Entrevista con el teólogo Juan José Tamayo Jesús de Nazaret, Indignado con la religión y la teología oficiales (Juan José Tamayo)
En defensa de la vida
__ Juanjo, todavía nos queda hablar de otras manifestaciones de la indignación de Jesús. ¿Empezamos por la que muestra hacia la religión y la teología oficiales?
JJT ► Vamos allá. Los evangelios oponen dos interpretaciones de la religión. Una es la dogmática y legalista, que parte de verdades inmutables, se traduce en estricto cumplimiento de la letra de la ley sin atender al espíritu y desemboca en ortodoxia. Es la lógica de las autoridades religiosas. Otra es la humanista, con su teología crítica, cuyo objetivo es la liberación del pueblo y la defensa de la vida. Se trata de una teología que parte de la experiencia religiosa profunda del Dios de vida y desemboca en praxis liberadora de los pobres.
Es la teología de Jesús. Lo que está en juego en ambas interpretaciones es la actitud ante la ley y la función de la religión. Jesús no se indigna con la religión, que respeta y que intenta practicar en sus principios éticos y en su dimensión más profunda. Su indignación se dirige contra la religión oficial y sus intérpretes y leguleyos.
La ley mosaica y las tradiciones deshumanizadoras de ella emanadas constituyen uno de los principales motivos de indignación de Jesús, que llevan directamente al conflicto con las autoridades. Jesús osa corregir la Ley mosaica, quitándole su lado violento y vengativo y haciéndola más exigente en la práctica del bien y del amor a todas las personas: "Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal..." (Mt 5, 38 ss). "Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen...” (Mt 5, 47 ss). De la venganza se pasa al perdón y a la reconciliación; del odio a los enemigos, al amor.
Jesús transgrede la ley o justifica que otros la incumplan cuando están en juego la vida, la salud, la libertad y la salvación de la persona.
__ ¿Puedes ofrecer algunos ejemplos?
JJT ► Por supuesto. El primero es la comida con pecadores y publicanos. Jesús comparte mesa con ellos (Mc 2, 15-17; Mt 9, 10-13; Lc 5, 29-32) y al hacerlo, transgrede las más sagradas tradiciones de Israel. El pueblo despreciaba el oficio de los publicanos, a quienes consideraba engañadores y pecadores. Se les asemejaba a los paganos y esclavos.
Jesús llama al publicano Leví para que forme parte de su grupo de seguidores. Se trata de una persona de fuera, de un excluido, que se incorpora al movimiento itinerante de Jesús. Esta actitud integradora causa escándalo. Pero la cosa no se queda ahí. Jesús va a su casa y comparte mesa con él. Es precisamente la respuesta positiva de Leví lo que da lugar a la celebración del banquete, al que se incorporan otros recaudadores de impuestos y personas descreídas, consideradas impuras y al margen de la ley. Al comer con gente impura, Jesús se hace también impuro.
Ante el escándalo de los letrados por el comportamiento heterodoxo de Jesús, este les explica el sentido de su gesto. La comida con la gente descreída y excluida es signo de la presencia del Reino de dios entre los marginados, es decir, la salvación no llega a los que se creen justos, sino a los pecadores y marginados. Hay una acogida mutua: de la gente descreída a Jesús y viceversa. La hospitalidad es bidireccional.
__ ¿No se muestra también crítico con la religión oficial al infringir la ley del ayuno?
JJT ► Claro. Es otra muestra de indignación. Varias eran las formas de ayuno establecidas por la religión judía: el ayuno impuesto por la ley, el voluntario, el público y el privado. El ayuno voluntario estaba muy extendido entre algunos sectores judíos en tiempos de Jesús. Los motivos del ayuno eran varios. Unas veces se trataba de un acto de reparación; otras, de un acto de humildad ante Dios. El ayuno voluntario era practicado por grupos de tendencia rigorista, como los fariseos y los discípulos de Juan Bautista.
