El lugar de los débiles como mirada hermenéutica II
Un nuevo espacio y tiempo en Gianni Vattimo [PARTE II]
Conferencia en Ronda en el curso de verano de la UNED (26-30 de junio).
[Nota aclaratoria: _continuamos nuestro artículo dejando claro que, aunque me estoy apoyando en el primer Heidegger para hacer notar de una manera más contundente el paso, el proceso de cambio que podemos vislumbrar de Heidegger a Vattimo, no es verdaderamente éste, el primer Heidegger (el de Ser y Tiempo) el que deslumbra a Vattimo y lo condiciona en su interpretación filosófica, ya que el discurso racional que Vattimo bebe del alemán es más el del 2º Heidegger, no el de Ser y Tiempo que pertenece a la 1ª etapa del pensador alemán y que en parte llenan estas páginas sino el de Tiempo y Ser, el de la Kehre, el del que llamamos "2º Heidegger". Así pues, en honor a la verdad, hay que insistir en que este giro filosófico está ya iniciado en germen en Heidegger y continuado, bajo mi punto de vista, llevado a su plenitud cristiana en Vattimo, dado su historia personal y trayectoria socio-política. Sin el trabajo racional y espiritual previamente llevado a cabo por Heidegger (y las bases hermenéuticas legadas de Gadamer, su otro gran maestro del pensamiento) no podríamos hablar hoy del legado cristiano-hermenéutico de Vattimo. Una vez dicho esto continuemos nuestra exposición...]
►Para Heidegger había dos formas de "estar-en-el-mundo", según el grado de adecuación a la estructura de fondo de la existencia humana (lo que Heidegger llama “existencia auténtica” y “existencia inauténtica”). Se trata de un acto de comprensión de sí mismo como "ser-en-el-mundo": el hombre puede "conquistarse", ganarse a sí mismo o perderse en lo anodino y en lo impersonal. Esto último, decía Heidegger, constituye la existencia inauténtica, que para Vattimo representa el modelo de sociedad consumista del capitalismo
En este tipo de sociedad, que se mueve por los hilos de la modernidad tecnológica y el consumo. nos perdernos con facilidad a nosotros mismos, casi sin darnos cuenta, dada la superficialidad y la escasa interiorización que el neoliberalismo desalmado procura, pero también perdemos a los demás, a aquellos que también comparten nuestro ser-en-el-mundo, des-cuidando la mirada, entretenidos en vanidades y aniquilando el cuidado que hace posible el rescate de los pasados posibles y una espera solícita de un futuro mejor para todos.
Vattimo, como Heidegger, no cree que el hombre deba perderse al nivel de las cosas del mundo, al nivel de los entes viviendo en la falsa seguridad de lo cotidiano. Vattimo cree con Heidegger que el hombre puede, mediante un acto de libertad, dar un salto desde la trivialidad, la mediocridad y la inconsciencia de la existencia anónima al encuentro consigo mismo, pero añade también el encuentro con los demás, especialmente con los más débiles. Pues bien, podemos decir que allí donde Martin Heidegger bordea y limita el escarpado terreno filosófico señalando y distinguiendo “autenticidad” e “inautenticidad”, allí donde Heidegger limita, Vattimo milita con la “caritá” (con la caridad cristiana) abriendo un portal, un tajo (precioso como el de Ronda) en el que emerge un nuevo espacio y tiempo hermenéutico capaz de unir la tierra con el cielo, dando la posibilidad de que la vida, a pesar de su crudeza, pueda convertirse en una obra de arte donde no haya vencedores ni vencidos sino “fusión de horizontes”, cuyos propios interlocutores ponen en juego arrancándolos de toda posición de fuerza.
Por eso, la experiencia de la verdad es una experiencia, en cierto modo, estética, poética. Y donde hay fuerza opresiva, pensamiento único y falta de libertad, de luz y color, el juego del lenguaje naufraga y experimenta su propia muerte. De este modo, el ser no se da como algo que está más allá de la palabra ni como algo anterior e independiente de ella sino que se da precisamente en ella. Es por esto que sólo puede ser entendida en el lenguaje como una perspectiva alternativa y global del mundo, como una creación de mundos posibles, un dejar aparecer que oculta, alumbra y libera al mismo tiempo. ¿Qué poesía, qué arte o estética, por ejemplo, se puede dar en el fascismo?
