“Este Papa me quita la vergüenza de llamarme católico” (Vattimo)
El filósofo G. Vattimo y el Papa Francisco
Sigo afectado por la muerte de Gianni Vattimo. Leo aquí y allá cosas que me gustan, otras que no tanto...por desacertadas, porque no han comprendido del todo al maestro... porque o miran con estrechez o se han quedado solo con una parte del mensaje. Prefiero no decir nada a los que se mueven (como la prensa rosa) destapando aspectos de carácter sensacionalistas, siempre interpretables. No tengo ahora mismo fuerza, espíritu para replicar a unos y otros, pero en algún momento lo haré. Por eso, simplemente dejé ayer en mi blog el mensaje, la triste y esperada noticia (para los que nos mantenemos cercanos a él) de que a partir de ahora el filósofo, el amigo permanecerá con nosotros de otro modo. Y es que personas así, como él, merecen vivir para siempre. No pensaba escribir nada sobre él en un tiempo. A veces hay que dejar la tierra en barbecho para que ella hable a través de sus frutos tardíos. Quería dejarlo estar y que la semilla de la palabra germine espontáneamente. A veces es más necesario callar y orar que pronunciarse, pero viendo tantísimos artículos sobre él (lo cual honra al filósofo porque le da la importancia que no recibió del todo en vida) me siento en la obligación moral de dejar un mensaje que considero de vital importancia para esta plataforma de Religión Digital: SU RELACIÓN CON EL PAPA FRANCISCO Y SU POSICIONAMIENTO COMO CRISTIANO CATÓLICO. ¡Este es el último Vattimo!. No sé si lo saben pero se quedó con las ganas de escribir un último libro en vida, aquel que se inspiraba en Fratelli Tutti. Creo que con esto lo digo casi todo.
►Mi última comunicación sobre él estando vivo. Me perdonan pero no lo adorno, como suelo hacer, con bonitas fotografías. Hoy lo presento desnudo:
Madrid, 13 de julio de 2023 (Seminario del Pensamiento débil en su 40 aniversario): Cátedra Internacional de Hermenéutica Crítica, HERCRITIA.
"Érase una vez un filósofo y un Papa…" Éste podría haber sido el comienzo de este artículo, de mi comunicación. Parece un cuento, pero no lo es; incluso un chiste. Podríamos igualmente haber dicho: “Un italiano y un argentino se encuentran en un seminario de filosofía en Madrid por el cuadragésimo aniversario del Pensamiento débil”, pero tampoco se trata de una simpática anécdota. No, aunque tenga su gracia (humana y, si queréis, hasta divina).
Lo increíble de la cuestión es que este acontecimiento se ha dado, se está dando y, a mi entender, puede abrir un nuevo tiempo dentro del pensamiento. Como hablábamos hace poco en Ronda, incluso un nuevo espacio. ¿Quién hubiera apostado por que un comunista crítico e inteligente como Vattimo conectara con el representante más elevado de la Iglesia católica? O como alguno pensará: ¿cómo Vattimo se ha dejado llevar a “un callejón sin salida”, siendo –como diría Sabina– el mejor dotado de los conductores suicidas (en el sentido de pillarse los dedos como filósofo católico)?
Y viceversa: ¿quién hubiera previsto que un Papa llamara amistosamente por teléfono a un filósofo rojo y gay? No podemos negar que éstas son crónicas posmodernas… imposibles de aceptar y asumir, ni siquiera de pensar-interpretar en otro espacio-tiempo que no sea en esta etapa de la historia a la que llamamos “posmodernidad”, ya que son cuestiones inadmisibles para mentes modernas: dogmáticas e intransigentes ante posibles conciliaciones y relaciones como las que aquí propongo.
►Pero Vattimo y el Papa Francisco han roto este aparente muro de incompatibilidades y dicotomías. Si cruzamos sus discursos y ponemos sobre la mesa sus intereses podremos ser testigos de una disposición y epocalidad sin precedentes. Para poder acercarnos a la cuestión debemos recordar las historias acontecidas; no olvidemos que “re-cordar” significa “volver a pasar por el corazón”. Después ustedes podrán sacar las conclusiones que crean más convenientes, no hay problema…pero estarán de acuerdo conmigo en que los testimonios del italiano y los del argentino son significativos y proféticos en una sociedad, como la nuestra, bañada por el capitalismo ilimitado del consumo y la injusticia social.
Gianni Vattimo es uno de esos grandes autores a los que se puede uno acercar desde diversos ángulos. En este caso, mi acercamiento al maestro va a ser desde una de sus aristas: el cristianismo hermenéutico. Debo reconocer que no fue nada fácil unir en mi investigación teología y filosofía bajo la tijera filosófica de Gianni Vattimo. Soy consciente de que en algunas instancias religiosas Vattimo está (o estaba, al menos) estigmatizado, que no es para mentes adoctrinadas... Haciendo memoria, recuerdo que lo primero que un compañero me dijo tras anunciar que iba a investigar sobre el cristianismo de Vattimo fue algo así como “¡Uf, ten cuidado…, con ese mejor no…”, que yo traducía por “¡éste tiene que ser súper interesante… A por todas!” Aún consciente de que mi intuición no iba desencaminada, me preguntaba alguna que otra vez si no era demasiado intrépido, incluso arriesgado converger estos tipos de pensamientos (para muchos como el agua y el aceite). Hoy día puedo estar orgulloso de haber pronunciado en los centros teológicos de Málaga la lección inaugural, precisamente sobre lo que llamo “el último Vattimo”. No puedo negar que la entrada en escena del Papa Francisco me facilitara la cuestión ya que, para éste como para Vattimo, el acento se debía poner no tanto en los legalismos (como hasta ahora solía ocurrir y Vattimo tanto criticaba) como en la evangelización, la caridad y la justicia; quizá por ello ambos tengan el mismo tipo de enemigos: los celosos de la verdad inmutable y los vigilantes de la doctrina (teológica y también filosófica). Pero Francisco está facilitando la vuelta de muchos alejados y escandalizados por una “Iglesia fuerte” (como es el caso de Vattimo), pero había que hacer un seguimiento por separado de cada uno y cruzar a ambos poniéndolos en conexión hermenéutica, a la vez que mantenían su propio carácter e independencia.