Jesús justifica la negativa de sus seguidores a ayunar, alegando que es tiempo de fiesta, de alegría, no de luto. Ha comenzado el tiempo mesiánico, que es tiempo de salvación. Para hacer más comprensible esta idea, recurre al símbolo de la boda. Cuando está presente el novio, no tiene sentido que sus amigos ayunen. Ayunar en los tiempos mesiánicos ₋sigue argumentando Jesús₋ es como poner un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, o echar vino nuevo en pellejos viejos. En otras palabras, la práctica ascética del ayuno carece de valor religioso cuando predomina la amistad/adhesión a Jesús.
__ ¿Y qué decir de la infracción del sábado?
JJT ► El sábado era día de descanso prescrito por la ley, día sagrado dedicado al Señor (Ex 20, 8-11; Dt 5, 12-15). Los discípulos de Jesús arrancan espigas en sábado al cruzar los sembrados, quebrantando el precepto del descanso sabático. Tal actividad de los discípulos se asemeja a la siega, actividad prohibida en sábado.
Jesús justifica la actitud transgresora de sus seguidores, recurriendo al ejemplo de David, tomado de la Escritura Sagrada. David, sintiendo hambre, come los panes de la proposición, que sólo podían comer los sacerdotes, y da de comer al grupo que le acompaña. Jesús y los discípulos hacen uso de la misma libertad frente a la ley de David y sus huestes. La carga de la prueba no descansa en la situación de necesidad en que se encuentran los discípulos, sino en la defensa de la libertad frente a la ley.
La ley del descanso sabático no es algo absoluto que haya que cumplir indefectiblemente; es algo relativo que está al servicio del ser humano: "El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. Así, pues, el Hijo del hombre es también Señor del Sábado" (Mc 2, 27-28). En suma, hay una relativización de la ley y una absolutización del ser humano. Este es fin en sí mismo, nunca medio para el logro de otros fines supuestamente superiores.
En la sociedad judía, el debate sobre el descanso sabático desembocó en una casuística de letra pequeña, donde se discutía qué se podía hacer en sábado y hasta dónde se podía llegar en situaciones extremas, como en el caso de derrumbamiento de una casa que había cogido a una persona debajo. Jesús se aleja de la casuística y sitúa el centro del debate en otro nivel más profundo, el ético, el antropológico o humanitario: "¿Está permitido en sábado hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o matar?" (Mc 2, 49). Hacer el bien se identifica con salvar una vida; hacer el mal se identifica con matar. En esta pregunta, comenta certeramente Gnilka, "se esconde la postura liberadora de Jesús respecto del sábado y de la ley y su lucha contra la intrusión legalista por parte de sus contemporáneos"[1].
El mismo autor subraya la contradicción en que incurren los fariseos: pretenden prohibir la curación de un hombre en sábado, es decir, la realización de una obra buena en defensa de la vida, mientras en sábado realizan ellos una acción mala, cual es la decisión de asesinar a Jesús: "Y los fariseos salieron, se confabularon con los herodianos contra él para aniquilarlo" (Mc 3, 6).
__ Juan José, ¿Cuál es la actitud de Jesús ante el código de pureza?
JJT ► Uno de los pilares en que se sustentaba la religión de Israel era el código de pureza. El ser humano trata con cosas, animales o personas impuras (Mc 7, 1-23; Mt 15, 1-20; Lc 11, 37-54) que le convierten en impuro. ¿Cómo lograr la purificación? ¿Cómo lograr la santidad que permita acceder, ya purificado, a la divinidad? Mediante acciones purificatorias, según la religión judía, que prescribe lavar las copas, los jarros, los recipientes de cobre, las camas, etc., y realizar acciones de aspersión o inmersión para la purificación de los fieles. Se tiene la convicción de que la pureza legal es símbolo de la pureza ética, de que la limpieza exterior es expresión de la limpieza interior.
Jesús y sus discípulos transgreden el código de pureza: se ponen a la mesa sin lavarse antes las manos, incumpliendo la ley que manda hacer abluciones antes de comer (Mc 7, 2; Lc 11, 38). No se trata de una falta de higiene, sino de la transgresión de una tradición muy arraigada. Para Jesús, y esto es clave, las tradiciones no son norma de actuación. Consecuentemente, se puede disentir de ellas e incumplirlas, si no responden a una concepción antropológica liberadora.
