"En sus 10 años de Pontificado, Francisco ha dado un giro y una nueva impronta a la Iglesia" Por una posmodernidad eclesial no neoliberal (“Una linterna en la niebla”,  Parte III)

Papa Francisco y la primavera
Papa Francisco y la primavera

"La figura del Papa Francisco está siendo relevante a la hora de intentar plantear un mundo más sano y respetuoso con el ecosistema planetario, una espiritualidad y religiosidad menos intransigente y fanática, y una humanidad más solidaria y justa"

"Francisco está intentando guiar a la Iglesia por este único camino posible hacia la buena noticia del Evangelio: el servicio y la fraternidad"

"Jamás se ha visto en la historia de la Iglesia ataques a un Papa como en algunas páginas web de la España actual"

"Francisco está intentando guiar a la Iglesia por este único camino posible hacia la buena noticia del Evangelio: el servicio y la fraternidad"

La figura del Papa Francisco está siendo relevante a la hora de intentar plantear un mundo más sano y respetuoso con el ecosistema planetario, una espiritualidad y religiosidad menos intransigente y fanática, y una humanidad más solidaria y justa. Como dice Télam, Francisco en sus escasos años de Pontificado ha dado un giro y una nueva impronta a la Iglesia: “El primer pontífice latinoamericano de la historia ha impulsado reformas, cambios en la curia y ha demostrado gestos transformadores en muchos ámbitos”.

Con su “pontificado itinerante”, recorrió el mundo para pedir “Tierra, Techo y Trabajo” y recordar a toda la humanidad que “Nadie se salva solo”.  Esto, creo,  va siendo una obviedad para todos, tanto para los seguidores de Bergoglio, como para sus detractores que, precisamente, ponen el punto de mira en sus gestos y predicaciones, las que califican ₋no en pocas ocasiones₋ de marxistas o, incluso, diabólicas. 

Laboa

Como afirma en un estudio realizado el sacerdote historiador Juan Mari Laboa, “Francisco es calumniado como ningún grupo progresista calumnió a Juan Pablo II” (Véase para una mayor profundidad el artículo de Jesús Bastante al respecto publicado en Religión Digital: https://www.religiondigital.org/espana/Juan-Laboa-Francisco-Pablo-II-integrismo-cismas-progresistas-conservadores-vox-intolerancia_0_2326867314.html). Si ya parte del catolicismo español tiene fama de criticar a los Papas de este siglo XX, Francisco se llevaría la palma en los escasos años que lleva residiendo en el Vaticano. Y es que ya desde sus inicios parte del catolicismo de ultraderecha (involucionista y conservador) puso sus ojos en él esperando algún tropiezo, ya que Francisco encarnaba la frescura del Evangelio del Concilio Vaticano II.

En su libro, donde intenta descifrar las claves de la ruptura de la derecha eclesiástica con el modelo de Concilio Vaticano II, Laboa afirma que “las rupturas eclesiásticas, los cismas, son mucho más frecuentes en la derecha que en la izquierda”. Así, afirma que un ejemplo claro es “monseñor Marcel Lefebvre, que ha protagonizado el único cisma desde el Concilio Vaticano II. Los más progresistas pueden ser muy críticos –continúa Laboa–, pero les cuesta más llegar al cisma”, contrario a lo que muchos piensan y expresan, ya que la izquierda siempre tiene la etiqueta de encarnar una especie de revolución bolchevique sin control ni reglas. El historiador va aún más allá afirmando que jamás se ha visto en la historia de la Iglesia ataques a un Papa como en algunas páginas web de la España actual, y así también confirma la existencia de una intolerancia e integrismo católico español que viene ya de tiempos del Papa León XIII, Juan XXIII (y Pablo VI) y ahora, cómo no, de forma todavía más beligerante y encarnizada en el pontificado de  Francisco. 

A pesar de las corrientes subterráneas que todavía se mueven y generan olas de cierto peligro en el entorno católico, la cuestión hoy a debate no es tanto si el Papa Francisco seguirá de Papa, al menos un tiempo más, (crucemos los dedos) como qué va a ocurrir en la Iglesia después de  Francisco. El tema de discusión a proyectar a mediano plazo no es tanto qué tipo de hombre encabeza a la Iglesia católica como qué va a ocurrir cuando este no esté al frente. Jorge Mario Bergoglio, examinado por muchos con lupa en sus comienzos, ya ha tenido suficiente tiempo para mostrarnos su verdadero rostro. Precisamente sus contrarios más hostiles han dado amplias razones de su talla como hombre de razón y de fe. Quienes mejor hablan de él son sus feroces contendientes.