Hay un hecho que todavía a muchos sorprende: que Vattimo de joven fuera presidente de la Acción Católica, testigo que curiosamente recogió de Umberto Eco (en este sentido doblemente sorprendente). En su juventud fue un convencido militante en las filas del catolicismo que chocó con los planteamientos estrechos de la moralidad eclesiástica y con la sinrazón de la política teológica vaticana que de forma ridícula e intolerante a veces silenciaba a todo aquel que cuestionaba su poder o estructura.
Hay muchas cosas de la Institución que no le convencen: el poder temporal y las influencias políticas de la jerarquía eclesiástica, las justificaciones teológicas y morales que sustentan el posicionamiento estático y retrógrado de la Institución, su enorme poder e influencia social, la banca vaticana…; el turinés propone medidas teológicas, sociales y políticas más debolistas, razonables y abiertas y proclama que el Dios de los filósofos ha muerto, que Dios no es un concepto puro, sino que es histórico, que está encarnado, que es carne, humano, amor y se expresa comunitariamente. De alguna manera viene a decirnos —pido perdón por poner palabras mías en boca de Vattimo— que “Dios es amor y si no, merece que lo matemos”. Ésta es, en mi opinión (y con el beneplácito suyo), la síntesis del Dios de Vattimo.
Son de sobra conocidos los conflictos que mantuvo el Cardenal Ratzinger (futuro Benedicto XVI y en ese momento prefecto de la Congregación de la doctrina de la fe) con la teología de la liberación latinoamericana. Esto le dolió mucho a Vattimo: que silenciaran a los profetas del pueblo cuyas verdaderas armas eran las palabras del Evangelio, el testimonio y la conciencia comunitaria. O qué decir, por ejemplo, del papado de Juan Pablo II y su cruzada explícita e implícita contra el comunismo. Vattimo desde el principio ponía en tela de juicio que fuera Dios quien designara a un nuevo Papa, curiosamente polaco, habiendo sufrido el comunismo soviético y en plena guerra fría. No mucho después, tras la caída del Muro de Berlín, algunos observaban que a veces justificamos como divinas las intenciones más humanas... Pero la gota que colmó el vaso en su distanciamiento con la Iglesia fue observar cómo se discriminaban a los gais y lesbianas y les cerraban la puerta de la Iglesia estigmatizándolos, cargándolos con el peso de la culpa cuando se les daba a entender que Dios a pesar de todo (de sus “graves pecados”) podía perdonarlos… Pero claro, él (homosexual, católico y comunista) no se sentía acogido pues en todas y cada una de sus dimensiones por la comunidad eclesial.
► Pero no perdamos de vista que el cristianismo siempre ha sido fundamental en el discurso de Vattimo; él siempre se ha considerado un “catocomunista”, un comunista católico. De tal modo que -como él mismo afirma- si no fuera cristiano, no tendría la tentación de ser comunista. La única razón por la que él se siente comprometido con una política del socialismo es el amor al próximo que aprendió en el Evangelio, especialmente el amor por los débiles (esto no lo digo yo, lo dice él. Y no ha de entenderse de que la única vía en favor de los débiles sea el cristianismo, sino más bien que fue la vía por la que él lo descubre).
De hecho, el pensamiento débil (aunque de una forma crítica) le da una lectura, una vuelta de tuerca al tema de la religión. El esquema heideggeriano influyó de tal manera en Vattimo que le ofreció la posibilidad de ensamblar una alternativa postmoderna a la hasta ahora imparable apisonadora moderno-capitalista: el debilitamiento de las estructuras fuertes en todos los estratos de poder, conocido como “pensamiento débil”. En este sentido me atrevo a decir que Vattimo resucita en la postmodernidad a Dios de su propia tumba conceptual y dialéctica. Teresa Oñate y algunos de sus alumnos (yo entre ellos) señalamos una evolución en la trayectoria del pensamiento vattimiano cuyo punto de inflexión para llegar a lo que podríamos llamar “el 2º Vattimo” son sus últimas obras de final de siglo XX y principio del XXI destinadas a estas temáticas: Creer que se cree, Después de la cristiandad y El futuro de la religión, esta última escrita con R. Rorty. Especialmente significativa es la primera, ya que va a marcar un importante giro, que no es más que una vuelta hacia un Jesús de Nazaret latente, adormecido, que nuestro autor observaba apartado, arrinconado bajo el peso aplastante de la tradición y el moralismo doctrinal, un exceso de equipaje al que la Institución le había sometido ahogando, en cierto modo, su anuncio liberador.
► Hay un hecho que marca en Vattimo un antes y un después: *en medio de los distintos procesos y avatares socio-políticos en los que nuestro catocomunista se encontraba inmerso y a través de una conversación aparentemente trivial alguien le hace la pregunta clave: si todavía cree en Dios. Su posterior reflexión da lugar a uno de sus más importantes escritos: Credere di credere, traducida en su edición castellana por “creer que se cree”. La pregunta podía haberse respondido con un monosílabo, pero como suele ocurrir con las cosas complejas, como las cuestiones que nos suelen hacer los niños, dicha interrogación resuena en él de un modo novedoso, incisivo, incluso podríamos decir “hermenéutico”, ya que lo primero que tiene que hacer es interpretar su propia historia personal replanteándose con la máxima honestidad posible si realmente cree o no en Dios y el sentido que pueda tener dicha pregunta hoy, sus consecuencias teológico-políticas. Pero cuando piensa en Dios, nuestro autor mira a Jesús, el dios cristiano; ello matiza el condicional y la respuesta, “si realmente cree”, ya que el dios cristiano no es absolutista, prepotente ni arrasador, sino más bien respetuoso, abierto,
__Precisamente el Papa Francisco ha rescatado a la Iglesia de los escombros, confiesa Vattimo. “Este Papa me quita la vergüenza de declararme católico”, reconoció en una entrevista en la sección del periódico digital La Stampa, que privilegia las noticias del Vaticano. Pero para que hoy podamos con cierta normalidad aceptar dicha situación, nuestro autor ha tenido necesariamente que pasar por unos años de transición no siempre fáciles en el muy exigente terreno de la fe. También la Iglesia, soy testigo, está pasando por un período de transformación con Francisco, por una etapa abierta y lúcida que pudiéramos calificar de “primavera eclesial”. Para que hoy podamos hablar con plenas garantías de un Vattimo cristiano, católico y pro Francisco (últimamente bastante mejor aceptado este último aspecto por sus estudiosos) ha hecho falta que alguno de sus seguidores (la verdad que muy pocos) nos arriesgásemos hace años adelantándonos a ello convergiendo distintos ángulos: teológicos, políticos, filosóficos e incluso bíblicos. Nada de ello habría sucedido si previamente nuestro autor no hubiera reseteado su disco duro como activo militante de Acción Católica, si no hubiera resituado la postmodernidad filosófica, no sólo desde un nivel social, económico, y político sino también religioso.
