Entrevista a diversos filósofos y teólogos (III)
3ª ENTREVISTA: J.I. GONZÁLEZ FAUS
INTRODUCCIÓN: Estas entrevistas, realizadas durante el año 2013, forman parte de mi tesis doctoral, cuya investigación gira en torno al debolismo kenótico caritativo de G. Vattimo y sus consecuencias teológico-políticas en la postmodernidad. Aunque la base de mi tesis fue publicada en Dykinson bajo el nombre de El amor es el límite, no quise introducir en dicha obra estas entrevistas con el objeto de hacer de estas una publicación especial. Ya ha llovido mucho desde entonces. Estoy seguro de que estos profesores hubieran añadido hoy (con todo lo acontecido y después de casi diez años) nuevos aportes en sus respuestas pero no cabe duda de que las agudas y valientes palabras de los entrevistados (Andrés Ortiz-Osés, J. I. González Faus, J. A. Estrada, J. L. Sicre y J. Caputo) fueron proféticas y siguen resonando en los poquitos que supimos intuir ya entonces un cambio de época con la llegada de Bergoglio al Pontificado, la nueva interpretación filosófica, teológica y política que unía la filosofía de Vattimo, el Conc. Vat. II y las Teologías de la liberación.
J. I. GONZÁLEZ FAUS, S.I(F. Teología de Barcelona)
1. ¿Cuál es, según su opinión, la esencia de la religión cristiana? El resto que no ha considerado esencial, ¿es suprimible?
-La paternidad de Dios que crea una relación nueva con Él (= libertad responsable) y la inclusión de todos en Cristo que crea una relación nueva de fraternidad. Más la presencia de su Espíritu en lo más íntimo de cada uno de nosotros para poder captar y vivir lo anterior. El resto no es que sea sin más suprimible, pero ha de ser mirado según lo que el Vaticano II calificó como “jerarquía de verdades”.
2. ¿Hay algo infinito en el hombre finito?
-Al menos la capacidad de infinitud (finitum capax infiniti, se definía en la escolástica). Probablemente también el dinamismo que despierta esa capacidad, como quiera que se lo describa: desde el “todos queremos más y más y más”, hasta el “cor inquietum” de Agustín, o el hombre “que supera infinitamente al hombre” de Pascal o el “existencial sobrenatural” de K. Rahner…
3. La postmodernidad: ¿oportunidad para qué o crisis de qué?
-Crisis de una Modernidad prometeica y desligada de Dios, que convirtió la “libertad igualdad y fraternidad”, en una libertad contra la igualdad y contra la fraternidad. Oportunidad para una modernidad humilde y consciente de que necesita a Dios para sus ideales. Peligro de caer en un narcisismo resignado y, a la larga, egoísta.
4. ¿Son inversamente proporcionales poder y servir? ¿Cuáles son los signos de violencia-poder sobre la ciudadanía que aún se observan en los estamentos políticos? ¿Y en la Iglesia?
-No me gusta la expresión “inversamente proporcionales”. Preferiría hablar de hegelianamente dialécticos, aunque suene más pedante. En la proporcionalidad inversa crece uno disminuyendo al otro. Y aquí se trata más bien de que uno transforma al otro: el servicio se convierte en una fuente (y una forma) nueva de poder, como se ve claramente en Jesús. Y el poder se convierte en una debilidad que, a la larga, es sólo aparente. El eclesiocentrismo y el egoísmo de partido (partido- centrismo) son uno de los síntomas de esa violencia-poder, porque impiden todo diálogo. Añadamos que esos síntomas pueden darse también en las gentes que no tienen oficialmente el poder…
5. ¿Qué opinión le merece el nuevo Papa Francisco y a dónde cree nos puede llevar su papado? ¿Se trata de una evolución o una revolución?
-Lo que ha hecho hasta ahora está muy bien encaminado. Pero no quiero hacerme demasiadas ilusiones: la reforma que necesita la Iglesia no puede ser obra de un hombre solo (ni siquiera de un papa, pese a la gran centralización del sistema). Sí creo que algunos gestos o formas de sentir se han vuelto irreversibles. Pero la nueva Iglesia ha de ser cosa de todos nosotros. Un papa puede dejar hacer y liderar, sin duda; pero la reforma requiere una respuesta muy mayoritaria y responsable, con sentido colectivo y sin que cada cual se apresure a reclamar sólo su propia reivindicación particular.
6. ¿Cayó la teología de la liberación como cayó el muro de Berlín? ¿Por su propio peso, superada o aplastada?
-No. El muro de Berlín cayó para no levantarse más, aunque levantamos otros muros como el de Israel o el de las migraciones. La teología de la liberación “murió” (digamos que en un 20 % por defectos propios y en un 80% aplastada por intereses del sistema). Pero va resucitando transformada y anónima en mil realidades: la eminente dignidad de los pobres en la Iglesia ya no puede ser negada; y esto vale también para las iglesias separadas de Roma. Muchos gobiernos de América Latina (con todas las ambigüedades que se quiera) quizá no habrían sido posibles sin las semillas desperdigadas por la teología de la liberación.
