¿Una nueva Encíclica para la Iglesia?

Un abrazo muy cordial para ti, Francisco, hermano bueno, para tod@s y para toda la creación.

El Papa Francisco nos ha escrito una admirable Encíclica, Laudato Si, sobre la Ecología Integral, porque abarca simultáneamente al hombre y a la naturaleza, como dos realidades inevitablemente unidas. Una Encíclica que va a ser verdaderamente histórica por su contenido, por su lenguaje y por su ecumenismo integrador porque implica a todos en un tema que nos afecta a todos: nos hace ver con claridad que la Tierra como casa común es de todos, depende de todos, nos afecta a todos y nos compromete a todos en todo momento, a los que andamos por la calle o por el campo como un ciudadano más, a los educadores, a los políticos, a los investigadores, a los empresarios, a los trabajadores, a los campesinos, a los economistas, a toda clase de instituciones.... No hay una sola actividad humana que no tenga algo que ver con la Ecología y el Medio Ambiente. No solamente toca un tema esencial, urgente y de plena actualidad, sino además lo hace con un lenguaje que lo entiende la gente, poco frecuente en esta clase de documentos.



Es una Encíclica dirigida a todo el mundo, pero este gran Papa, que es ahora responsable de una Iglesia gracias a la cual hemos conocido el mensaje del Gran Profeta que fue Jesús de Nazaret, que ha dado a muchos millones de seres humanos el sentido más profundo y comprometedor a sus vidas y aun nos lo sigue dando hoy a millones de seguidores de Jesucristo, creemos que tiene que asumir también un gran compromiso con la propia Iglesia, cada día más urgente y necesario.



Los que conocemos un poco la historia de la Iglesia, analizada desde una visión un poco crítica de la misma, nos damos perfectamente cuenta que ya desde muy antiguo se fue desviando progresivamente y cada vez más de la fidelidad al mensaje de Jesús. No vamos a juzgar ni mucho menos a las personas que protagonizaron los múltiples errores cometidos, ni tampoco los vamos a detallar ahora aquí, y sí reconocerle a esa Iglesia que gracias a ella y por ella misma, y a pesar todos esos fallos, ha llegado hasta nosotros el conocimiento de Jesucristo y su mensaje: Gracias, querida Iglesia, de verdad. Esto lo tenemos muy claro e incluso pedirte perdón por la responsabilidad personal que cada uno podamos tener en tus deficiencias. Pero también tenemos sumamente claro que la Iglesia actual ha perdido el tren de la historia de nuestro tiempo, y lo está perdiendo cada vez más: en el siglo XIX, con su apego a las élites conservadoras y burguesas perdió a la clase obrera, por un lado León XIII condenando el socialismo en diciembre de 1878, y por otro reaccionado tarde y a medias con la Encíclica Rerum Novarum. Posteriormente Pío X, rodeado de un grupo de incondicionales conservadores integristas, condena el modernismo, (septiembre de 1907), en la Encíclica Pascendi Domini gregis, alejando de ella a multitud de pensadores y científicos, incluso católicos, y también teólogos.



Juan XXIII con el Vaticano II intenta poner la Iglesia al día, del cual surgen importantes documentos e iniciativas concretas como las celebraciones en idiomas actuales, pero pronto vuelve a imponerse el integrismo, el Concilio queda a un lado y muchos teólogos, e incluso algunas teólogas, más en línea con el mismo Concilio y la realidad del mundo actual, son apartados de la enseñanza e incluso de hablar y escribir. Desde la Iglesia Oficial bastantes Obispos son puestos en entredicho y sustituidos por otros conservadores. Miles de Comunidades de Base en América Latina, fieles a una fe renovada y sociopolíticamente comprometida con los más empobrecidos, son marginadas, ignoradas y olvidadas, así como la Teología de la Liberación en su conjunto, acusándola de lo que no era y que sin duda constituyó la respuesta más seria y rigurosa que se dio desde el análisis integral del mensaje del Evangelio no solo a los sectores más empobrecidos de aquellos países, sino también válida para toda situación de injusticia, marginación y pobreza.



El resultado es lamentable: En la Iglesia occidental la juventud ya abandonó masivamente la Iglesia, y con la Iglesia tal como está, ya no va volver. En las Eucaristías, encuentro central de la celebración de la fe, quedan cada vez menos personas y cada vez más mayores, la gran mayoría mujeres. Muchos ya no bautizan a los niños (aunque nos cuestionemos la forma actual de hacerlo), y los pocos que hacen la Primera Comunión es más por fiesta que por fe, y la mayoría ya no vuelven más por las celebraciones. Y no digamos nada de la celebración del matrimonio por la Iglesia (aunque ya son tantos o más los que se celebran por lo civil): casi siempre se escogen las iglesias más vistosas, mas conocidas, más fotogénicas, más turísticas: ¿hay ahí algo de planteamiento de fe, de verdadera celebración del amor según Jesucristo y elemental coherencia cristiana con su mensaje?



En América Latina son cada vez más los cristianos que se pasan a otras confesiones, porque con todos sus fallos encuentran en ellas más vitalidad y cercanía comunitaria que en las católicas más rutinarias y ritualistas.