A esto se añade el giro que también la Iglesia católica está dando con Bergoglio. A pesar de las dificultades internas y el freno que está teniendo para llevar a cabo sus reformas, Francisco está recibiendo la simpatía de los no católicos (y no creyentes) y, lo que es más interesante, consiguiendo la vuelta y aproximación de algunos intelectuales y teólogos distanciados con la Institución o incluso silenciados por ella. En este sentido, vale la pena señalar que Vattimo no sólo admira a Francisco en sus decisiones pastorales y teológicas, sino que considera al argentino como el líder mundial de mayor credibilidad y fiabilidad del momento presente. Y la verdad…no es que lo tenga muy difícil viendo el panorama actual, pero ha de reconocerse que Francisco, cada vez que ha tomado la palabra, lo ha hecho de forma lúcida, desenmascarando intereses y proponiendo alternativas sociales, políticas y económicas necesarias y viables.
Gianni Vattimo, en Alrededores del ser, afirma que Francisco debería liderar el orden mundial. Ésto, hoy, se materializa para Vattimo en la propuesta de revolución medioambiental y anticapitalista (anti–metafísica e inconformista) que encarna el Papa Francisco, como cuando incita a los jóvenes a nadar contracorriente, y salir a las calles para «armar lío», pero sin olvidar ayudar «a organizar el lío que hacen» promoviendo “una especie de apelación a la revolución permanente”. Para el italiano el pensamiento débil se ve a la perfección en el caso del cristianismo del papa Francisco, “un cristianismo que acepta sus límites y se presenta más caracterizado por la caridad que por la Verdad absoluta. Nuestro tiempo es esto, dice Vattimo, una presencia de la verdad como caridad, como escucha del otro y de su discurso, sin la pretensión de tener la verdad absoluta, sino buscando la apertura al otro. El otro es la única manera que hay para encontrar a Dios: Dios está en la presencia del otro que nos interpela y nos habla, afirma el turinés.
En el 2015, ya había leído mi tesis y publicado mi libro El amor es el límite, Vattimo se aventura a dar algunas afirmaciones sobre Bergoglio. Entre otras, se mostró partidario de la creación de una internacional humanizadora, del mismo modo que hubo una Internacional Comunista, en la que el Papa liderara la lucha contra "la globalización salvaje que nos engulle". Como medidas necesarias para paliar esta situación, Gianni aseguró que haría falta "una revolución que viniera desde la moral, capitaneada por un papa con mentalidad abierta y una iglesia que deje de apoyar al capitalismo". Según el filósofo, si antes la iglesia era el dogma, actualmente lo es la tecnología capitalista que domina el mundo, y Francisco se muestra como un contrapeso.
►Y este mismo año en otra entrevista llegó a analizar el pontificado de Bergoglio estableciéndolo en 9 puntos:
- 1- Gianni se reconoce como un partidario, un fan de Bergoglio porque le ha dado una vuelta interesante a la imagen que se tenía de la Iglesia católica. Y una parte del problema de la Iglesia en el mundo contemporáneo es la imagen que tiene la gente de ella.
- 2- Los Papas anteriores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, habían llevado a la Iglesia al suicidio, uno por su extremo rigor ético sexual y la prohibición del uso de profilácticos, y el otro por ser demasiado tradicionalista.
- 3- Históricamente, la Iglesia cayó en un pretendido naturalismo absoluto que no corresponde a la manera en la cual la gente real vive. En cambio, Bergoglio apareció y modificó esta visión. Empezando, por ejemplo, por su actitud individual de usar zapatos negros y pequeños coches. Para Vattimo son más que meros gestos.
- 4- El carácter revolucionario del pontificado de Francisco consiste ante todo en la toma en serio del Evangelio. Bergoglio aparece revolucionario porque hasta ahora la Iglesia misma no había tomado en serio lo que estaba escrito en su doctrina, especialmente respecto a la pobreza.
- 5- El problema (el peligro) lo tiene Francisco más dentro, en la curia romana, que fuera.
- 6- El banco vaticano es el banco de la mafia, impenetrable al exterior. Éstas son cosas que se saben y que contribuyen a hacer una imagen del cristianismo que da un poco de vergüenza. Francisco está metiéndole mano al asunto con transparencia.
- 7- La imagen de una Iglesia que defiende y pierde progresivamente privilegios del pasado es la imagen que tienen los fieles y provoca cierto malestar porque termina vista como un castillo antiguo que defiende todo ello.
- 8- La elección de Bergoglio al trono del Papa es como una conclusión natural de las transformaciones políticas en Latinoamérica de las últimas décadas. Porque si uno piensa lo que ha pasado de nuevo e importante desde el punto de vista político, hay que tener en cuenta los cambios en América Latina. El continente tenía un derecho natural de dar también un Papa (ya tocaba una visión latinoamericana).
- 9- Francisco se defiende de morir temprano. Porque en el Vaticano son, incluso, capaces de esto, como le pasó a Juan Pablo I que fue asesinado, pero Bergoglio, afirma Vattimo, no va a abandonar el pontificado, no por ambición sino porque tiene un claro sentido del deber; si lo hace es en tanto en cuanto nadie debe estar apegado al poder y buscaría crear cauces para cuando él no esté, cosa que, por cierto, ya viene haciendo.
