“Con Jesús, la posibilidad de volver a comenzar siempre existe. ¡Siempre!” El Papa invita a “no dejar pasar el Adviento” para “comenzar una nueva vida”
El Adviento “es un tiempo de gracia para quitarnos nuestras máscaras y ponernos a la fila con los humildes; para liberarnos de la presunción de creernos autosuficientes, para ir a confesar nuestros pecados y acoger el perdón de Dios"
“Para acoger a Dios, no importa la destreza, sino la humildad; hay que bajar del pedestal y sumergirse en el agua del arrepentimiento”, señaló el Papa durante su alocución
Como ha venido haciendo desde comenzó la guerra en Ucrania, Francisco pidió la intercesión de la Virgen "por el martirizado pueblo de Ucrania"
Como ha venido haciendo desde comenzó la guerra en Ucrania, Francisco pidió la intercesión de la Virgen "por el martirizado pueblo de Ucrania"
"Jesús nos espera y no se cansa nunca de nosotros". El papa Francisco invitó a los cientos de fieles (entre ellos peregrinos españoles llegados de Madrid, Salamanca y La Solana) que se acercaron a la plaza de San Pedro, ya adornada con el belén y el abeto propio de las Navidades, a no dejar pasar el tiempo de Adviento "como los días del calendario".
Al final del rezo, y tras el saludo a los peregrinos, pidió a la Inmaculada Concepción, "cuya solemnidad celebramos el próximo jueves, que interceda por la paz, y especialmente por el martirizado pueblo ucraniano".
En el segundo domingo de Adviento, glosando la figura de Juan el Bautista, se preguntó, dada la descripción bíblica que lo representa "como un hombre austero y radical, que a primera vista puede parecernos incluso duro y que infunde algo de temor", las razones de por qué la Iglesia, sin embargo, cada año lo presenta “como el principal compañero de viaje durante el tiempo de Adviento".
“Más que un hombre duro es un hombre alérgico a la falsedad”, señaló el Papa, recordando su trato a fariseos y saduceos, porque él era “duro con los hipócritas, para sacudirlos”, pero, sin embargo, los pecadores acudían también a él, quien los bautizaba en el Jordán, porque “para acoger a Dios no importa la destreza, sino la humildad; hay que bajar del pedestal y sumergirse en el agua del arrepentimiento”.
“¿No somos también nosotros, a veces, un poco como aquellos fariseos?”, se preguntó Francisco, con ese tono catequético tan característico suyo. “Tal vez miramos a los demás por encima del hombro, pensando que somos mejores que ellos”, apuntó, señalando que el Adviento “es un tiempo de gracia para quitarnos nuestras máscaras y ponernos a la fila con los humildes; para liberarnos de la presunción de creernos autosuficientes, para ir a confesar nuestros pecados y acoger el perdón de Dios, para pedir perdón a quien hemos ofendido”.
De esa forma, prosiguió Francisco, “comienza una nueva vida”. Y esa forma, esa vía “es una sola, la de la humildad: purificarnos del sentido de superioridad, del formalismo y de la hipocresía, para ver en los demás a hermanos y a hermanas, a pecadores como nosotros y en Jesús el Salvador que viene para nosotros”.
“Con Jesús, la posibilidad de volver a comenzar siempre existe. ¡Siempre!”, subrayó Jorge Mario Bergoglio desde el balcón del palacio apostólico. “Él nos espera y no se cansa nunca de nosotros. Sintamos dirigido a nosotros el grito de amor de Juan para volver a Dios y no dejemos pasar este Adviento como los días del calendario, porque es un tiempo de gracia para nosotros, ahora, aquí, es un tiempo de conversión”.
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