu conferencia, hiciste una mención muy especial al Cardenal Aguiar, entonces obispo de Texcoco, por su decisivo papel en la conferencia de Aparecida, que desconocíamos
El caso de Aguiar es un caso muy interesante. Es un queridísimo amigo. Conozco bien su historia personal. Y solamente señalo un punto que, a veces, no se ha comentado. Y como no está comentado, creo que es bueno decirlo. Pero los grupos de ultraderecha, durante larguísimos años, se encargaron de estar continuamente mandando informes en contra del obispo de Texcoco, que era Carlos Aguiar. Para tratar de minarlo, de acusarlo de teología de la liberación, de teología indígena, de espionaje, de todo tipo de cosas realmente extrañas y muy lamentables. Él nunca se defendió de todo eso. Siempre, con una gran paz, trataba de oír esas críticas, pero seguir avanzando. En algunos momentos se oyó que podría ser arzobispo de Monterrey. En otros, que él sería arzobispo de Guadalajara. Entonces, se incrementaban las críticas y se le trataba de señalar como responsable de cosas realmente indecibles. Con el paso del tiempo, todas esas críticas, curiosamente, le sirvieron para hacerle ver al Santo Padre que, al contrario, Carlos Aguiar era un hombre de enorme confianza, que había ayudado en Aparecida fortísimamente, insistiendo en la importancia del cambio de época. Mostrando a los obispos que había que dejar cualquier idea de cristiandad en la interpretación de los signos de los tiempos y, más bien, pasar a un momento de apertura, a un escenario inédito a nivel cultural, que se estaba comenzando a vivir en América Latina.
Hizo mucho bien Aguiar, al introducir el tema del cambio de época. Y el Papa lo ha recogido y lo ha colocado al interior de su propio magisterio pontificio. Pues esto es grande.
Quizás por eso, el Papa lo colocó como arzobispo de Ciudad de México y como uno de los líderes de la Iglesia mexicana
A Carlos Aguiar le tocó una cosa muy difícil, que es ser arzobispo de la Ciudad de México con el antecedente del Cardenal Norberto Rivera, que generó un ambiente clerical en la arquidiócesis, con muchas dificultades, con muchos grupos divididos, con filias y fobias, etc. Y el Cardenal Aguiar ha tenido que sufrir esa situación. Por ejemplo, no es ningún secreto que el antiguo vocero del Cardenal Norberto le generó dificultades al Cardenal Aguiar. Pero el Cardenal Aguiar ha tratado, yo digo muy heroicamente, de acoger toda esa realidad, de ser padre de todos y de tratar de llevar a la arquidiócesis de México hacia adelante. Le quedan ya pocos años y seguramente estará empezando a encauzar la diócesis para un nuevo momento.
¿Cómo está el Papa Francisco, visto por alguien como tú, que tienes la suerte de verle a menudo, de estar a su lado, de ayudarle?
El Papa Francisco, en primer lugar, está de buen humor, y eso creo que es una muy buena señal de salud espiritual y psicológica. Obviamente con los límites de la edad y de las enfermedades que ha tenido, pero conforme algunos analistas van anunciando el fin del pontificado él acelera y pisa más y abre nuevos frentes y muestra que él hasta el último momento de su pontificado estará trabajando por llegar a la última frontera, es decir, a vivir lo más intensamente posible la doctrina del concilio, aún en temas y en horizontes a los que muchos de nosotros no estábamos preparados ni sospechábamos que la Iglesia ingresaría a ellos.
¿Será capaz de llevar esos proyectos, que tienen que ver con las reformas y con el Sínodo, a buen puerto?
Yo creo que el Sínodo, por supuesto que sí. El Papa está muy entusiasmado con el sínodo y con, eventualmente, meditar la posibilidad de una exhortación postsinodal, que oriente y que discierna toda la riqueza de las cosas que se han comentado en los espacios sinodales. Yo creo que el Papa tiene todavía mucha energía y una gran capacidad para sorprendernos a todos ¿Cuántos de nosotros, con cercanía y empatía con el Papa, muchas veces somos los primeros en quedarnos sorprendidos, al verle tomar decisiones y avanzar en escenarios que no preveíamos? Y eso habla de que hay una juventud de espíritu indiscutible en este Papa providencial.