__ ¿Dónde radica, entonces, el error del código de pureza?
JJT ► En creer que la clave de la pureza o impureza se encuentra en el exterior, cuando, de hecho, se sitúa en el interior: "Nada de lo que desde fuera penetra en el ser humano, puede hacerlo impuro, sino lo que sale del ser humano" (Mc 7, 15). Es del corazón de donde sale lo que hace impuro al ser humano: "los malos pensamientos, fornicación, robos, asesinato, adulterio, avaricia, maldad, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez" (Mc 7, 21-22).
En el planteamiento moral de Jesús hay un desplazamiento del concepto y de la práctica de la santidad: se pasa de la pureza legal a la ética de la projimidad, ejemplificada magistralmente en la parábola del Buen Samaritano y en su moraleja: "Vete y haz tú lo mismo".
__ ¿Y la relación de Jesús con Dios puede calificarse de indignada?
JJT ► En parte sí. Se trata, quizá, de la indignación más dramática y dolorosa, la que más desgarro interior provoca en su ser y la que pone a prueba su fe y su esperanza, según el testimonio de los evangelios y la reflexión teológica de la carta a los Hebreos. Déjame decirte que la indignación con Dios aparece en la tradición religiosa de Israel de varias formas.
__ ¿Puedes poner algunos ejemplos?
JJT ► Por supuesto. La fe de los creyentes judíos en Yahvé no se queda en un asentimiento pasivo o en un amén conformista. Implica discusión, incluso enfrentamiento con Dios, a quien se pide cuentas por su comportamiento a veces despótico, cuando surgen dudas sobre su justicia y equidad. Es el caso de Job (ya citado al principio) que interroga a Dios en tono desafiante: "Si he pecado, ¿qué te he hecho? Centinela del hombre, ¿por qué me has tomado como blanco y me has convertido en carga para ti?... Hazme saber qué tienes contra mí" (Job 7,20; 10, 2). Y en un acto de desesperación llega a decir: "Llevo clavadas las flechas del Todopoderoso y siento cómo absorbo su veneno, los terrores de Dios se han desplegado contra mí" (Job 6, 4).
Es también el caso de los salmistas que creen sufrir injustamente y preguntan a Dios (angustiados e impotentes) por la razón de sus dolores. Igualmente, el pueblo entra en conflicto con Dios y protesta, porque no entiende lo que quiere de él ni sabe adónde lo lleva. Efectivamente, los caminos de Dios no coinciden con los de los seres humanos, ni siquiera con los de sus más fieles seguidores.
Lleva razón Saramago cuando en su novela Caín, uno de los más severos ajustes de cuentas con Dios de la literatura universal, afirma: “la historia de los hombres es la historia de sus desencuentros con dios, ni él nos entiende a nosotros, ni nosotros lo entendemos a él”[2]. ¡Excelente lección de contra-teología en tiempos de fundamentalismos religiosos que manipulan a Dios para sus intereses!
__ ¿Pero la relación de Jesús con Dios no se basa en la confianza mutua?
JJT ► Claro que sí. Jesús se había dirigido a Dios con total confianza y familiaridad llamándole cariñosamente Abbá: padre-madre, o mejor, papá-mamá. Lo experimentaba como una persona de la que podía fiarse plenamente. Dios constituía el centro de su vida, el horizonte de su proyecto liberador, el sentido de su existencia. Nada había que lo separara de él, como no hay prueba alguna capaz de hacer dudar a un niño o una niña de la confianza en su papá o su mamá. Sabe, es más, experimenta que siempre va a estar de su lado y que no le va a fallar. Pero, llegado el momento de la prueba y de la persecución, en Getsemaní, Jesús siente pavor, angustia, tristeza, y vuelve a dirigirse a Dios con la misma confianza y familiaridad con que lo había hecho a lo largo de vida para comunicarle el terrible trance por el que estaba pasando y la crisis de sentido que le rondaba, y pedirle ayuda: "¡Abbá, Padre, todo es posible para ti; aparta de mí esta copa" (Mc 14, 34; Mt 26, 39; Lc 22, 42). Pero Jesús no quiere forzar las cosas y, en la segunda parte de la oración, se muestra comedido, renunciando a utilizar a Dios como "tapaagujeros" -que dijera Bonhoeffer-: "Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú"[3].
