¿Qué opinamos los de a pie sobre el CELIBATO clerical?
Fue ayer tema de nuestra tertulia vespertina, esa que se suele hacer al fesco de la tarde a la puerta de casa en el pueblo ya un tanto despoblado. Yo ni entro ni salgo. ¿Y tú que piensas?
| Pablo Heras Alonso.
¿Y qué opina la gente normal respecto a la obligación impuesta de que los funcionarios del rezo deban ser célibes, es decir, que deban abstenerse de la relación normal con personas del otro sexo?
Sí, lo sé: el planteamiento anterior, una obligación burocrática, no es el que esgrime la católica Iglesia. Ella afirma que el celibato no es una mera prohibición, es un estado entre necesario y consecuente de una misión, la de entregarse a los demás. En esto tiene razón si todo fuera y sucediera como la buena voluntad o las buenas palabras afirman. Basta leer, para esto entender, la encíclica de Pío XII “Sacra virgínitas”.
Frente a eso, las preguntas: ¿es que tal misión no puede ser llevada a cabo por personas casadas? ¿O es que el estado celibatario no se puede proponer como opcional? ¿No decía San Pablo que es mejor casarse que abrasarse? ¡Si lo sabría él, que gozaba de la más alta y sublimada inspiración divina!
Elemento añadido, para entender un tanto los componentes que conforman el problema, es el instinto reproductor innato y connatural a todo hombre. Contrariar los instintos conlleva traumas y taras psicológicas si no existen otras instancias superiores que los encaucen o los sublimen. La pura represión conduce a la neurosis o a bajas satisfacciones.
Otro aspecto a considerar en caso de que la Iglesia diera rienda suelta a la libre elección: cómo el célibe que forma una familia puede proceder como el resto de los mortales que trabajan, quién satisface sus necesidades, cómo se integra su trabajo en la normativa estatal… No es que sea algo irresoluble o algo que se pueda oponer a tal decisión, pero los aspectos prácticos y la burocracia pueden suponer obstáculos iniciales.
Los motivos que tuvo la Iglesia para imponer tal estatus han sido propalados tanto en sus aspectos positivos como en otros menos claros. Entre los primeros, lo que ya hemos apuntado, la misión a la que el célibe se consagra, que exige entrega total de su vida a las gentes, a sus fieles y, en el caso del clero regular, al servicio de Dios, a la oración, a la contemplación y a la vida ascética.
No se sabe si como consecuencia o como motivo espurio, otro motivo que se achaca a la Iglesia fue el poder retener y disponer plenamente de los bienes acumulados por ella, sin necesidad de legar a hijos o parientes bienes eclesiásticos.
El celibato no es algo exclusivo de la Iglesia católica. Recordemos que en Roma la institución de las vestales tenía un gran prestigio. Asimismo, el celibato también era practicado por monjes budistas. Y, por otra parte y dejando aparte neurosis varias o traumas psicológicos, todos conocemos personas que de tal modo se han embebido en su trabajo, en sus investigaciones, en su labor literaria… que el matrimonio no entra dentro de sus expectativas.
Cuál sea la deriva futura de tal situación queda en lo más etéreo de las decisiones vaticanas, que son las que deciden, por más que el bullicio clerical apunte hacia situaciones distintas.
Asunto a dilucidar, también, es el motivo por el que, hoy, se mantiene tal situación. ¿Pesa tanto el pasado para seguir manteniendo el celibato obligatorio? ¿Qué otros motivos puede esgrimir la Iglesia para no dar el paso que ya dio en su momento el clero protestante?