Como tantas veces predica Teresa Oñate, la ontología hermenéutica es una ontología de las diferencias. Así, los otros pueblos y culturas, los otros marginados: homosexuales, mujeres, niños, indios, negros, pobres, enfermos, vencidos, locos, parados, drogadictos, viejos, refugiados... piden también hoy la palabra para ser escuchados. Para lograr esta tarea de recuperar los posibles pasados, santificar y rehabilitar el presente y acercar el futuro posible, las personas y pueblos crucificados han de ser desclavados de la cruz del eterno sufrimiento que padecen por la injusticia y la tozudez del hombre.
Nuestro Dios, según Gianni Vattimo, no puede ser un Dios sádico sediento de dolor. La Buena Noticia de Jesús se injerta, pues, en la historia del hombre dignificándolo, salvándolo de la esclavitud y liberándolo de falsos e institucionales pesos alienantes. Su propuesta y su programa es el Sermón del monte y las Bienaventuranzas: creyentes activistas en el amor, el perdón, la honestidad, la inclusión y el servicio para construir en la tierra un mundo de justicia.
Cuando con nuestras palabras y obras traducimos «Dios» por «Amor» los universos de comprensión de los interlocutores se conectan, y hay que agradecer que salga a la luz desde voces críticas menos clericales y ortodoxas, como es el caso de Vattimo. Ya san Juan nos dejó escrito de forma indeleble que «Dios es amor», y san Pablo clarificó y esclareció qué connotaciones conlleva hablar de amor, hablar de Dios. Este lenguaje, bien explicado, es todavía hoy universal y bien acogido. Por ello, lo que en principio pudiera parecer debilidad (en su sentido más negativo), se convierte, potencialmente en una preciosa oportunidad. ¿Por qué renegar de la postmodernidad, de esta época en la que nos ha tocado vivir y dar respuesta? ¿Por qué querer encontrarnos con tiempos pasados, si tampoco fueron ejemplares? Es una obligación de todos saber leer los signos de los tiempos y, sin traicionar la esencia del mensaje de Jesús, traducirlo adecuadamente a los oídos, las mentes y los corazones de las personas que habitan nuestro mundo. ¿O es que acaso la propuesta del amor y la justicia ya no tiene hoy la misma validez?
El punto de vista histórico actual, el que promueve Vattimo y algunos de los aquí presentes es un pensamiento que es ecologista, postcolonialista, multiculturalista, feminista, internacionalista... Un pensamiento de la diferencia que se muestra a favor de los más vulnerables.
No habrá horizonte alternativo posible para nosotr@s hasta que las izquierdas no se dejen modificar por su postmodernidad y delimiten su desmesura metafísica, aquella que no reconocen en ellas mismas. Pero eso pasa porque admitan el Retorno a los pasados y los bienes culturales espirituales posibles (inmanentes). Sin esa reflexión ₋afirma Oñate₋ no puede darse la comprensión de la urgencia a la crítica entre el vínculo eficaz de Modernidad y Capitalismo y Nihilismo. En una palabra: el totalitarismo y el pensamiento único no tiene ideología, sólo ascenso social, patrimonio y guerra a repartir con los Débiles. No es social. Ni cristiana secularizada.
Existe una relación entre la «muerte de Dios» (de Nietzsche) y el «final de la metafísica» (en Heidegger) que podemos relacionar con el dios débil de Vattimo y el amor como límite cristiano–hermenéutico. El nihilismo positivo y optimista es un producto de la secularización del cristianismo y no una pérdida de significado, sino la asunción del pensamiento heideggeriano. Ni la ciencia es la casa de la verdad ni la historia el camino del progreso hacia la emancipación, sino la cáritas. El amor cristiano supone y representa la no necesidad del relato violento y fuerte para que las cosas funcionen; en este sentido significa el fin de la modernidad. Así pues, la relación que existe entre ser y Dios es que la historia de la secularización sería para Vattimo parte de la historia de la salvación. El cristianismo cobra importancia histórica por haber aportado el punto de inflexión para la disolución metafísica que termina en el proceso de secularización como inicio del pensamiento contemporáneo. Vattimo crea entonces un nuevo significado de secularización: el «pensamiento débil». El regreso de la religión es ahora bienvenido desde el sentido débil de la cáritas. El mayor logro filosófico a raíz de la secularización consiste, pues, en el regreso de la experiencia religiosa pero basada necesariamente en el respeto, el amor y la caridad [nunca en la imposición de un argumento fuerte, metafísicamente impositivo].