Hace unos días nos sorprendió, hablando del diaconado de la mujer, por ejemplo, y volviendo a insistir en que se siga estudiando
Creo que toda la reflexión que él ha querido que se haga en la Iglesia, para reconciliar el papel de la mujer, va por muy buen camino. Por un lado, Francisco conoce todas las teologías feministas y todos los aportes, muy importantes, que han tenido a lo largo de los últimos 30 años. También ha insistido en explorar el tema del 'principio mariano' un poco siguiendo en parte algunas intuiciones de Balthasar. Recientemente, ha prologado un libro en donde hay una revisión crítica de la perspectiva de Balthasar e invitó a una reunión del Consejo de Cardenales a tres mujeres, una de ellas obispo de la Iglesia Anglicana. El Papa avanza lo más que puede en la escucha y luego vendrá el discernimiento.
Recordemos que hace muy pocos días se ha publicado un importante documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, diciendo que la materia y la forma de los sacramentos no puede ni debe ser alterada. Eso toca también el tema de la ordenación, en donde la materia de la ordenación es el varón y, por lo tanto muy posiblemente, muy posiblemente el diaconado femenino no sea ministerial, pero sí sea una recuperación del diaconado en un sentido más amplio. No dentro del sacerdocio, no dentro del ministerio sacerdotal, pero sí alguna nueva forma de servicio diaconal que la mujer tenga que vivir, para poder tener un protagonismo infinitamente mayor que el que ha tenido a lo largo de los siglos en la Iglesia. Creo que por ahí va la intuición del Papa. Ahora, me puedo equivocar perfectamente, porque el Papa está en momento de discernimiento.
Si no va más allá en el tema de la mujer en la Iglesia, ¿crees que es porque hay riesgo real de cisma?
No, no creo que sea por temor a un cisma, sino porque creo que el Papa está explorando si realmente hay fundamento. En el tema de los sacramentos, llegamos a un lugar siempre de discusión teológica delicado. Algún obispo hace algunos años en México me decía: 'Tal vez hubiera sido mejor que, para consagrar, en vez de vino se utilizara yogur, porque no tiene alcohol, es más nutritivo, pero no, Jesús escogió el vino y el pan ázimo, y entonces la Iglesia, en fidelidad al gesto que deja Jesús, para quedarse con nosotros a nivel sacramental, continúa con esta disciplina, que no es meramente una decisión prudencial o meramente disciplinar, sino parte del corpus fuerte, dogmático de la teología de los sacramentos'.
El caso de la mujer y su posible ordenación creo que tiene que ser revisado en ese sentido.El Papa ha animado a la investigación y, si la investigación llega a una especie de lugar sólido de que no hay compromiso con el ser varón sino que la ordenación sacerdotal puede estar abierto al varón y a la mujer, en donde el diaconado sería el primer grado del sacerdocio, no tendrá problema ni se limitará por riesgos de cisma. El Papa de veras no actúa por temores ni por presiones mediáticas, pero si no hay claridad en ese punto, continuará lo que se ha vivido en los últimos dos mil años.
¿Y si el Santo pueblo de Dios se lo pide al final del proceso sinodal?
Hay que entender también un poco qué es un sínodo. El sínodo es una ayuda, que requiere el ministerio de la Iglesia del sucesor de Pedro, para poderse ejercer a plenitud, escuchando, el sensus fidelium. Es una ayuda, pero no es una sustitución. Si todo el pueblo de Dios pide una cierta cosa (ésta o cualquier otra), el Papa tendrá que escucharlo, seguramente lo escuchará, además con gran atención, pero el punto es ayudarle a él a su propio discernimiento como sucesor de Pedro, y él es responsable ante todo como sucesor de Pedro de atender las voces sinodales, de custodiar el depósito de la fe. Eso sí, habiendo escuchado la voz del pueblo de Dios, y eso yo creo que, si se vuelve estilo permanente en la Iglesia, será un avance notabilísimo, para que la voz de la Iglesia realmente sea reconciliada como parte de la voz de Dios en la historia.
¿No vamos a llegar ya tarde, hagamos lo que hagamos, en ese tema, porque, como decía el cardenal Martini, llevamos 200 años de retraso?
