Mañana se conmemora la memoria del fundador de la Institución Teresiana Consuelo Vélez: "Pidamos a Poveda, al recordar su martirio, que nos regale la fortaleza para 'no enmudecer'"

Creer bien y enmudecer no es posible
Creer bien y enmudecer no es posible

"Creyó en las mujeres. Apoyó incondicionalmente su preparación académica y supo cambiar la historia de subordinación y segundo lugar que vivían, confiando a ellas la realización de sus proyectos y cediéndoles todo el protagonismo que ellas merecían"

La dimensión profética es inherente al ser cristiano y Poveda supo encarnarla, por supuesto, respondiendo a las condiciones de su tiempo y a la manera de confesar la fe y expresar sus convicciones en su época

El próximo 28 de julio se conmemora el martirio de Pedro Poveda (1874-1936), sacerdote español, asesinado en la guerra civil y canonizado en 2003, como “mártir de la fe”. Su vida fue un testimonio de compromiso con muchas realidades.

En primer lugar, con los más pobres. Siendo seminarista en Guadix, se dedicó a buscar condiciones dignas de vida para los “cueveros” – como se les llamaba a los más desfavorecidos- porque literalmente vivían en cuevas. Pero toda acción con los últimos de la sociedad despierta sospechas y recelos de los poderosos y Poveda tuvo que salir a otro destino – Covadonga- para aplacar las persecuciones que su acción despertó. Sin embargo, lo que hizo en aquellos años aún hoy se recuerda en esas tierras y muchos de los testimonios confirman que Poveda trató a los cueveros como “personas” porque veló por sus necesidades más básicas: comida, vestido, educación. Él sabía muy bien que la fe se encarna en la vida concreta de las gentes y no se puede anunciar a Jesús si no se garantizan sus derechos fundamentales.

En segundo lugar, su aporte a la educación fue muy significativo. En su tiempo se vivía el conflicto entre la educación cristiana y la educación laica -esta última acogiendo los avances pedagógicos del momento-. Poveda supo integrar la fe con la ciencia y no temió los avances que se proponían. Por el contrario, quiso apoyarlos desde el horizonte de la fe y así abrió caminos para una educación al ritmo de los desarrollos científicos. No se quedó en la actitud de defensa que tanto daño ha hecho a la iglesia, haciéndola llegar tarde a los cambios a los que el tiempo les da la razón y resultan absolutamente legítimos. Además, cuando cerraban escuelas católicas y solo quedaba la educación pública, Poveda supo ver esa circunstancia como una oportunidad, impulsando a las maestras católicas a que trabajaran en las escuelas públicas y allí, fueran “crucifijos vivientes”. Es decir, si no dejaban poner crucifijos en las paredes por la persecución religiosa que se vivía en ese momento, no había que quedarse lamentándose sino ser ese Cristo vivo que sigue trabajando en las condiciones posibles. Para él eso era “tener la mente y el corazón en el momento presente”.

Pedro Poveda
Pedro Poveda Agencias

En tercer lugar, creyó en las mujeres. Apoyó incondicionalmente su preparación académica y supo cambiar la historia de subordinación y segundo lugar que vivían, confiando a ellas la realización de sus proyectos y cediéndoles todo el protagonismo que ellas merecían. En la fundación de su obra “La Institución Teresiana” -asociación laical de fieles-, se hizo evidente ese reconocimiento del papel que juegan las mujeres en la historia y, además, concretó su convicción de que las mediaciones educativas y socioculturales son indispensables para la transformación social.

La fe hecha “vida” en Poveda respondía a la centralidad que el misterio de la encarnación tenía para Él. Así lo expresaba: “la encarnación bien entendida, la persona de Cristo, su naturaleza y su vida, dan para quien lo entiende la norma segura para llegar a ser santo, con la santidad verdadera, siendo al mismo tiempo, humano, con el humanismo verdad”. Para Poveda no hay superposición de órdenes: lo natural y lo sobrenatural, sino una única realidad, “lo humano” donde ser como Cristo es la manera de vivir la fe que se profesa.

Una de sus convicciones que expresa esa actitud tan necesaria para vivir la fe, se podría condensar en otras de sus palabras: “Creí, por eso hablé”. Poveda las explica diciendo que “creer bien y enmudecer no es posible, es decir, mi creencia, mi fe no es vacilante, es firme, inquebrantable, y por eso hablo (…) los que pretenden armonizar el silencio reprobable con la fe sincera, pretenden un imposible. Los verdaderos creyentes hablan para confesar la verdad que profesan; cuando deben, como deben, ante quienes deben y para decir lo que deben”.

Pedro Poveda

Si atendemos a sus palabras, no extraña que haya sido mártir. Más aún, Él dice que “hay quienes pretextando una prudencia mal entendida -la prudencia de la carne, que en expresión de San Pablo es muerte, contraria a la del espíritu que es vida y paz, según el mismo apóstol, omiten la confesión de sus creencias (…) callan cuando deben hablar. Más hemos de tener en cuenta que tal silencio es inexcusable ante Dios, aunque sea de gran aceptación entre los hombres”. Es decir, la dimensión profética es inherente al ser cristiano y Poveda supo encarnarla, por supuesto, respondiendo a las condiciones de su tiempo y a la manera de confesar la fe y expresar sus convicciones en su época. Pero, como muchos reconocen, fue “un adelantado a su tiempo”. No temió a los “tiempos difíciles” sino que supo levantar su palabra y llevar a cabo obras de manera creativa y audaz.

Pidamos a Poveda, al recordar su martirio, que nos regale la fortaleza para “no enmudecer” ante todo aquello que no responde al querer de Dios sobre sus hijos e hijas y a entender bien las circunstancias sociales, políticas, económicas, culturales y religiosas que vivimos hoy para ponernos del lado correcto: del lado de la vida -comenzando por los más pobres-, de la mirada lúcida, de la palabra profética, de la creatividad, de la esperanza.

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