Que la robotización de los cuidados está cerca es un hecho. La tenemos con nosotros. Aumentará también en la medida en que no reconozcamos dignamente el trabajo de cuidar, particularmente en la dependencia y la ancianidad.
Que la inteligencia artificial nos cambiará el mundo, lo tenemos a las puertas y ya lo vemos. Nos resuelve dudas, nos hace trabajos universitarios, nos sirve para mirar sumando saberes previos.
Que las posibilidades del mal, de la inteligencia artificial sin conciencia, son enormes, ya lo vemos también. Baste pensar en lo que podrá hacer en la gestión del dinero y de las operaciones invisibles, impensables, cruzando toda la información de la que es capaz para obtener beneficios.
Que la inteligencia artificial nos ayudará en salud, no lo termino de visualizar aún. ¡Claro que las TICS nos darán información, alertas, preventivas… que podrán incluso salvarnos la vida! No son libres. Los libres somos los individuos, las personas, que decidimos, en todo caso.
Urge que los filósofos se sienten en las mesas de innovación de inteligencia artificial. Urge que los expertos en provocar la reflexión ética, ayuden a los tecnólogos y programadores. Urge la filosofía. Urge.