Sin Eucaristía es difícil concebir una Comunidad Cristiana: los sacerdotes que quedan, sobre todo en los países occidentales son cada vez menos, más mayores y con alguna frecuencia faltos de ilusión, y al menos en apariencia, convertidos muchas veces contra su voluntad en funcionarios, yendo a toda prisa de un lado para otro, sobre todo en el medio rural.



En los Conventos quedan muy pocas personas y casi exclusivamente ancianas.



Con este panorama, ¿qué nos queda?



Hermano Francisco, te agradecemos infinitamente todo el gran esfuerzo que estás haciendo para poner la Iglesia un poco a la altura de nuestro tiempo. Como Obispo de Roma, y responsable como Papa de la Iglesia Universal, necesitamos que ahora vuelvas tu mirada al interior de la Iglesia, igual que hiciste con Laudato Si hacia la realidad del mundo, para poner en marcha una renovación de la Iglesia desde su mismo origen, coherente con Jesucristo y su mensaje. Tu actitud y testimonio personal son extraordinarios, pero eso tan necesario sin embargo no es suficiente. Es imprescindible tomar decisiones.



Queremos que la Iglesia siga siendo fiel vehículo transmisor del Mensaje de Jesús y por eso humildemente nos atrevemos a pedirte una nueva Encíclica, dirigida al interior de la Iglesia, en el convencimiento de que:



-Hay que dar mucho más protagonismo a la Comunidad Cristiana. La Iglesia Oficial dio todo el protagonismo al clero, con lo que el pueblo se sintió cada vez más desvinculado de ella, hasta el punto que identifica la Iglesia con la Jerarquía. Con excelentes excepciones individuales, en su conjunto no se siente parte, ni mucho menos activa, de la Iglesia.



-Es necesario dar mucho más protagonismo a la mujer. La actual iglesia androide tiene los días contados. En la Iglesia oficial las mujeres no son nada, están totalmente discriminadas por razón de sexo, algo del todo contradictorio con los hechos de Jesús y sus palabras, y diametralmente opuesto al protagonismo que día a día está adquiriendo la mujer en la sociedad actual.



-La Iglesia necesita desprenderse de tanta riqueza que tiene en bienes inmuebles y en cuentas bancarias, en Santuarios, en Diócesis, en Fundaciones, en determinados emporios vaticanos, diocesanos e Instituciones, e incluso en joyas, en ropas..., para ponerlos al servicio de los pobres y oprimidos, sobre todo del Tercer Mundo. La riqueza de la Iglesia lleva siglos siendo un escándalo para todos y más para los pobres. Seguimos sin tener verdaderamente en cuenta que las piedras vivas, el templo vivo de Dios, son las personas y no las construcciones en las que se gasta demasiado y en algunos casos lujosamente, mientras el mismo Jesucristo está fuera muriendo de hambre, sed, frío, enfermedad... sobre todo en los empobrecidos del Tercer Mundo. Dios no tiene ninguna necesidad de vasos de oro, sino de almas de oro (San Juan Crisóstomo).



-Precisamente por eso la Iglesia debe hacer una opción radical por los empobrecidos desde su dimensión global: a lo largo de toda la historia bíblica, y muy especialmente en el Nuevo Testamento por Jesucristo, aparecen como los preferidos de Dios. El compromiso de la fe con los empobrecidos es una dimensión esencial de la fe misma (Mateo 25,31-46), sin olvidar a los doblemente pobres por ser pobres y además estar encarcelados por haber cogido lo que humanamente les pertenecía aunque legalmente no fuera suyo, sobre todo en el Tercer Mundo. "Dime como tratas a los empobrecidos y te diré quién es tu Dios". La opción por lo empobrecidos, desde las causas y los causantes que los producen hasta llegar a las últimas consecuencias, debería ser la opción más radical de la Iglesia, hasta que no haya ni opresores ni oprimidos; ni empobrecedores ni empobrecidos, sino que seamos todos hermanos de todos los hombres y de la Madre Tierra.



-La necesidad de democratizar la Iglesia es una urgencia evidente: la estructura de la Iglesia es desigual, asimétrica, verticalista, puramente piramidal. Esto va contra la dignidad de las personas, contra los derechos humanos y contra el mismo Evangelio: “a nadie llaméis señor sobre la tierra, todos vosotros sois hermanos, uno solo es vuestro Padre. El mayor ha de ser el servidor de todos”. En esta línea es necesario un cambio total en el Papado, desde su raíz, porque con la concentración de Poder Absoluto que tiene, un Papa, en el orden práctico, puede deshacer y cambiar por completo todo lo que otro ha hecho.