7. Echemos a volar un poco el pensamiento y hagamos, si cabe, un poco de hermenéutica imaginativa. Pongamos el caso de que Jesús de Nazaret hubiese llegado ahora (en el siglo XXI) al mundo.
7.1 ¿Qué mundo (pre-cristiano) se hubiese encontrado hoy y qué mensaje-vida aportaría como novedad?
-Un mundo decepcionado y al que la decepción ha vuelto narcisista y orgulloso. La novedad de aquella frase de san Pablo: “llorar con los que lloran, gozar con los que gozan” (Rom 12,15).
7.2 ¿Cuál sería “el antídoto”, la contra oferta que nos revelaría para la infelicidad-violencia-injusticia del hombre-mundo de hoy?
-El contacto con Él y la experiencia de su Persona.
7.3 ¿Cómo se situaría en nuestra sociedad? ¿Como un hippie, como un “ciudadano ejemplar”, un revolucionario, un anti-sistema, un político, un cooperante…?
-No sé cómo se situaría porque cuento con que me desconcertaría también a mí. Pero iría bien no olvidar el aviso de Kierkegaard: si volviera hoy, volveríamos a crucificarlo (o, al menos, a intentarlo).
7.4 En la propuesta de Reino de Dios de este Jesús del s. XXI, ¿querría una Iglesia jerárquica o democrática? ¿Por qué?
-Ni una cosa ni otra: querría una iglesia-comunión. No jerárquica porque la palabra jerarquía (poder sagrado) está deliberadamente evitada en todo el nuevo testamento como designación de la necesaria autoridad. Muy democrática (más que nuestras sociedades pseudodemocráticas) en sus procedimientos. Pero una Iglesia que no cree tener ella la última palabra sino que se sabe bajo la autoridad de la Palabra de Dios.
8. Saber y amar; Grecia y cristianismo: ¿se incluyen o excluyen mutuamente? ¿Son punto y aparte, punto y seguido o punto y final?
-No me gusta esa contraposición, tan occidental, entre saber y amar. Se trata sólo de intensidad en los acentos o de direcciones del movimiento. Sabiduría no hay sólo en Grecia sino en el budismo; y la sabiduría budista lleva a la compasión. El cristianismo está lleno de propuestas que quieren ser sapienciales: como las bienaventuranzas, o el final del capítulo 3 de Juan. Y en Grecia se trasluce en algunos momentos un afán de infinitud que desborda la sabiduría: cuando Aristóteles reduce toda la ética a la amistad (y por eso puede decir que la felicidad consiste en la virtud), creo que ha desbordado lo que solemos entender nosotros por sabiduría. También la mitología griega, olvidada por nosotros (Orfeo, Ariadna, Prometeo, Dionisos,..) va mucho más allá del saber: la relación, interesantísima, entre Wagner y Nietzsche…) muestra un interés por Grecia más volcado a ese atisbo de novedad y plenitud que afrontan los mitos. Lástima que esa relación terminara tan mal (pero eso también es propio de los mitos griegos…).
9. ¿Un cristianismo débil, plural y ecuménico es una religión “descafeinada”, sin identidad ni futuro?
-Un cristianismo débil por supuesto, no tiene futuro (aplicando la debilidad al fervor con que lo viven los cristianos y no a la falta de poder exterior). Respecto a lo de plural y ecuménico más bien hay que decir que será el único con futuro si lo de plural no se entiende con menos unidad sino al revés: con más unidad precisamente en su pluralidad. Como creemos que Dios es más “uno” siendo Padre, Palabra y Espíritu, que si fuera un dios monocorde.
10. ¿Qué relación existe entre economía, religión, globalización y política?
-Cuando antes hablé de una Modernidad fracasada por creer que podía realizarse sin Dios, olvidé añadir una cosa: en realidad no ha sido una Modernidad atea sino una modernidad que adora a Mamôn: al dios dinero. Una de las frases para mí más decisivas de Jesús es aquella de “no podéis servir a Dios y a Dinero (personificado en la palabra aramea Mamôn que el cristianismo primero quiso conservar). “In Gold we trust” como parafrasea Dussel la inscripción del dólar. La relación entre Dios y economía es entonces decisiva. Añadiría que es la única que puede evitar que la globalización se convierta en ese imperialismo del dinero que concede a éste derechos que niega a los seres humanos.
11. ¿Cuál es el papel de la religión y, en concreto, el de la Iglesia en la postmodernidad?
-Synkakopàtheîn es un neologismo precioso, creado por el Nuevo Testamento, que define la misión de la Iglesia: soportar el mal con los que lo soportan, compartir las fatigas (2 Tim 2,3). Y es lo que hacía Jesús: acercarse como buen samaritano a las víctimas: vendar heridas, soltar ligaduras, pedir confianza… y levantar una voz literalmente atronadora contra todos los verdugos.