ABURRIMIENTOS “RELIGIOSOS”
A la idea y definición del “aburrimiento” le dedica el diccionario de la RAE palabras afligidas, compungidas y tristes de su rico repertorio, que deletrea con secular y autorizada ponderación académica. Pongo el acento en “cansancio, fastidio y tedio” originados generalmente por disgustos o molestias, o por no contar con algo que distraiga y divierta”. El “sensus fidelium”, el paladar, el buen gusto y la perceptibilidad de quienes se ven obligados a conjugar “religiosamente” este verbo, en algunos de sus tiempos y modos, suscriben la declaración con rotunda sincronía y concomitancia.
. Esto no obstante, lo religioso en general, como tema de conversación y como preocupación, suscita hondo y ardiente interés en la diversidad de niveles y estamentos culturales y convivenciales, aunque de su intensidad quede más clara constancia en tiempos y en circunstancias concretas. Lo religioso es actualidad. Fue pasado, es presente y son muy pocos los que ponen en duda su futuro. Basta y sobra con conectar con la vida por los medios de comunicación, obligados, por ejemplo, a tener que interpretar sus más tristes y dramáticos episodios a la luz de feroces creencias y al dictado de “dioses” y de irracionales “mediadores” e intérpretes, tanto oficiales como oficiosos.
. Ideas, historias, personajes, doctrinas y comportamientos de alguna manera “religiosos”, nutren hasta rebosar los noticiarios, de modo especial cuando las informaciones se acomodan en terrenos escatológicos, y más concretamente en las secciones de sucesos, tal y como ocurre con desdichada frecuencia.
. Pese a todo, con estos y tantos otros episodios, en el marco de la Iglesia. lo verdaderamente religioso da la impresión de que apenas si interesa, atrae y, menos, cautiva, compromete, alecciona y ejemplariza a los más fervoroso y adictos. El número tan caduco de “participantes” y “fieles” lo delata con veracidad y estadísticas.
. Catequistas y evangelizadores no aprendieron los métodos y maneras de la pedagogía contenida en los evangelios y en la vida y muerte de Cristo Jesús. Con mitra, báculo, inciensos, gestos feudales, titulitis, filosofía, teología y cánones marchitos y exiliados de la vida cotidiana, sería milagroso poder mantener el interés por lo que se sermonea y predica, y menos cuando se tiene la convicción de que precisamente estos dos verbos -“predicar” y “sermonear”- también incluyen la idea y la intención de “reñir, reprender y enemistarse”.
Una religión como la cristiana, basada en fundamentos tan firmes y dogmáticos, como la resurrección y la vida, jamás podrá aceptar como propias y específicas, enseñanzas y adoctrinamientos como los registrados y ejercidos por los “oradores sagrados”, sacerdotes y obispos, profesores de religión y responsables de los medios de comunicación, cuyo contendido y expresión siguen siendo cavernícolas e inquisitoriales, aureolados de anatemas, dando la impresión inequívoca de que los “buenos” siempre son ellos -los “evangelizadores”-, y todos los demás son “malos”, solo por el hecho de tener que ser “evangelizados”.
. Es extremadamente difícil recomendar la lectura de un libro, la visión de un serial de TV, un programa, cadena o emisora “especializados” en temas religiosos, atractivos y en consonancia con las demandas del pueblo de Dios y de quienes aspiran a serlo algún día, y además sin olvidar que las fuentes de financiación fueron iguales, o más ricas, que las que nutren de influencia y audiencia a otras cadenas o empresas dedicadas a estos medios. Jamás pudo “sacramentalizarse” el matrimonio de la Iglesia con los medios de comunicación actuales, terminando en divorcio cuando en su horizonte evangelizador apareció algún conato que mereciera la pena.
. Periódicos, revistas, hojas parroquiales, boletines eclesiásticos, sermones, homilías. Triduos, novenas , “funciones sagradas” y concentraciones están a la espera de convertirse en medios e instrumentos de evangelización, con la confianza de contar con especiales gracias de Dios y con la eficacia de la alegría que encarna el mensaje de redención y de vida que define a la Iglesia, con la ventaja de ser esta servida por un tal Francisco llegado “ del otro lado del mundo”, al “cristianísimo” Mar Mediterráneo.
. Es posible que en la burocratización y en la alergia impertérrita a todo sistema democrático en la Iglesia, se encuentre parte de la explicación del aburrimiento que a ella –jerarquía y miembros-, la constriñe e identifica, con perjuicios tan graves para el desarrollo integral de personas, colectividades y pueblos.