*2015 parece que fue un año clave en la línea Francisco-Vattimo. En otra entrevista realizada, el turinés afirma que, a su modo, sigue siendo cristiano… pues ser cristiano ayuda a pensar que es posible un mundo para todos más justo… y asegura que Francisco rescató a la Iglesia del camino al suicidio por el que transitaba, y ha puesto a la Iglesia en retorno activo y dinámico hacia la comunidad. No es un camino fácil –asegura el turinés-, pues no utiliza una lectura ortodoxa o dogmática de las sagradas escrituras, sino que mira a la gente sin la severidad habitual, bajando a su terreno, comprendiéndola… Sumándose al resto en la lucha por la vida y la justicia. Con Francisco, Vattimo reconoce que ahora tiene más entusiasmo para creer. No es que se sintiera totalmente alejado, ya que sus convencimientos en esta materia –como él mismo reconoce- trascienden las ortodoxias y dogmatismos con que ejercía poder el Vaticano hasta la llegada de Francisco, pero no es menos cierto que no veía qué podía tener él en común con el Vaticano de Juan Pablo II o Ratzinger.
Respecto a la homosexualidad, considera Gianni que, a pesar de todo lo que hay que seguir avanzando es muy importante la mirada que Francisco tiene sobre ella, el reconocimiento en que colocó ese plano de la vida, puesto que una de las cuestiones más bárbaras del Vaticano es su homofobia. Por ello –continúa Vattimo- hay que seguir apoyando a Francisco para que no se derrumbe. Cuando el periodista le pregunta si reza todas las noches, Vattimo responde “No sé si todas, pero rezo… sí, sí que rezo”. Y cuando le pregunta sobre si encontró contradicción entre el ser filósofo y el ser creyente (interesante pregunta, ¿verdad?), Vattimo responde que no, que ayuda a pensar desde ambos espacios.
En 2016 el bueno de Andrés Ortiz-Osés lo entrevistaba en Religión Digital, plataforma en la que yo también colaboro. Destaco algunas líneas de la entrevista que le hizo a Vattimo. Cuando le pregunta si el pensamiento débil nos transforma en pensadores débiles, Vattimo responde que al contrario: que nos hace más fuertes como personas. Y prosigue el turinés:
Los grandes dogmas proclaman verdades universales y fuertes que lo explican todo y ello nos conduce al pensamiento único... Para superar la vieja modernidad de los grandes dogmas: comunismo, fascismo, liberalismo, - continúa Vattimo- hay que asumir que los ideales absolutos nos conducen a errores absolutos que desembocan en experimentos totalitarios con víctimas. Y cuando se le pregunta qué propone para sustituirlos, responde que “El pensamiento débil NO afirma una gran verdad de forma positiva: nosotros no aspiramos a sustituir esos dogmas por los nuestros; sino que nos emancipamos de ellos debilitándolos (…) para lograr el desarrollo humano que es el del progreso hacia situaciones de menor dogmatismo y, por tanto, de menor violencia”. El pensamiento débil –continúa Vattimo- sólo tiene un papel subalterno de desgastador de dogmas, pero también el más efectivo para salvaguardar nuestras libertades y nuestra autonomía como individuos que no se someten al rebaño de los dogmáticos, aunque así no se ganen elecciones… Y esto es de mucha actualidad, ¿verdad? Y se pregunta Gianni “¿Cómo ganar elecciones diciendo que todos tus adversarios también tienen un poco de razón…? ¿Cómo ganar elecciones advirtiendo de que necesitamos poderes y contrapoderes para preservar la libertad, la diversidad y la autonomía del individuo? Eso tampoco arrastra a las masas”. El pensamiento débil es siempre dialogante, nunca cierra una posible nueva pregunta. No es, en este sentido, “populista” ni “dogmático”.
Para simplificar y no multiplicar palabras ni entrevistas hasta el infinito, tan sólo comentar que para Vattimo Bergoglio no es un Papa más en las filas de la Iglesia. Tiene la sabia intuición de que con él algo nuevo está aconteciendo. “Creo que el Papa Francisco va a transformar la Iglesia”, afirmaba ya muy pronto el filósofo italiano. Está claro que tiene mucha esperanza en él y reconoce ser su partidario, incluso reconoce que podría compartir todo lo que él ha dicho acerca de Dios porque Francisco no es estúpido, y así cree Gianni que va a recuperar una imagen más evangélica de la Institución. Vattimo se decanta por la unión del cristianismo y comunismo, pero la cuestión «sería que los dos (comunismo y cristianismo) deberían de abandonar, afirma Vattimo, sus pretensiones dogmáticas… Cuánto más la Iglesia abandona la defensa del poder temporal y su propia supervivencia, más se hace amiga de los pobres y tanto menos los comunistas se vuelven ateos, por lo que no es necesario no creer en Dios para ser comunista; o como llegó a decir Francisco cuando le preguntaron con mucha intención en EEUU sobre su continuo mensaje de igualdad y justicia: No es que los cristianos se parezcan a los comunistas. Son los comunistas quienes piensan [en algunos aspectos] como los cristianos…
Hay que destacar un momento de Gracia en la relación Francisco-Vattimo que sucedió ahora hace justo cinco años, en Julio de 2018. El Papa Francisco llamó a Vattimo por teléfono. ¡Sí! Les cuento: Bergoglio, a través de un amigo en común (el argentino Luis Liberman, fundador y director general de la Cátedra del Diálogo y la Cultura del Encuentro) recibió copia de su último libro: Alrededores del Ser. Francisco le devolvió la atención con una amable llamada telefónica. Allí mantuvieron una conversación amena sobre Iglesia y filosofía, especialmente sobre la necesidad de zambullirse en el pensamiento heideggeriano (sí, han escuchado bien: heideggeriano… Curioso, ¿verdad?). Gianni no sólo no se sintió juzgado, sino comprendido en la necesaria regeneración de la teología católica para llegar a dar una seria respuesta al mundo actual. Este simple gesto de conversar un rato con el Papa Francisco supuso achicar distancias en su relación con la Institución al apoyar lo que pudiéramos llamar la “teología de lo cotidiano”.
Pero Bergoglio no sólo ha conseguido acercar a muchos alejados de la Institución, también se ha ganado muchos enemigos debido a sus formas que, según algunos, debilita (nunca mejor dicho y en el mejor de los sentidos) la estructura eclesiástica. Muchos consideran a Francisco un demonio que se ha introducido en la Iglesia para destruirla desde dentro. Francisco, aparte de sus gestos, ha tenido tiempo para publicar numerosas cartas, vídeos en las redes sociales con mensajes de compromiso con el mundo, y dos valientes Encíclicas de gran valor evangélico que hablan sobre la necesidad de cuidar al planeta y a los más débiles que son aplastados por el sistema.