Ganswein y Müller

Las feroces campañas que iniciaron hace tiempo en internet muchos grupos ultras solo delatan, no ya la capacidad, determinación y sensatez que Francisco usa en sus planteamientos y discursos, sino también el espíritu y la fe que envuelven a este Papa inusual y, hasta ahora, poco visto en las filas de la Iglesia. En realidad, no hace más que poner en funcionamiento las reglas del juego que ya estableció el Vaticano II. Por ello, estimo contundentes las razones que aseguran que Francisco ha sido y es el hombre que supo leer e interpretar los signos que la Iglesia necesita para los tiempos que corren y, además, llevarlos a cabo. 

A pesar de ello, quedan muchos retos sin afrontar ni resolver. Ahí están, es cierto, pero, ¿qué se le podía pedir a un desconocido dentro de una conocida institución de más de dos milenios de luces y sombras? ¿Es que alguien hasta ahora (y no pregunto sólo por alguien religioso) había conseguido de forma tan preciosa unir los asuntos morales con los ecológicos y políticos con tanta sencillez y, a la vez, profundidad, sin obviar los espirituales? Algunos dicen que este es otro más…Y no, no es otro más. Sus acciones están siendo significativas y, lo mejor, poniendo todo lo posible de su parte para que lo que se produzca sea una evolución revolucionaria.

Que sea portada del Time no es casualidad, que aglutine mandatarios de distintas religiones y culturas, a creyentes y no creyentes en torno a un modelo de política sostenible y defensa de nuestra “Madre Tierra”, tampoco. Y así podíamos añadir muchas más cosas: su histórica visita a Irak [o “ahoritica”, como dirían algunos buenos amigos, recién llegado de su valiente visita al Congo y Sudán del Sur], o qué decir de su repercusión a nivel ecológico (Sínodo de la Amazonía), su defensa de los refugiados, su preferencia por los marginados…Estamos ante un gran hombre, uno de los mejores que ha parido la madre Tierra. Sí, un hombre de carne y hueso, pero con mucho corazón. La normalidad es la grandeza de Bergoglio: algo necesario para reconciliar al hombre religioso con la sociedad en la era posmoderna.

Primavera de Francisco
Primavera de Francisco

El problema, pienso, no está en el ahora, mientras esté Francisco acompañándonos ₋nos guste o no₋ como fiel jesuita. La gran pregunta que se avecina con pies agigantados es qué pasará cuando no esté Francisco. ¿Conseguirán sus ideas y proyectos llegar a buen término?  ¿Qué rumbo se avecina en la Iglesia y en el mundo tras el Papa de la misericordia y la ecología? ¿Será que su impronta logrará establecer las bases irrevocables de un nuevo modelo de Iglesia al servicio de la misión, o quedará sin efecto por mor de una vieja escuela de religiosidad de calmantes y adoctrinamientos? ¿Nos iremos al otro extremo (catequizando de forma dogmática y condenatoria) según avisa la ley del péndulo? ¿Cómo será el nuevo hombre y la nueva Iglesia que llegue tras Francisco? 

Esperemos que el testigo que nos deje el “Papa Paco”, este hombre cercano al pueblo y, por lo tanto, cercano a Dios, sensato y humilde pero valiente, sirva para que la Iglesia sirva y sea en su seno acogedora, fiel a la buena noticia del Evangelio y clara y contundente en su defensa de los hombres y mujeres de este mundo, especialmente los pobres y descartados.

¿Pero, por Dios, cómo se puede interpretar que Francisco traiciona al Evangelio, si no hace más que aplicar con palabras y gestos lo que los evangelios relatan de Jesús, aunque sea de forma humana y torpe? ¿Cómo puede un mismo texto bíblico tener hermenéuticas tan desiguales? ¿Hace falta recordar que Jesús de Nazaret, desde que nace de María y José, se despoja de poder?  

