PAPA FRANCISCO, PROFESOR DE GRAMÁTICA
De entre tantas gracias sobrenaturales como Dios le concede a la Iglesia por mediación del papa Francisco, destaco hoy y aquí, exactamente la de su capacidad de ejercer en ella de profesor de gramática. El papa dedica buena parte de su pontificado pastoral --doctrina y ejemplos de vida - a enseñarle a la Iglesia y a sus adeptos, capítulos importantes de la gramática con la que hemos de relacionarnos con Dios, entender el Evangelio y practicar la sagrada asignatura de la convivencia en su rica pluralidad de manifestaciones “religiosas”, sociales y, por supuesto, políticas.
El papa Francisco es, y se nos muestra, también como riguroso profesor -catedrático- y maestro de la Gramática Sobrenatural, que universitariamente recibiera el “cum laude” con merecimientos plenos y “némine discrepante”. En tal disciplina es todo un experto y administrador de puntos y comas, acentos, uso de neologismos, y empleo de las letras mayúsculas y minúsculas, aunque para ello se vea obligado a veces a corregir a los reputados miembros de las Reales Academias, en nuestro caso, Española.
Los ejemplos de la docencia y comportamiento gramatical del papa son innumerables. De entre ellos subrayo algunos de los más frecuentes y conmovedores:
El “otro”, adjetivo o pronombre indefinido, por exigencias de su docencia “franciscana”, se ha de escribir siempre en cristiano, con letra mayúscula. El “Otro” es Dios. El “Otro”, por muy prójimo que sea, no es un ser cualquiera, objeto y sujeto de transacción o comercio, venta o compraventa. Tiene alma, aunque a veces no lo parezca, se olvide o nos olvidemos. Y la “otra”, también o más por tratarse de una mujer, más descalificada que si fuera hombre-varón , igualmente tiene alma , es Dios, y por tanto hay que aplicarle la letra mayúscula.
Al “Nos-Nosotros” episcopal, le sobran las letras mayúsculas. Aplicadas y ejercidas por el estamento de quienes se dicen ser “Sucesores de los Apóstoles”, es anti- teológico y anti- gramatical.
“Desdiabolizar” al mundo y a sus moradores, porque sí y por aquello de “mundo, demonio y carne”, es término que ocupa puestos de relevancia en la enseñanza del papa Francisco. “Desendiosar” a papas, cardenales, obispos, arzobispos, monseñores, curas, monjes y frailes y “frailesas”, es norma primaria a tener en cuenta en la sinopsis gramatical del papa Francisco.
Tal gramática traducida a colores, colorines, títulos y titulitis, genuflexiones, inciensos, mitras, anillos, cruces pectorales, capas magnas y báculos, mucetas… profana cualquier protocolo por muchas bendiciones, indulgencias y asperges con los que se les haya decorado litúrgicamente.
La carencia de letras mayúsculas, en la relación eclesiástica con los laicos y “laicas”, pudiera llegar a causar una monumental falta de respeto para liturgia, pero no tanto para la teología y para la gramática del papa Francisco. En el caso en el que la mujer sea su protagonista siempre pasivo, forma y conforma además un detestable gesto de inelegancia, y la reafirmación de que ella -la mujer- es persona de segunda clase y que todavía cuenta poco -muy poco- dentro de la propia Iglesia.
En el diccionario patrocinado por el gramático papa Francisco se escriben con relieve especialmente evangélico términos tales como “ternura, disponibilidad, sensibilidad, amor, ecumenismo, enseñanza, ASÍS, perdón, misericordia, besos, abrazos, acogida, promoción, integración, transparencia, sínodo, líos, mayores y ancianos, niños, “hospital de campaña”, “San Lorenzo de Almagro”, Nuestra Señora de Desatanudos, anticlericalismo, hermandad, puentes, pobres, homosexualidad, servir, caricia, ortopraxis, palabra, lealtad, escuchar, interior, llorar, mañanear, soñar”…
La Iglesia precisa de buenos gramáticos, estilo papa Francisco. La enseñanza de tal disciplina con los más reconocidos títulos universitarios, estuvo y está muy descuidada canónicamente. En cualquier profesión -que no vocación—se enseñan y aprenden los vocabularios más elementales para relacionarse entre sí y con los otros, algo que no acontece en la Iglesia. Todo el pueblo de Dios ha de conformarse con decir AMÉN, y ya está. En el hipotético caso contrario, la defenestración y el anatema son -serán- participio pasivo en esta vida y en la otra. En tal configuración de la Iglesia curial, los Cardenales siguen siendo y actuando de “Príncipes de sangre real”, lo que no deja de ser un monumental barbarismo en la gramática del papa Francisco.
¡Gracias por ser maestro y practicar después como lo hace el substantivo masculino “discernimiento”, en cuyo tramo tuvo de profesor a un tal Ignacio de nombre, y de apellido Loyola¡.
El verdadero educador acompaña, escucha y dialoga.