Por un lado, Francisco publicó en 2015 la que podemos considerar la primera Encíclica papal ecologista: Laudato si. Algunos, por lo mismo, llaman a Francisco “el Papa verde”. La Tierra es nuestra casa común, afirma Francisco. Debemos cuidarla porque somos tierra y lo que le hagamos a la naturaleza nos lo estamos haciendo a nosotros mismos, poniendo el acento en que somos cuidadores, no dueños de la creación. Por ello el sistema de producción neoliberal capitalista y sus grandes empresas no deben pisotear los recursos finitos ni a las personas que habitan el Planeta.
En este mismo sentido, en 2020 publica de forma valiente Fratelli tutti. “Hermanos todos” es una Encíclica muy valiente y actual. Quizá por ello Francisco sea considerado el líder mundial mejor aceptado, porque no tiene pelos en la lengua y toca no sólo a la razón sino al corazón de las personas cuando afirma que vivimos conectados pero no unidos. “¡Hermanas y hermanos del mundo, uníos!” Este podía ser el resumen del manifiesto socio- político que el Papa Francisco ha querido transmitir al mundo. Este documento oficial de Francisco no ha sido dirigido exclusivamente a los creyentes católicos, sino que se abre a todo ser humano en sus diferentes y amplias urdimbres: culturales, religiosas, humanas, sociales, espirituales... Como si de una vacuna social se tratara contra la indiferencia y el individualismo egocéntrico, tan arraigados en nuestro mundo, Francisco propone una verdadera revolución cultural, basada en la fraternidad, que busque reconocer y amar a cada persona con un amor sin fronteras, siendo capaz de superar toda distancia y tentación de disputas, de imposiciones y sometimientos.
Al igual que en Laudato si, en Fratelli tutti el espíritu de Francisco de Asís está presente: frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros (plantas, animales, personas) –afirma Bergoglio-, debemos ser capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras”. Francisco sigue trabajando en diferentes ámbitos. Por un lado, a nivel interno abrió el proceso sinodal en la Iglesia universal buscando una comunidad más circular que piramidal, pues para él, la cuestión se debe jugar más en el campo de la conciencia comunitaria de sus miembros que de quiénes puedan dirigir con mayor o menor acierto la Institución; también convocó la asamblea mundial y el Sínodo por la Amazonía, devolviéndoles a los indígenas la voz sobre sus tierras y políticas, sobre sus ancestros, a pesar de los intereses de los agronegocios y las grandes multinacionales. Ésto lo ha llevado a enfrentarse con otros líderes mundiales, como es el caso de Trump o Bolsonaro, un líder que se prodiga como cristiano pero que se sitúa a las antípodas de Francisco. A este respecto, recomiendo un artículo mío muy interesante donde pongo en juego y comparo a ambos líderes. Mirad, con Bolsonaro y otros estamos ante lo que Juanjo Tamayo califica de «cristoneofascismo», término que creó la teóloga feminista alemana Dorothee Sölle. No perdamos de vista que el fascismo está de moda y Francisco es uno de los pocos líderes que debilita y le pone freno en un sentido religioso pero también político. ¡Cómo no le va a gustar a Vattimo este tipo de liderazgo…!
► Jorge Mario Bergoglio, examinado por muchos con lupa en sus comienzos, ya ha tenido suficiente tiempo para mostrarnos su verdadero rostro. Precisamente sus contrarios más hostiles han dado amplias razones de su talla. Quienes mejor hablan de él son sus feroces contendientes. Las tremendas campañas que iniciaron hace tiempo en internet muchos grupos ultras solo delatan la humanidad, determinación y sensatez de Francisco. Por ello, me sumo a Vattimo y a todos los que afirman que Francisco es el hombre que ha sabido leer e interpretar los signos que la Iglesia necesita para los tiempos que corren y, además, llevarlos a cabo (o, al menos, intentarlo).
Bueno, quedan muchos retos todavía sin afrontar ni resolver. Ahí están, es cierto, pero, ¿qué se le podía pedir a un desconocido dentro de una conocida institución de más de dos milenios de luces y sombras? ¿Es que alguien hasta ahora (y no pregunto sólo por alguien religioso) había conseguido de forma tan interesante unir con hondura los asuntos morales, ecológicos y políticos, sin obviar los espirituales? No es casualidad, que aglutine mandatarios de distintas religiones y culturas, a creyentes y no creyentes en torno a un modelo de política sostenible y defensa de nuestra “madre Tierra”. Sus gestos y visitas a las zonas desfavorecidas, sus pronunciamientos políticos y su defensa de los refugiados, o su preferencia por los marginados, tampoco… La humanidad es la grandeza de Bergoglio: algo necesario para reconciliar al cristianismo con la sociedad en la era posmoderna.