Y, en medio de este retorno religioso al corazón de un cristianismo que podríamos llamar «hermenéutico», una ventana se abre en esta nueva construcción: aparece en escena el Papa Francisco. Bergoglio está siendo para nuestro autor un claro ejemplo de por dónde debe caminar la auténtica Iglesia de Jesús en su visión teológico–política y pastoral. Tanto es así que Vattimo declaró en Julio del 2018 en la sección digital del periódico La Stampa (que privilegia las noticias relevantes sobre el Vaticano), cito textualmente palabras de Vattimo: «Este Papa me quita la vergüenza de llamarme católico». El Papa Francisco, a través de un amigo en común: el humanista argentino Luis Liberman (director de la Cátedra del Diálogo y la Cultura), recibió una copia del último libro de Vattimo: Alrededores del ser. Francisco le devolvió la atención con una llamada telefónica donde mantuvieron una amena conversación sobre Iglesia y filosofía y la necesidad actual de zambullirse en el pensamiento heideggeriano. Este simple gesto de conversar un ratito con el Papa Francisco ha supuesto un salto cualitativo en su relación y actitud con la Institución.
No es la primera vez que la sencillez y cercanía de Francisco han logrado estrechar las relaciones y acortar distancias para favorecer el encuentro… Vattimo también hizo su parte y contribuyó de alguna forma a ello regalándole, con intención, su último libro. Lo más curioso es que Vattimo no sólo no se sintió juzgado sino, incluso, comprendido en la necesaria regeneración de la teología católica para llegar a dar una seria respuesta al mundo actual. Sentimiento muy diferente al que personalmente tuvo en otras ocasiones en el seno de la Iglesia católica en su difícil relación con los dos anteriores Pontífices. Para Vattimo, que siempre se sintió comunista católico, el Papa Francisco ha sido un bálsamo y confirmación de que vale la pena ser católico porque la buena noticia de Jesús vuelve a su sitio tras el estancamiento ocurrido después del ilusionante Concilio Vat. II. Una nueva primavera eclesial ha surgido de la mano de Bergoglio; es más, Vattimo entiende que Francisco ha salvado a la Iglesia de su propia autodestrucción, «del suicidio al que la estaban empujando sus antecesores en base a la lectura literal de las Sagradas Escrituras y los dogmas, lo que a fin de cuentas, históricamente sólo ha servido para alejar a la comunidad de la Iglesia». Y es que para Vattimo funcionamos como verdadera Iglesia cuando caminamos hacia una comunidad de hermanos más circular que piramidal, una Iglesia–asamblea basada en el servicio. Para él, la cuestión se debe jugar más en el campo de la conciencia comunitaria de sus miembros que de quiénes puedan dirigir con mayor o menor acierto la Institución. Es interesante aquí ver cómo Vattimo, al igual que el Concilio Vaticano II, desea una Iglesia más «Pueblo de Dios», más comunidad, menos jerárquica. El papa Francisco, que está potenciando la sinodalidad dentro de la Iglesia está, a su vez, acercando a Vattimo hacia la comunidad eclesial, aunque ya sabemos que el turinés no se deja atrapar, así como así, con simples clichés.
El debolismo kenótico–caritativo que propone Gianni Vattimo posee un compromiso efectivo con la realidad, con los pobres y con los pueblos crucificados, tal y como afirma la teóloga feminista protestante Dorothee Sölle. Es por ello que a Francisco se le ha señalado como marxista, aunque él —al hilo de una entrevista en EEUU donde le preguntaron con mucha intención sobre su continuo mensaje de igualdad y justicia— declaró que son los comunistas quienes piensan [en algunos aspectos] como los cristianos. En dicha entrevista sentenció: «Cristo ha hablado de una sociedad en la que decidan los pobres, los débiles y los excluidos. Para obtener igualdad y libertad debemos ayudar al pueblo, a los pobres con fe en Dios o sin ella, y no a los demagogos o a los barrabás». Nunca viene mal recordar aquellas palabras proféticas que sentenció Helder Cámara y que hoy podríamos perfectamente extender a Francisco, el primer Papa latinoamericano:
«Cuando alimenté a los pobres me llamaron santo; pero cuando pregunté por qué hay gente pobre me llamaron comunista (...) Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista (...) Siempre que busqué defender a los pobres, la iglesia me acusó de hacer política (...) Los que tratamos de tomar la antorcha y seguir los pasos de Jesucristo, no debemos descansar hasta que los muros de la injusticia, la exclusión y la mentira caigan en nuestra preciosa tierra americana ancha y enajenada».
