SANTOS CON DINERO
Más o menos indebidamente, pero con todas las garantías de veracidad, acaba de llegarme cumplida y documentada información de que, con el fin de espolear el proceso de canonización de una mallorquina, sus devotos han depositado en el Banco Vaticano la preciada cantidad de 482,000 euros. La identidad de la nueva aspirante “al honor de los altares”, se llama Francisca Ana de los Dolores Cirer Carbonel, nacida el día uno de junio de 1781 fundadora de la Congregación de “Hermanas de la Caridad”, institución dedicada, por más señas,“al servicio corporal y espiritual de los pobres y enfermos”, beatificada en 1989 por el papa Juan Pablo II. En la homilía de la santa misa, el “Papa Magno” alabó su ejemplo de vida, destacando que “escogió la pobreza y excluyó la riqueza del proyecto de su vida cristiana y consagrada, porque sabía que podía apartarla de Dios”.
Dada la importancia que tienen los santos en la Iglesia y más en la religiosidad popular, no están de más algunas reflexiones, precisamente en vísperas de la revisión-reforma a la que el papa Francisco le dedica reflexión santa y profunda.
Y es que los santos, con sus beatificaciones y canonizaciones, más que ser otros tantos espejos fieles de los tiempos en los que vivieron, lo son de los que, por fin, alcanzaran ”el honor de los altares”, coronado el camino seguido por los procesos canónicos curiales que se les obligó recorrer. (Huelga destacar la grave dificultad que conlleva coordinar “gastos bancarios”, con “procesos canónicos y canonizadores”, aun siendo sabedores nosotros de los que de por sí demandan la Curia Romana y sus Cardenales, “Príncipes de sangre”, por definición concordataria).
“Santos” y “santas” están hoy por las nubes. Resultan caros. Carísimos. Solamente a determinadas Órdenes y Congregaciones religiosas, entidades, organizaciones y familias dotadas de jugosas cuentas bancarias, les será factible afrontar los gastos inherentes a los referidos procesos y a las celebraciones “solemnes” que se dan por supuestos, dado que un día es un día, y dado que no son muchos los santos que oficialmente se declaran aptos para ocupar hornacinas y retablos de templos y capillas.
Es, no obstante, obligado dejar limpia, santa y transparente constancia de que, si el santo o la santa se distingue por ser “especialista” en alguna clase de milagros o milagrerías relacionadas con temas tales como aprobar las oposiciones, superar los exámenes, conseguir un empleo, sanar dolencias o enfermedades, encontrar lo que se había perdido, -con inclusión de novias o novios-, o alcanzar algo “imposible” (san Pancracio o san Expedito), el dinero invertido en los procesos canónicos eleva al máximo la capacidad de conversión del santo o de la santa en un preciado y pingüe negocio. Tal negocio, con inclusión del que por antonomasia se le llama “el de la salvación”, se afronta además “en el nombre de Dios”, con todo el sentido reverencial que la falta de cultura “religiosa” presupone, reclama y explica en diversidad de ocasiones, a pesar de que “religión” y “dinero” jamás establecerán una coyunda sagrada.
¿Qué opinar acerca de la canonización –“¡santo súbito¡”- del papa Juan Pablo II?. Sigo opinando que la precipitación no fue buena consejera, así como que a su coincidencia en el mismo día con la de Juan XXIII, le sobró tanta o más “diplomacia”, como liturgia. Al pueblo de Dios no se le puede engatusar -engañar- de ninguna manera. Todos -casi todos- somos ya mayorcitos.
¿Juan Pablo I, próximamente beato? Beato y santo. Pero destinado a que su nombre forme parte de la letanía de los “mártires” y no de los “confesores”, por lo que su color litúrgico ritual sea el rojo y no el blanco. La “nota oficial” sobre la causa de su muerte carece de fiabilidad.
¿Todos los papas son” santos,” y canonizados, tal y como el Santoral lo proclama respecto a los que pontificaron en los últimos tiempos? Ninguna endogamia, por “santa” que sea, es buena ni recomendable.
¿Qué decir sobre “la vida y milagros”, y posible futura beatificación, del papa Benedicto XVI? Canonizado por muchos en vida, difícilmente lo será ya “post mortem”. Fueron y son muchos sus silencios y su acusada, acusadísima, adscripción al ala ultraconservadora de la Iglesia.
En definitiva, el dinero no hace” santo” a nadie, aunque llegare a ser canonizado, como acontece con frecuencia. El dinero descanoniza y más cuando, gracias al mismo, fue posible incoar el correspondiente proceso hasta elevarlo “al honor de los altares” y declararlo mediador ante Dios y ejemplo de vida cristiana “por los siglos de los siglos Amén”