El problema, pienso, no está en el ahora, mientras esté Francisco acompañándonos. La gran pregunta es qué pasará cuando no esté Francisco. Vattimo espera que el testigo que nos deje el “Papa Paco” (el Papa cercano a la gente), ayude a establecer las bases de una nueva época donde la Iglesia sea fiel a la buena noticia del Evangelio y tenga un papel contundente en la defensa de los pobres y descartados. Es llamativo observar cómo las políticas neofascistas sin escrúpulos y los fundamentalismos religiosos se alían con el cristianismo más conservador en el discurso del odio y la crispación social, y no menos curiosa es la coincidencia de personas que agrupan este núcleo duro, todas ellas contrarias a las políticas teológicas-pastorales del Papa Francisco. He aquí el miedo de muchos ante Bergoglio: que la Iglesia entre por el mismo camino de Jesús: la vulnerabilidad, el servicio, la debilidad, el ir a menos, e incluso el fracaso. Pero no hay otro camino para el amor que servir y darse, y preferir padecer la injusticia antes que cometerla, navegando con todos los que quieran remar (sean quienes sean) hacia ese horizonte posible sin distinciones ni dignidades de clase, donde todos nos podamos mirar a los ojos y sentirnos hermanos. En mi humilde opinión, lo que en síntesis viene a decirnos Francisco y también Gianni Vattimo es que Jesús es la misericordia de Dios hecho historia. Pero, ¡por Dios!, ¿cómo algunos pueden acusar a Francisco de traicionar al Evangelio, si no hace más que aplicar con palabras y gestos lo que los evangelios relatan de Jesús, aunque sea de forma humana y torpe? Siempre me pregunto cómo un mismo texto bíblico puede tener interpretaciones tan desiguales como para llegar a justificar acciones discriminatorias en nombre de Dios? Por ejemplo: Bolsonaro…
Existe un gesto que nos ayudará mucho a comprender que no puede haber una interpretación o traducción de los evangelios neutral o interesada y que viene a sintetizar la disposición del maestro Jesús hacia sus discípulos, incluso con quien va a entregarlo. Dicho gesto va a tener una gran trascendencia… Lo realizó el jueves santo, antes de ser apresado. Como alguno ya sospecha, se trata del lavatorio de pies. Recordemos de forma sucinta la escena: Jesús se levanta de la mesa, se quita el manto (manto que es signo de realeza y poder), se ciñe la toalla, toma la forma del que sirve y comienza a lavarles los pies a sus discípulos… Comienza a servirles despojado de poder y toda realeza humana. Debo llamar la atención de que la cuestión esencial de esta escena no es tanto la humildad de Jesús (de la que tantas veces nos han hablado) como las consecuencias hermenéuticas y, sobre todo, teológico-políticas de la enseñanza del maestro. Aquí lo más importante, como en ocasiones recordaba Toni Catalá, va a ser el diálogo que tiene con Pedro, al que podríamos ver como líder de la comunidad. Cuando Pedro ve a Jesús arrodillarse para lavarle los pies comienza un diálogo fantástico de múltiples consecuencias, también políticas. Jesús, poniéndose en el lugar de Pedro, comienza a decirle que él ahora no lo entiende pero que más tarde lo entenderá, pero Pedro insiste: “Jamás me lavarás los pies”. La respuesta de Jesús aquí en el mismo versículo será contundente e inmediata, sin medias tintas: “Si no te lavo, no podrás tener parte conmigo”. Claro, en ese mismo instante Pedro intuye que si se deja lavar los pies por Jesús, entonces lo único que le queda en la vida por hacer es eso, lo mismo: servir. Y aquí tocamos una estructura de realidad impresionante: en este mundo lo espontáneo es la dialéctica de la verticalidad, y Pedro quiere a su Señor arriba para poder ser también él señor de otros. Esta es la estructura del mundo, la verticalidad y la dialéctica del amo y el siervo, pero Jesús a nuestros pies desmonta la verticalidad del mundo para que nos podamos mirar a la cara como hermanos. Para vivir con dignidad no hace falta que domines a nadie ni adules a nadie, tan sólo mirarlo a los ojos y descubrirlo como un igual.
_Para Vattimo Francisco está intentando guiar a la Iglesia por este único camino posible hacia la buena noticia del Evangelio: el servicio y la fraternidad, pero el Papa está teniendo muchísimas dificultades y traspiés, y lo está teniendo por la necesaria traducción ética, política y social que surgen de los evangelios, y el freno y las trampas que le preparan quienes no están dispuesto al cambio, a ir a menos. Estaréis conmigo en que el debolismo de Vattimo y Francisco tienen unas consecuencias teológico-políticas nada despreciables en nuestra sociedad del siglo XXI, pues ofrecen unas claves magníficas a la hora de aminorar la violencia y construir un mundo más humano y justo. Pero existe otra cita bíblica de implicaciones teológicas más que apropiadas para el asunto que traemos entre manos, que no es otro que el cristianismo débil. Mientras Éxodo 19 nos habla de que nadie podía “subir al monte”, porque en el monte, allá arriba, habitaba Dios, en el evangelio de Mateo encontramos un pasaje que subraya la idea de Jesús como reconciliador, aquel capaz de achicar los límites de los espacios-tiempos sagrados. En el justo momento de su muerte en la cruz nos dice el Evangelio de Mateo que el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo y que la tierra tembló. Este hecho señala el sello definitivo que Jesús-amor hace entre lo humano y lo divino: la caridad queda como su único límite limitante, como gozne, bisagra que abre y cierra ámbitos: es el amor quien distingue y separa la barbarie y la sinrazón del verdadero sentido religioso, el mismo límite que une fraternalmente todo lo que toca con el sello de la cáritas, el brillo de lo divino. Así, el velo del templo, aquello que únicamente separaba el ámbito humano del divino, queda a la intemperie, desvelado. No hay nada ni nadie que nos impida ahora mantener una vía comunicativa entre estas dos dimensiones hasta hoy casi irreconciliables. El único límite es ahora el amor.
_Jesús, a partir de aquí abre la vía del amor-logos: lo humano y lo divino se acercan, lo espiritual y lo material se funden entrando en la madurez histórica de la religión: en la edad hermenéutica comunitaria-espiritual, en contra de un pensamiento violento, único y objetivo que procura acallar cualquier nueva pregunta y separar dimensiones y personas. Ahora ya sí que se puede adorar a Dios en espíritu y en verdad.
*Una nueva visión religiosa basada en la cultura del diálogo, del espíritu comunitario está acaeciendo. Tan sólo la cáritas está a salvo de los años y la interpretación porque es débil, porque no impone, porque su verdad es respetuosa y alternativa, porque hace de los otros su imperativo categórico. Como afirma de forma tenaz nuestro querido Gianni en Después de la cristiandad, la clave está en debilitar las estructuras en los diversos ámbitos metafísicos de poder, disminuyendo social, política y religiosamente todo tipo de violencia: aminorando los conflictos (entendiéndose como no provocando conflictos), rebajando los poderes y desenmascarando los abusos en el mundo. Porque al turinés, como decimos, no lo representa, el Todopoderoso y alejado Dios de los ejércitos (como el que la historia nos ha dado muestras en muchas de las etapas del judeocristianismo) ni el Dios de los filósofos de las garantías absolutas y razón objetivista, sino uno mucho más humanizado, encarnado y debilitado: Jesús. Como afirmo en mi libro El amor es el límite, si Dios existe, es amor; y si no, -repito- merece que lo matemos, que lo olvidemos, que lo saquemos de nuestras vidas e Historia. Porque díganme ustedes: ¿qué sentido tiene un Dios que no sea capaz de amar y unir, ofrecer, integrar, ayudar e igualar? Mejor entonces dar la razón a los agoreros y profetas de calamidades y abandonar el presente en manos de los nuevos ídolos de masas: Trump, Meloni, Orbán, Le Pen… y otros de cuyos nombres no quiero acordarme… Utilicemos entonces, como hicieron los nazis, la modernidad, la tradición y la tecnología para borrar del mapa de una vez por todas a los incómodos, a los nadies, a los distintos. Todos ellos hambrean la esperanza que nuestro mundo hoy parece no está dispuesto a regalarles.