__ ¿En qué momento se produce, pues, el conflicto de Jesús con Dios?
JJT ► Se muestra con toda su radicalidad en el Gólgota. Cuando Jesús pende en la cruz, no siente a Dios a su lado y le expresa su más profunda decepción. Y lo hace gritando, con las palabras del Salmo 22, 2: "Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní", que quiere decir: "¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?" (Mc 15, 34). El grito es de angustia y de protesta. Jesús pide cuentas a Dios por haberlo abandonado. La crisis de fe y de esperanza había tocado fondo. En ese momento, al decir de Moltmann, "sintió desesperación"[4].
Ésa es la gran paradoja del Dios cristiano: cuando se le siente cerca, parece alejarse; cuando se recurre a él, parece no escuchar; cuando se le necesita, parece que nunca se le encuentra; cuando se le pide ayuda, parece decir "arréglatelas tú solo". Y viceversa: habla en el silencio, acompaña en el camino sin ser visto, es solidario en la distancia. El silencio y la ausencia son razones poderosas y convincentes que han llevado a no pocas personas a renunciar a creer en Dios y a negar su existencia.
Quien mejor ha sabido expresar la paradoja del Dios cristiano, del Dios de Jesús, ha sido Bonhoeffer, mártir del nazismo, en un texto igualmente paradójico, como no podía ser de otra manera: "El Dios que está con nosotros es el Dios que nos abandona (Mc 14, 34). El Dios que nos deja vivir en el mundo sin la hipótesis de trabajo Dios, es el mismo ante el que nos hallamos constantemente. Ante Dios y con Dios vivimos sin Dios [...]. Dios es impotente y débil, y sólo así está Dios con nosotros y nos ayuda"[5].
__ Juan José, tras estas entrevistas sobre Jesús de Nazaret Indignado, ¿qué conclusiones podríamos sacar?
JJT ► Pues verás, Estas manifestaciones de indignación de Jesús de Nazaret a lo largo de su actividad pública con los poderes económicos, políticos, religiosos y quienes los detentaban constituyen un desafío para los cristianos y cristianas de hoy, que, como dijera Bernanos, "tienden a instalarse cómodamente, incluso bajo la cruz de Cristo". Pero también para los ciudadanos y ciudadanas indignados con causa. Y no para sacralizar la lucha de los Indignados. En absoluto, sino para sumar fuerzas y razones a favor de la indignación contra las injusticias de nuestro mundo, generadas por la religión del mercado, que ha sometido a su tiranía la política, la economía, la ética, y hasta las conciencias de no pocos ciudadanos y ciudadanas. Una religión, que en plena crisis de creencias, es la que más adeptos tiene.
La convergencia de voces, manos, voluntades, utopías, proyectos emancipatorios y sueños “despiertos” puede liberarnos del fatalismo histórico, que atenaza hoy a la humanidad y deja abierta la puerta a la esperanza de “otro mundo posible”.Porque no todo está perdido. ¡Hay alternativas! Y la indignación de Jesús puede contribuir modestamente a su búsqueda.
__ Amén, Juan José. Me quedo con tus últimas palabras. Esas que nos sirven no solo en Adviento sino en cualquier tiempo del año porque Dios siempre levanta el brazo de la esperanza.
Apreciados lectores, tras estas entrevistas sobre Jesús Indignado, cada cual podrá responder a la pregunta que le hice en su momento al profesor Tamayo sobre si Jesús era de izquierdas...
NOTAS:
1. J. Gnilka, o. c., I, 149.
2 J. Saramago, Caín, Alfaguara, Madrid 2009, 98.
3 Según las investigaciones de J. Jeremias, la escena de Getsemaní parece auténtica, si bien ha sido reelaborada teológicamente por Marcos, de quien dependen Mateo y Lucas. J. Jeremias, Teología del Nuevo Testamento I, Sígueme, Salamanca 1974, 166.
4 J. Moltmann, Cristo para nosotros, hoy, Trotta, Madrid, 1997; cf. id., El Dios crucificado, Sígueme, Salamanca 195; id., El camino de Jesucristo, Sígueme, Salamanca 1993.
5 D. Bonhoeffer, Resistencia y sumisión, Ariel, Esplugues de Llobregat 1969, 212.