Existe un gesto que nos ayudará mucho a comprender que no puede haber una interpretación o traducción de los evangelios neutral y que viene a sintetizar esta disposición del maestro Jesús hacia sus discípulos, en concreto con los doce apóstoles (incluso con quien va a entregarlo) que va a tener una gran trascendencia. Dicho gesto lo realizó el jueves santo, antes de ser apresado. Como alguno ya sospecha, se trata del lavatorio de pies. Recordemos de forma sucinta la escena: Jesús se levanta de la mesa, se quita el manto (manto que es signo de realeza y poder), se ciñe la toalla, toma la forma del que sirve y comienza a lavarles los pies a sus discípulos… Comienza a servirles despojado de poder y toda realeza humana, como nos recordaba Toni Catalá en sus múltiples charlas sobre los relatos evangélicos de la pasión

Papa lava los pies

Pero la cuestión esencial de esta escena no es tanto la humildad de Jesús como las consecuencias hermenéuticas y teológico-políticas de la enseñanza del maestro. Aquí lo más importante va a ser el diálogo que tiene con Pedro, al que podríamos ver como líder de la comunidad. Cuando Pedro ve a Jesús arrodillarse para lavarle los pies comienza un diálogo fantástico de múltiples consecuencias, también políticas. Jesús, poniéndose en el lugar de Pedro, comienza a decirle que él ahora no lo entiende pero que más tarde lo entenderá, pero Pedro insiste: “Jamás me lavarás los pies” (Jn 13,8). La respuesta de Jesús aquí en el mismo versículo será contundente e inmediata, sin medias tintas: “Si no te lavo, no podrás tener parte conmigo”.

Claro, si Pedro se deja lavar los pies por Jesús, Pedro entonces intuye que en la vida lo único que le queda por hacer es lo mismo: servir. Aquí tocamos una estructura de realidad impresionante: en este mundo lo espontáneo es la dialéctica de la verticalidad, y Pedro quiere a su Señor arriba para poder ser también él señor de otros. Esta es la estructura del mundo, la verticalidad y la dialéctica del amo y el siervo, pero Jesús a nuestros pies desmonta la verticalidad del mundo para que nos podamos mirar a la cara como hermanos. Para vivir con dignidad no hace falta que domines a nadie ni adules a nadie, tan sólo mirarlo a los ojos y descubrirlo como hermano. Por eso dijo Jesús “¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron” (Lc 10,24).

Francisco está intentando guiar a la Iglesia por este único camino posible hacia la buena noticia del Evangelio: el servicio y la fraternidad, pero Francisco está teniendo muchísimas dificultades y traspiés, y lo está teniendo especialmente por la necesaria traducción político-social y ética que surgen de los evangelios y el freno y las trampas que le preparan quienes no están dispuesto al cambio. He aquí el miedo de muchos ante Bergoglio: que la Iglesia entre por el mismo camino de Jesús: la vulnerabilidad, la debilidad, el servicio e incluso el fracaso. Pero no hay otro camino para el amor que servir y darse, y preferir padecer la injusticia que cometerla, navegando con todos los que quieran remar (sean quienes sean) hacia ese horizonte posible sin distinciones ni dignidades de clase, donde todos nos podamos mirar a los ojos y llamarnos hermanos. En mi humilde opinión, lo que en síntesis viene a decirnos Francisco es que Jesús es la misericordia de Dios hecho historia. Como afirma Leonardo Boff, "Siempre que triunfa la justicia sobre las políticas de dominación, siempre que el amor supera la indiferencia, siempre que la solidaridad salva vidas en peligro, como ahora, obligados al aislamiento social, ahí está ocurriendo la resurrección, es decir, la inauguración de aquello que tiene futuro (...)".

Papa de la primavera
Papa de la primavera

Es cierto, lo sé: vivimos tiempos difíciles y enmarañados. Como dice Galeano, cuando parece que conseguimos acortar distancias caminando dos pasos para acercarnos al horizonte de nuestra necesaria utopía, “ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. Entonces –pregunta Galeano– ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar. 

Quizá siga siendo un soñador pero me queda la paz y la tranquilidad de querer volver a intentarlo, una y otra vez. Sí, una y otra vez... Sé que no estoy solo. Al fin y al cabo, Jesús, Francisco y la izquierda hermenéutica son una luz en la densa niebla que atraviesa la historia.


“Hay señales. Rastreemos esos retazos, futuros ya presentes, posibles diversos, a pie

de calle y a través de la sociedad tecnológica que, contracorriente, se pone al servicio

de la mujer y del hombre, que apunta hacia una nueva democracia mucho más plural

y participativa, más bella, donde nadie quede fuera del precioso (no contaminado)

cielo estrellado. Los perdedores de la globalización, señores, están gritando con voz

plural y unísona: ¡conectémonos!”. 

(Cita extraída de mi libro El amor es el límite, publicado en 2015 en Dykinson).

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