Pero seguimos empeñados en buscar un dios triunfalista, en encontrar un Dios a la medida de nuestras necesidades: Todopoderoso, Omnipotente, que dirija a buen término y cubra nuestros insaciables deseos de eternidades y victorias. Desde las tradiciones rabínicas del siglo I hemos aclamado un Dios mayúsculo que nos facilitara la entrada a una dimensión ultraterrena, un Dios justiciero e implacable que pusiera a las cosas y a las personas en su sitio. Pero ese Dios falso, metafísico no existe. Ya decía Vattimo en Ética de la interpretación que “La modernidad es la época de la legitimación metafísico- historicista, y la posmodernidad es la puesta en cuestión de este modo de legitimación”. Ese Dios se esfuma tan pronto como comenzamos a solicitarle cosas que no puede concedernos: esa larga lista de peticiones incumplidas que nos sitúa ante el misterio del acontecer, del sufrimiento del hombre y el devenir de la historia. ¿Por qué no arrasa, entonces, Dios a los “malos” y deja solamente a los “buenos”? Puede que eso sea lo que todavía estamos esperando de nuestro deseado Dios. Para Vattimo, la hermenéutica, como filosofía de la diferencia, es la única que puede desembarazarnos de la violencia metafísica onto-teológica.
►Así, este Dios triunfalista y justiciero de las tradiciones rabínicas no podía estar colgado en la cruz. Este Dios en el que creían todos aquellos que rodeaban a Jesús tenía que bajar de la cruz, debía bajar de la cruz y destruir a los “malos”, a los que pensaban diferente. Pero no, allí murió sin descolgarse del madero como un fracasado más. Y ésta es la “buena noticia”: ¡qué tenemos alternativas para luchar de forma no violenta contra el mal de la violencia, que ser cristiano es siempre ir a menos para que todos puedan crecer! Esto, a nivel ecológico, económico y político tiene importantes consecuencias: no podemos seguir creciendo hasta el infinito porque explotamos… nos necesitamos los unos a los otros porque no podemos salvarnos solos, ni podemos desligar medios de fines. Gandhi lo vio claro: el precio de la injusta situación que la India sufría no podía cobrarse una factura que implicara usar el mismo método represivo contra los represores. Jesús también: ¿Es una utopía? Sí, pero una utopía débil y necesaria. Jesús, “el dios débil” que Vattimo aprecia, sólo quiere la recuperación, no la destrucción de los hombres. Por ello es tan débil que no puede obligar, y tan grande que no deja de amar. Para Vattimo, ser cristiano no es un mandato o una imposición sino un regalo. Vivir como Jesús es muy difícil pero no conoce mejor opción.
Dios no es nuestro juez sino nuestro amigo. Como dice magníficamente Vattimo: «Si esto es un exceso de ternura, ese Dios mismo nos ha dado ejemplo de ello». Habrá que preguntarle a Él por qué es así de débil, por qué no se puede negar a sí mismo, ya que parece que lo que rige a Dios (y por ende al cristiano) es —como decía Jon Sobrino— “el principio misericordia”. El mensaje cristiano, en términos de la secularización, -afirma en Creer que se cree- es un mensaje de encarnación y kénosis, un mensaje amable y amistoso, nada violento y distante, incluso profano, humanizado. Jesús vino a la historia de los hombres para romper con la violencia y la distancia de Dios con los hombres y la de los que se erigen como sus representantes deseando mostrarnos el único camino posible para no destruirnos. Es curioso, porque lo que pensamos que verdaderamente necesita nuestro mundo es un golpe de efecto contundente, una revolución que dé la vuelta a la tortilla para que los que están arriba acaben justamente abajo y los de abajo gobiernen y tomen el control pero, como podremos entender, ello se convertiría en una especie de dialéctica sin fin, una especie de suerte de justicia, de toca, como ocurre con el bipartidismo: estabas tú, ahora yo… _Hay que advertir que Jesús no se muestra como un revolucionario cualquiera que para forzar sus fines recurre a medios como la violencia, el poder o el engaño justificándolos. Si algo loable tiene el mensaje de Jesús es la coherencia de no desligar medios y fines. Pensémoslo bien: ¿no hubiese sido una especie de engaño-trampa si Jesús en la cruz hubiese destruido a los culpables sin mostrarles el camino para que pudieran recuperarse? Si hay momentos llenos de significación en los relatos evangélicos, estos serían cada uno de aquellos episodios que el Nazareno comparte con los estigmatizados de su época (pobres, mujeres, enfermos, viudas, pecadores, extranjeros…). Dichos pasajes son fuente inagotable de respeto y lucha por la dignidad humana, un tesoro hermenéutico más allá de nuestra capacidad y oído hacia los temas religiosos.
Si nos fijamos, el fracaso palpable de nuestra historia más reciente se ha dado cuando hemos justificado nuestros actos, a veces atroces, con nuestras ideologías y no hemos levantado el pie del acelerador. Hemos aplastado en nombre de Dios, del nacionalsocialismo, del fascismo, del comunismo, del capitalismo... justificando nuestros medios y métodos por “Razón de Estado” o en aras a un “justo destino”. Y no hay ideología que pueda poner a salvo al hombre, por más que su lucha en un momento de la historia pudiera quedar justificada. No podemos acabar convirtiéndonos en “Dioses” para los demás. Nuestra única tarea es acompañarnos, convivir respetándonos en la pluralidad. «Hoy ya no hay razones filosóficas fuertes para ser ateo o, en todo caso, para rechazar la religión», afirma Vattimo. Para nuestro autor es una pretensión casposa y trasnochada la lucha de un racionalismo cientificista o historicista que abogue por dejar fuera de juego socialmente a la religión. Me atrevo a afirmar que se trata de otro totalitarismo disfrazado de modernidad y cultura.