El tema es que ir adelante o atrás en estos asuntos, al momento de ser considerados al interior de la vida de la Iglesia, tiene un parámetro distinto al del ritmo de la sociedad y sus preocupaciones y su toma de conciencia. El ritmo es el de la maduración y de la comprensión del depósito de la fe. Y éste es un ritmo distinto al progreso en materia de derechos humanos o de igualdad, que, por supuesto, ha ido cambiando y ha ido avanzando. Y ha ido mejorando, sin embargo, en la Iglesia. A la hora de afrontar un tema como el sacerdocio, hay que mirar el depósito de la fe y ver si eso está ahí adentro o no está adentro y, si no está adentro, por qué entenderlo. Hoy creo que, por lo que suele decir, el Papa muy posiblemente se inclina en que el sacerdocio ministerial no será un sacramento accesible a las mujeres, pero sí una reconsideración total del papel de la mujer en el interior de la Iglesia, para que, sin sacerdocio, sea más protagonista y participe más en el gobierno. En eso, yo lo veo totalmente comprometido y ya te digo que habrá nuevos nombramientos de mujeres en la curia romana en un futuro posiblemente próximo.
Para finalizar, Jesús Bastante quería hacerte una pregunta: Vienes de México, vives en Roma y hoy estás en España ¿Qué posibilidades hay de establecer puentes, de volver a establecer esos puentes que históricamente existieron entre España y Latinoamérica, y que Madrid, que México sean puentes, para generar una nueva cultura, un nuevo impacto comunicativo y presencial de Iglesia, un nuevo movimiento?
Hace un rato, con unos amigos, comentábamos algo muy parecido. En América Latina se ama a España y a los españoles. Cuando llega un sacerdote, un misionero, un laico, un consagrado español, en general se les acoge bien. Hay algunas situaciones ahí en particulares en algunos países, donde puede haber alguna resistencia, pero, en general, se acoge muy bien, se aprecia a España, se quiere a España, se agradece de veras la presencia misionera de España, no de hoy sino de cinco siglos. Entonces, del lado de América Latina creo que hay un enorme deseo de estar más vinculados. Creo que el reto fuerte es (lo voy a decir así, espero que no sea mal interpretado) que España y Europa se descubran necesitadas de esa vida modesta, pobre en recursos materiales pero llena de esperanza y de fe, que puede aportar Latinoamérica en Europa. A veces pareciera (lo digo no tanto por experiencia en España sino en Italia), que la Iglesia de Europa se bastase a sí misma en materia de pensamiento, de pastoral, de reflexión de social y eclesial.
Como si no necesitara oír otras voces. Como si no necesitara un nuevo compromiso, una nueva alegría, una nueva forma de organizarse, de vivir la fe. Y yo creo que América Latina puede contribuir. Así como España contribuyó decisivamente en la forma de vivir nuestra religiosidad y nuestra fe en América Latina, creo yo que hoy América Latina podría ayudar muchísimo a España, a recuperar por ejemplo una capacidad misionera, una religiosidad popular más potente, un compromiso con los más pobres menos burgués, menos asistencial y más de inserción real inserción real con los más pobres. Eso se puede comunicar con alegría y por ósmosis, si hubiera una gran misión latinoamericana en territorio europeo, solicitada por los obispos españoles por ejemplo. Creo que eso sería bonito. Sé que es un gran compromiso muy utópico, sé que estamos años luz, pero hay una oportunidad providencial.
En el año 203, se celebrará el V Centenario del acontecimiento guadalupano y, además, el Papa ha invitado a celebrar un Jubileo Intercontinental (él ha usado esta expresión), para que España, Portugal, Filipinas, Canadá y Estados Unidos se sumen a América Latina a celebrar que hace 500 años Guadalupe ayudó a reconciliar a dos pueblos enemistados. Hoy, a lo mejor, ese mismo mensaje y esa misma presencia puede ayudar a disminuir la polarización social y los deseos de fractura más allá del continente americano. Quiero pensar que, en países como España y en general en Europa, la buena noticia del mensaje guadalupano podría ser algo novedoso, inesperado, no planeado ni buscado por nadie, pero que podría calar fuerte. Sucedió un milagro hace 500 años de reconciliación social, en momentos en que nada apuntaba a la reconciliación, gracias a María Guadalupe, ¿por qué no pensar que, tal vez, ella pueda ayudar, por ejemplo, a que España redescubra formas de vivir su unidad nuevas, a lo mejor no las convencionales, que le permitan dar un paso adelante en la historia?
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