Es un arte. Escuchar es un arte. Se aprende con paciencia, entrenamiento, supervisión. En particular, la escucha para aplicarla a las profesiones de ayuda, la que esperamos todos encontrar en una alianza terapéutica humanizadora.
Es un arte. Escuchar es un arte. Se aprende con paciencia, entrenamiento, supervisión.
En particular, la escucha para aplicarla a las profesiones de ayuda, la que esperamos todos encontrar en una alianza terapéutica humanizadora.
Mejor decirlo con un cuento.
Un discípulo, antes de ser reconocido como tal por su maestro, fue enviado a la montaña para aprender a escuchar la naturaleza.
Al cabo de un tiempo, volvió para dar cuenta al maestro de lo que había percibido.
"He oído el piar de los pájaros, el aullido del perro, el ruido del trueno...”
"No -le dijo el maestro-, vuelve otra vez a la montaña. Aún no estás preparado”.
Por segunda vez dio cuenta al maestro:
"He oído el ruido de las hojas al ser mecidas por el viento, el cantar del agua en el río, el lamento de una cría sola en el nido".
"No -le dijo de nuevo el maestro-. Aún no.
Vuelve de nuevo a la naturaleza y escúchala".
Por fin, un día... "He oído el bullir de la vida que irradiaba del sol, el quejido de las hojas al ser holladas, el latido de la savia que ascendía en el tallo, el temblor de los pétalos al abrirse acariciados por la luz". -
"Ahora sí. Ven, porque has escuchado lo que no se oye".
Y es que, el arte de encontrar al otro en su fragilidad y ayudarle eficazmente a afrontar sus dificultades, es cosa de artesanos profesionales.