La razón y el amor son las dos condiciones que nos convierte en divinos. Comprendo el deseo de muchos no creyentes a la hora de exigir aquel poder que entienden les pertenece como tales pero que acabó siendo entregado, transferido a los dioses. Es curioso que nuestra sociedad actual, heredera de la Revolución francesa y la razón ilustrada de los siglos XVIII, XIX y XX esté empeñada en coger solamente una de sus proclamas, la primera: la libertad, olvidando el principio de solidaridad y el de fraternidad. Como lograremos entender, ese uso de la libertad no garantiza la justicia, ni el respeto ni el orden. Razones tenemos para matar, razones tenemos para invadir, para saquear, condenar, justificar y abandonar... ¿Será por razones? Solamente hay que poner los noticieros. Así, la cuestión prioritaria estaría en reducir la violencia y no sólo reconocerla. Para Vattimo Dios es relativista sólo en el sentido de que no puede dejarse hipotecar-atrapar por meros convencionalismos histórico-temporales determinados por proposiciones dogmáticas pertenecientes a formas interpretativas epocales. Entiende que en la sociedad hay que admitir por razones de caridad múltiples posiciones, pluralidad de opiniones y opciones.
Una de las mayores contribuciones que Vattimo hace a la hermenéutica es aquella que hace en Después de la cristiandad cuando afirma que no decimos que nos ponemos de acuerdo cuando hemos encontrado la verdad, sino que decimos que hemos encontrado la verdad cuando nos ponemos de acuerdo (o al menos estamos en disposición de ello). Se comprende que aún es posible hablar de verdad, pero sólo porque en el acuerdo hemos sido -en su más genuino sentido- caritativos. La caridad se convierte en verdad, sustituyendo dicho concepto en la medida en que se comparte. Así, Vattimo observa que el cristianismo no es una religión como tal, por eso, para afirmar su no creencia en el Dios del acto puro, decía “gracias a Dios soy ateo”. Al menos, y esta es otra buena noticia, Jesús se lo permitiría, porque el amor es siempre contra dogmático. Precisamente Jesús invita a creyentes ¡y a no creyentes! a trabajar en esta corresponsabilidad. El cristianismo es, así, para Vattimo, la religión del amor, la religión más simple (la “no religión”), cuyo contenido se resume con los dedos de una mano, con tan solo cinco palabras: “a-mí-me-lo-hicisteis” (Mt 25, 40).
_El relato del Juicio final (en Mt 25), que yo traduciría como “mensaje final de Jesús al mundo”, viene a decirnos que No es necesario sentirse cristiano para serlo. Recordad la escena: ¿pero cuándo Señor te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber…? Ni lo sabían ni importaba, porque lo que verdaderamente importa para Jesús, para Vattimo, para Francisco es el amor. Hemos de percatarnos de que cuando con nuestras palabras y obras traducimos “Dios” por “Amor”, los universos de comprensión de los interlocutores se conectan. Este lenguaje, bien comprendido, es todavía hoy (en la posmodernidad) universal y bien aceptado. Es la nueva koiné, porque el amor lo interpreta todo.
Así pues, Vattimo entiende que en lugar de presentarse como un defensor de la sacralidad de los valores, el cristiano —si quiere ser fiel seguidor de Jesús— debería actuar, sobre todo, como un anarquista no violento, como un deconstructor irónico, guiado no por la búsqueda de una mayor comodidad para él, sino por el principio de la caridad hacia los otros, leyendo e interpretando los signos de los tiempos bajo la clave interpretativa comunitaria de la caridad.
En El futuro de la religión Vattimo llega a afirmar que para poder decir “Dios ha muerto” se hace necesario una concepción de dios débil, cristiana. Este concepto de la muerte de Dios desempeña un papel primordial en la filosofía vattimiana pero, curiosamente, en Después de la cristiandad sustituye dicha expresión por la de “el Dios que ha muerto”, bajo mi punto de vista más acertada con la idea que nuestro autor tiene en su cabeza, heredera en cierto modo de Heidegger: un dios distante, metafísico y sobrenatural que muere con Jesús de Nazaret, el dios débil y humano. Así pues, el Dios metafísico es, como afirma Vattimo, el Dios violento, al menos para un ser tan débil y menesteroso como el humano. La disolución de la metafísica supone también la muerte del Dios metafísico, el fin del ipsum esse subsistens.
Pero lo realmente transformador es la relación de la kénosis de Dios con el pensamiento de Heidegger. Para superar al Dios en términos metafísicos hay que pensarlo, precisamente, como acontecimiento… Vattimo afirma que la ontología débil se hace heredera de la tradición cristiana, y es posibilitada como evento. Para lograr llegar al dios débil de Vattimo y comprender el amor como límite cristiano-hermenéutico hay que transitar sus dos influencias filosóficas más importantes: Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger. Existe una relación entre la “muerte de Dios” (de Nietzsche) y el final de la metafísica (en Heidegger). El nihilismo positivo y optimista es, pues, un producto de la secularización del cristianismo y no una pérdida de significado, sino la asunción del pensamiento heideggeriano.
Así, ni la ciencia es ya la casa de la verdad ni la historia el camino del progreso hacia la emancipación, sino la cáritas. El amor cristiano es, en este sentido, el fin de la modernidad violenta y fuerte. La relación que existe, pues, entre ser y dios es que la historia de la secularización es parte de la historia de la salvación. Vattimo crea ahora un nuevo significado de secularización: el pensamiento débil. El regreso de la religión es bienvenido desde el sentido kenótico-caritativo del amor. El mayor logro filosófico a raíz de la secularización consiste en el regreso de la experiencia religiosa pero basada ahora en el respeto, el amor y la caridad. Como afirma Leonardo Boff, "Siempre que triunfa la justicia sobre las políticas de dominación, siempre que el amor supera la indiferencia, siempre que la solidaridad salva vidas en peligro, ahí está ocurriendo la resurrección, es decir, la inauguración de aquello que tiene futuro (...)".
►A Dios lo daban por muerto, pero sigue vivo… El que había muerto era simplemente un impostor. Y mereció su muerte. Lo hemos matado nosotros, entre todos: Hegel, Nietzsche, Heidegger, Dostoievski, Rorty, Francisco…, tal y como la obra de Vattimo pretende mostrar.
Muere el Dios metafísico (prepotente, dogmático e impositivo) y nace Jesús: El Dios encarnado e histórico, la libertad del amor. Por ello, si con algo debiéramos quedarnos como mensaje final en Vattimo, creo que debería ser este:
¡Amen! (así, sin tilde).
Que así sea,
Si Dios quiere
y nosotr@s también