El respeto mutuo o la exclusión mutua.

Por parte de los credos, la segunda opción; por parte de un estado racional, la primera.

¿Cuál es, en España, el  porcentaje de gente que “pasa” de las religiones? ¿Y de crédulos convencidos? “Grosso modo”, decir que hay un 20 % de practicantes crédulos católicos,  55% indiferentes,  un 5% de “otras religiones” y un 20 % contrarios  se acerca mucho a la realidad.  Los dos extremos son beligerantes, por lo que deberían acudir a un juez imparcial para dirimir pleitos sociales o factuales, en cuestión de creencias, harto difícil de hallar.

El 20% primero está luchando con uñas y dientes por preservar el espacio sacro intra secular, con argumentos “convincentes”. Los tienen y se deben considerar. Pero ¿serán ellos capaces de respetar a eso otro 20% que lucha por erradicar todo lo que suene a “pensamiento irracional”?  Ambos tratan de atraer a su bando a ese 60% indiferente y, a fe, que los primeros lo tienen más fácil: emisoras, panfletos, influjo social, amistades políticas, prensa afín, historia próxima, indiferencia o desinterés de “los otros”, obras literarias, monumentos, fiestas...

El devenir de la historia nos ha llevado a vivir en una sociedad occidental moderadamente aceptable concretada en estados que se rigen por leyes, no por credos. Las leyes son la concreción racional de una forma de organizar la sociedad. Insisto en lo de “racional”. Vemos que tal sistema organizativo “funciona” mejor, porque entre otras cosas integra a todos, que el de los credos: paradigmas los tenemos en Irán, Arabia Saudí, Marruecos… 

El sistema político y social basado en credos –creo en Dios Padre o creo en el líder-- lleva, por un lado, a estados teístas como los citados; por otro, a regímenes totalitarios como el de la muy culta Alemania del 32, la Rusia stalinista pre y post bélica, la gran China del “made in” o la España desde los Reyes Católicos hasta el primer Franco.

Y aquí entra en liza el espacio común a todos. Los crédulos se resisten a aceptarlo, diciendo que cualquier espacio sacralizado desde siglos, hay que preservarlo y tenerlo en cuenta. Los razonadores, los que pretendemos que la razón se imponga en todos los ámbitos, decimos que no, que el verdadero estado de derecho ha de arropar e integrar  a todos en su seno habilitando un espacio neutral. 

Dígase lo mismo respecto a la no finalizada ofensiva de los pro-islamistas, propugnando un hueco en la sociedad por donde colar doctrina y ritos. Tienen a su favor el mantra de la xenofobia, de la que nadie quiere ser tachado.

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