Ejercicios Espirituales, discernimiento, Semana Ignaciana, jesuita, colegios cristianos La Semana Ignaciana: una tradición más viva que nunca
Álvaro Lobo SJ nos habla de celebrar con hondura la identidad
El 12 de marzo de 1622 se celebraba en Roma la canonización por parte de Gregorio XV de Santa Teresa, San Francisco Javier, San Ignacio de Loyola, San Isidro Labrador y San Felipe Neri. Cuatro españoles y un santo, como las malas lenguas del momento se atrevían a predecir. Una fiesta que trascendía lo religioso y que se convertía en un evento con tintes políticos y artísticos y con algunas dosis de espectáculo.
500 años después la Iglesia ha cambiado mucho, el santoral ha aumentado y la relevancia de la fe en la vida pública es bien distinta en la vieja Europa. Pero eso no significa que no sea más que necesario celebrar la fe y la vida de estos gigantes de la Iglesia, cuya pasión por el Evangelio y su carisma continúan teniendo algo que decir en este siglo XXI, pues siguen surgiendo nuevos retos tanto en nuestro mundo como en nuestra propia Iglesia.
Por eso, desde hace varias décadas, en los colegios de la red de Educación Jesuitas de la Compañía de Jesús en España se celebra la Semana Ignaciana, un momento privilegiado para celebrar con hondura la identidad y todo aquello que nos une. No se trata de vender una marca, sino de profundizar en aquello que movía al bueno de San Ignacio de Loyola a seguir a Cristo “pobre y humilde” y a San Francisco Javier para llegar hasta los confines del mundo. Es decir, la Semana Ignaciana no busca otra cosa que indagar en la esencia de aquello que movió a los primeros jesuitas y que, 500 años después, nos mueve a jesuitas, educadores, alumnos y, por supuesto, familias. Al fin y al cabo es reconocer que nuestra identidad no proviene de un bonito logo, de un prestigio forjado de generación en generación o de destacados antiguos alumnos, sino que se vive y se alimenta en relación con Dios, y de esta forma todo lo demás se vuelve secundario.
Para ello, se siguen los tres ejes de la pastoral de los colegios de la Compañía de Jesús en España: 1. transmisión de la fe, / 2. cultura vocacional / y3.una pastoral que vaya más allá de los despachos de pastoral -en diálogo con otras dimensiones del centro-. Por eso, a lo largo de esta semana hay concursos de canciones religiosas, encuentros de todo tipo, oraciones en común, numerosos testimonios de jesuitas y educadores ignacianos y hasta competiciones deportivas entre otras muchas actividades. Todo dispuesto y todo preparado para hacer conscientes a nuestros alumnos de lo que significa formar parte de un colegio de la Compañía, al igual que otros dos millones de alumnos en todo el planeta.
Como se puede intuir, los 68 colegios de la red de Educación Jesuitas son muy distintos entre sí, en tamaño, en historia, en entorno social y en contexto religioso, algo que lejos de ser un problema se convierte en una gran riqueza, pues permite llegar a todo el mundo, sin olvidar a aquellos que más lo necesitan. Para acometer esta apasionante misión, desde hace más de diez años se cuenta con un equipo llamado “Líneas de fuerza” que vertebra la propuesta pastoral en los distintos centros de España y Portugal. Intenta, a través de un equipo cualificado de personas, ofrecer un sinfín de materiales y actividades, pero sobre todo sirve de inspiración para todos los colegios, para dar un sentido pastoral al curso desde una clave ignaciana distinta. En el caso de este año: “Vivir por amor. De Dios para los demás”.
Cada uno de los 80.000 alumnos de jesuitas en España, verá desde algún enfoque académico, lúdico, paraescolar, pastoral y hasta familiar algún rasgo de la espiritualidad y de la pedagogía jesuita, y podrá comprobar cómo forma parte de una larga tradición de alumnos, que aspiran a ser de alguna manera personas conscientes, competentes, compasivas y comprometidas. En definitiva, que los alumnos reconozcan que forman parte de una gran familia que va más allá de su propio centro.
En el programa de este año hay sitio para muchas propuestas, tantas como la creatividad de profesores apasionados con su vocación y alumnos con ganas de disfrutar en su colegio. Desde tracas hasta retos gastronómicos, adoraciones, actividades solidarias y lógicamente eucaristías. Como es lógico, también actividades más académicas como claustros, proyectos de investigación sobre la historia de la Compañía y hasta algo tan genuino en los colegios jesuitas -desde allá por el siglo XVI- como las obras de teatro. Y por qué no scapes rooms y photocalls para recordar a los jesuitas de Hollywood, sin olvidar los pregones que toda buena fiesta merece y por supuesto disfraces de caballeros y princesas, como en la época del mismísimo san Ignacio. Un tiempo de celebrar y compartir la vida, la fe, la comunidad y la alegría que caracteriza a cualquier centro jesuita.
Al final de su vida, los primeros jesuitas rogaron a San Ignacio, por activa y por pasiva, que les narrase su vida. El fruto de su trabajo fue la autobiografía, que no se trata de un trabajo hagiográfico de este santo español, más bien es un manual para comprender cómo Dios se relaciona con cada uno de nosotros, y hace de nuestra biografía un auténtico tratado de aventuras, donde Jesús es el personaje principal. Ojalá nosotros, indignos descendientes de este hermoso legado, seamos capaces de transmitirlo a nuestros alumnos, para que el día de mañana, nuestros estudiantes se conviertan, como diría el bueno del padre Arrupe hace más de 50 años, en hombres y mujeres “que no vivan para sí, sino para Dios y para su Cristo, para aquel por nosotros murió y resucitó”, hombres y mujeres para los demás.
[ÁLVARO LOBO, SJ, coordinador de Pastoral SJ y subdelegado de la comisión de Pastoral Juvenil y Colegial de la Provincia de España].