En la sociedad civil, cuando las decisiones están en manos de tecnócratas y políticos, la gente se aliena, se despolitiza, se desentiende, y aparecen los políticos de “oficio”, pero la sociedad aun tiene, cada cierto tiempo, la posibilidad de echarlos fuera. En la Iglesia no es posible. Con los tiempos que corren es imprescindible democratizar la Iglesia, dar parte al pueblo en la elección de sus ministros, y no solo en la elección, sino también en su preparación. Los seminarios de antaño, ya casi vacíos del todo, pueden y deben ser sustituidos por las Comunidades Cristianas que preparen a miembros suyos, hombres y mujeres, para ejercer permanente o temporalmente, las posibles funciones ministeriales que sean necesarias. Debe ser la propia Comunidad Cristiana la educadora en fe de sus propios miembros, una fe comprometida con la liberación, la justicia, la fraternidad, la solidaridad, la atención a los más débiles y necesitados como los niños, enfermos, ancianos, discapacitados, encarcelados, con opción preferencial por los del el Tercer Mundo porque lo necesitan más.



-La Iglesia debe desvincularse de toda connivencia con los poderes económico-políticos de este mundo. Siempre fue, y sigue siendo, un escándalo para el pueblo, y más aun para los pobres, ver a los diferentes jerarcas eclesiásticos al lado del poder económico-político. Es necesario despojar a la Iglesia de todo poder para que no sea de este mundo, pero sí sea plenamente para este mundo, la primera en luchar por la justicia y denunciar a los injustos para que dejen de serlo. Una Iglesia pobre entre los pobres, incluida la Madre Tierra, en la que ellos y ella encuentren su mejor valedor. Lo has escrito muy bien en la Laudato Si, pero es necesario que lo haga y practique toda la Iglesia.



-Restablecer el celibato opcional como una decisión puramente personal, temporal o permanente. El que optase libremente por no casarse para estar más disponible en todo momento para los demás sería bien reconocido, si bien hay personas casadas plenamente dedicadas a los demás y que desarrollan una gran actividad y compromiso con los más necesitados. En este aspecto readmitir a muchos sacerdotes casados que harían posible la Eucaristía a comunidades que ya carecen totalmente de ella o la tienen solo una o dos veces al año.



-Rehabilitar a tantos teólogos y pastores, que por ser coherentes con el Evangelio y la línea marcada por el Vaticano II, asumieron una opción preferencial por los pobres desde una clara incidencia social de cambio y denuncia de estructuras opresoras e injustas, contradictorias con el Evangelio, pero que por ser políticamente incorrectos con los poderes públicos o las posiciones vaticanas o diocesanas, fueron censurados, retirados de sus cargos y marginados injustamente.



-Retomar y actualizar las grandes líneas de las Constituciones, Decretos y Declaraciones del Concilio Vaticano II. Actualizarlos y abrirles cauces para su aplicación concreta y activa hacia el interior de la Iglesia y al exterior en la respuesta que esta debe dar al mundo actual. Entre ellas está, por ejemplo, la de Liturgia, que a pesar de que fue aprobada por 2147 votos, dos en contra y uno nulo, sin embargo necesita una reforma muy profunda, pues en su contenido y en su forma dista mucho de estar en consonancia con la realidad del mundo actual, resaltando y no marginando en especial a aquellos textos bíblicos y evangélicos que tienen un mensaje más coherente, directo y necesario para dar respuesta a la realidad del mundo actual.



-Aunque algunos misioneros ya lo están haciendo, creemos que hay que dar a las misiones una dimensión plenamente comprometida con la Educación Liberadora, en línea con la opción de Dios de liberar al pueblo hebrero oprimido en Egipto, la denuncia profética de los opresores del Hombre y de la Tierra como lo hicieron los grandes profetas de Israel, y sobre todo con la dimensión integral de la salvación inmanente-trascendente practicada y anunciada por Jesucristo que recogen los Evangelios y que refleja toda la literatura del Nuevo Testamento, para que los opresores dejen de oprimir, y los oprimidos de sufrir la opresión. Por tanto la opción misionera tiene dos vertientes inseparables, una hacia el Tercer Mundo oprimido, y otra hacia el Primero opresor, para que ambos entren en estado de salvación, sin opresores ni oprimidos.



Hermano Francisco, con la gran Encíclica sobre la Casa Común dirigida a toda la humanidad, has señalado un claro camino a seguir para el bien del hombre y de toda la creación. Con ella has prestado un extraordinario servicio a todos y a todo. Eso mismo necesitamos que hagas ahora hacia el interior de la Iglesia. Tu sabes muy bien que lo está necesitando mucho. Es pedirte un gran esfuerzo, pero igual que encontraste y contaste con más de 240 excelentes colaboradores para la “Laudato Si”, también los vas a encontrar para elaborar una nueva Encíclica para la propia Iglesia. Así seguirá acercando a las siguientes generaciones al conocimiento de Jesucristo y su mensaje, para que siga dando el sentido más profundo, enriquecedor y gratificante a nuestras vidas para el bien de todos y de toda la creación como lo acabas de hacer con la Laudato Si, y Jesús y su mensaje no queden reducidos a una reliquia del pasado como un acontecimiento más de la historia, sino que sigan siendo camino, luz, verdad y vida para toda la humanidad y toda la creación tanto para este mundo como para la plenitud definitiva, uno y otra inevitablemente vinculados entre si (Mateo 25,14-23).



Un abrazo muy cordial para ti, Francisco, hermano bueno, para tod@s y para toda la creación.-Faustino
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