Así, el pensamiento débil en Vattimo es, a su vez, un pensamiento «de los débiles», y aquí también toca directamente con el corazón del mensaje cristiano: no sólo que el núcleo y la esencia del cristianismo es un Jesús humilde, kenótico, como bien muestran los pasajes de los Evangelios, sino también un Dios cercano a las mujeres y hombres, especialmente de aquellos que la sociedad y la política marginan. Esta es una clave significativa que Gianni Vattimo nos brinda para una propuesta filosófica en orden a construir un mundo mejor, que ayuda bastante a acercar posturas con la Iglesia, muy especialmente a partir de Francisco.
Vattimo ha buscado y ha encontrado en Dios el camino a la verdad, es más —tal y como él mismo afirmó hace un par de años en El País— «para elegir a Jesucristo, debo dejar perderse la verdad, al menos en el sentido en que este término se ha aplicado en el lenguaje filosófico que hemos heredado de esa misma tradición [metafísica]». No se trata de hipotecar la verdad para mantener la fe en Jesús, sino muy al contrario, encontrar el sentido verdadero que Jesús promueve (en espíritu y en verdad) con sus palabras y gestos. Esto hoy, en cierto modo para Vattimo, se materializa en la propuesta de revolución medioambiental y anticapitalista (anti–metafísica e inconformista) que encarna el Papa Francisco, como cuando incita a los jóvenes (al futuro posible, podíamos decir) a nadar contracorriente, y salir a las calles para «armar lío», pero ayudando «a organizar el lío que hacen» promoviendo “una especie de apelación a la revolución permanente” porque la radicalidad del Evangelio está en su propia libertad y entrega, en su propuesta de una Iglesia fresca, alegre y cercana, anti–imperialista (como algunas que he visto en Latinoamérica) que no miran por su supervivencia institucional sino que con valentía salen a las calles, a los barrios, a las plazas, a las selvas y a las universidades para gritar que no nos salvamos solos, pues no existe verdad ni progreso sin amor ni respeto, sin contar los unos con los otros. Curiosamente en nombre de la verdad se han cometido muchas injusticias y barbaridades, al igual que en nombre de Dios. Pero para Vattimo Dios es… Jesús, el hombre que pasó por el mundo haciendo el bien.
Así pues, profundizando en Jesús de Nazaret Vattimo encuentra razones para seguir creyendo que el amor es la única religión humanamente aceptable. Jesús representa la nueva racionalidad espiritual pacífica y constructora, una racionalidad de la caridad que nos libera y dignifica en la ternura del amor y el perdón. Ello implica debilidad, ofrecimiento, nunca imposición. El pensamiento débil de Gianni Vattimo ofrece, así, una praxis filosófico–política que intenta entrelazar respetuosamente libertad y justicia: el debilitamiento de las estructuras de poder de toda institución política, social, económica o religiosa con el objeto de servir al hombre y no servirse de él. Si no caemos en el derrotismo, ni en la pura fragmentación, si se encuentra sentido de historia de salvación, podrán ser luces en el horizonte hermenéutico. Este contexto cultural, sin caer en nacionalismos extremos, nos ofrece muchísimas oportunidades para nuestro encuentro con Dios, la cultura y las posibles políticas de acción social.
Hay muchísimos retos que surgen con Vattimo, Francisco y otros intelectuales y personas de buena voluntad. Estos ponen todo su empeño y responsabilidad señalándonos, con sus voces y ejemplo, el camino alternativo para que juntos podamos continuar viviendo en este hermoso planeta sin necesidad de pensar igual ni destruirnos. Es verdad que no nos lo ponen fácil los intereses mercantilistas, los poderes fácticos o las mentes estrechas e irracionales de algunos que, aupados, llegan a alcanzar el poder, pero la tarea es nuestra y la victoria también. En este contexto cobra especial valor el mensaje esperanzador que encarnó Francisco —de Asís—, cuyo nombre asumió a conciencia Bergoglio en su Pontificado, y cuya historia fue un verdadero canto a la vida:
Pues que así sea, si Dios quiere y nosotros y nosotras también. Porque no hay ideología que pueda poner a salvo al hombre...
Tan solo si logramos acompañarnos conseguiremos interpretar, «dejar hablar lo no dicho del pasado, el bien que no está dado, el que tiene que poder venir si encuentra algún lugar adecuado donde poder acontecer». Si es así, podremos disfrutar, aún con límites, de un genial tapiz. Todas las piezas del puzle están sobre el terreno. La tierra prometida es esta…aquí y ahora, y es una tierra solidaria con entrañas de misericordia. La política, la religión y la razón siguen vivas, pero tienen un límite: ¡Sólo el amor podrá salvarnos!