. “Aburridos y con cara de vinagre” fue parte del deplorable, desolador y áspero diagnóstico pastoral, que en la plenitud ritual del Jueves de la Semana “Santa” por antonomasia, efectuó el Papa Francisco en relación con la vida y actividad sacerdotales, en la entrega y ministerio de la salvación, vida y resurrección, al que están consagrados por vocación y por la gracia de Dios.
. Esto no obstante, lo religioso en general, como tema de conversación y como preocupación, suscita hondo y ardiente interés en la diversidad de niveles y estamentos culturales y convivenciales, aunque de su intensidad quede más clara constancia en tiempos y en circunstancias concretas. Lo religioso es actualidad. Fue pasado, es presente y son muy pocos los que ponen en duda su futuro. Basta y sobra con conectar con la vida por los medios de comunicación, obligados, por ejemplo, a tener que interpretar sus más tristes y dramáticos episodios a la luz de feroces creencias y al dictado de “dioses” y de irracionales “mediadores” e intérpretes, tanto oficiales como oficiosos.
. Ideas, historias, personajes, doctrinas y comportamientos de alguna manera “religiosos”, nutren hasta rebosar los noticiarios, de modo especial cuando las informaciones se acomodan en terrenos escatológicos, y más concretamente en las secciones de sucesos, tal y como ocurre con desdichada frecuencia.
. Pese a todo, con estos y tantos otros episodios, en el marco de la Iglesia. lo verdaderamente religioso da la impresión de que apenas si interesa, atrae y, menos, cautiva, compromete, alecciona y ejemplariza a los más fervoroso y adictos. El número tan caduco de “participantes” y “fieles” lo delata con veracidad y estadísticas.
. Catequistas y evangelizadores no aprendieron los métodos y maneras de la pedagogía contenida en los evangelios y en la vida y muerte de Cristo Jesús. Con mitra, báculo, inciensos, gestos feudales, titulitis, filosofía, teología y cánones marchitos y exiliados de la vida cotidiana, sería milagroso poder mantener el interés por lo que se sermonea y predica, y menos cuando se tiene la convicción de que precisamente estos dos verbos -“predicar” y “sermonear”- también incluyen la idea y la intención de “reñir, reprender y enemistarse”.
Una religión como la cristiana, basada en fundamentos tan firmes y dogmáticos, como la resurrección y la vida, jamás podrá aceptar como propias y específicas, enseñanzas y adoctrinamientos como los registrados y ejercidos por los “oradores sagrados”, sacerdotes y obispos, profesores de religión y responsables de los medios de comunicación, cuyo contendido y expresión siguen siendo cavernícolas e inquisitoriales, aureolados de anatemas, dando la impresión inequívoca de que los “buenos” siempre son ellos -los “evangelizadores”-, y todos los demás son “malos”, solo por el hecho de tener que ser “evangelizados”.
. Es extremadamente difícil recomendar la lectura de un libro, la visión de un serial de TV, un programa, cadena o emisora “especializados” en temas religiosos, atractivos y en consonancia con las demandas del pueblo de Dios y de quienes aspiran a serlo algún día, y además sin olvidar que las fuentes de financiación fueron iguales, o más ricas, que las que nutren de influencia y audiencia a otras cadenas o empresas dedicadas a estos medios. Jamás pudo “sacramentalizarse” el matrimonio de la Iglesia con los medios de comunicación actuales, terminando en divorcio cuando en su horizonte evangelizador apareció algún conato que mereciera la pena.
. Periódicos, revistas, hojas parroquiales, boletines eclesiásticos, sermones, homilías. Triduos, novenas , “funciones sagradas” y concentraciones están a la espera de convertirse en medios e instrumentos de evangelización, con la confianza de contar con especiales gracias de Dios y con la eficacia de la alegría que encarna el mensaje de redención y de vida que define a la Iglesia, con la ventaja de ser esta servida por un tal Francisco llegado “ del otro lado del mundo”, al “cristianísimo” Mar Mediterráneo.
. Es posible que en la burocratización y en la alergia impertérrita a todo sistema democrático en la Iglesia, se encuentre parte de la explicación del aburrimiento que a ella –jerarquía y miembros-, la constriñe e identifica, con perjuicios tan graves para el desarrollo integral de personas, colectividades y pueblos.
. “Aburridos y con cara de vinagre” fue parte del deplorable, desolador y áspero diagnóstico pastoral, que en la plenitud ritual del Jueves de la Semana “Santa” por antonomasia, efectuó el Papa Francisco en relación con la vida y actividad sacerdotales, en la entrega y ministerio de la salvación, vida y resurrección, al que están consagrados por vocación y por la gracia de Dios.