"Un aldabonazo, un signo profético incómodo, transgresor y provocador" Gómez Acebo: "Ha llegado la hora, firmo a favor de la candidatura de Anne Soupa al arzobispado de Lyon"
"La Iglesia se queda sin manos para sembrar la palabra y las mujeres se alejan del catolicismo, algo que nos debe de importar si apreciamos el valor que aporta nuestra comunidad a las personas que la componen"
"El Vaticano II nos invitó a leer los signos de los tiempos y, si lo hacemos, tendremos que cambiar o hacer algunas adaptaciones a nuestras leyes algo que no se está cumpliendo y que se reclama"
"La sacralización del sacerdote ha conducido al clericalismo más absoluto al idealizar sus personas pretendiendo que fueran perfectos cuando son seres humanos como todos con sus debilidades y virtudes, una actitud que nos ha llevado a tapar sus defectos para no dañar a esa persona idealizada"
"La sacralización del sacerdote ha conducido al clericalismo más absoluto al idealizar sus personas pretendiendo que fueran perfectos cuando son seres humanos como todos con sus debilidades y virtudes, una actitud que nos ha llevado a tapar sus defectos para no dañar a esa persona idealizada"
No firmé mi adhesión a la candidatura que presentó Anne Soupa al arzobispado de Lyon pues me parecía una demanda estrambótica y en nuestra Iglesia, tal y como está concebida, lo es. Pero he revocado mi decisión ya que la candidata es una persona seria que ha meditado todos sus pasos y ha querido al presentarse dar un aldabonazo, un signo profético incómodo, transgresor y provocador que señale la situación de las mujeres en nuestra religión. Obras son amores y no buenas razones, dice nuestro sabio refranero, pues escuchamos todos los días el valor de las féminas, pero no se da ningún paso adelante en aras de contar con nuestras dotes de gobierno
El momento es favorable ya que la sociedad civil está cambiando la suerte y vemos a muchas mujeres ocupando puestos de responsabilidad en todos los ámbitos: políticos, legislativos, empresariales… Este vuelco en nuestros roles está dejando a la Iglesia con una imagen obsoleta de institución alejada de nuestro mundo. Una referencia que no es buena para nadie, pues la Iglesia se queda sin manos para sembrar la palabra y las mujeres se alejan del catolicismo, algo que nos debe de importar si apreciamos el valor que aporta nuestra comunidad a las personas que la componen.
Me parece que no tenemos en cuenta la dimensión cultural, nuestra sociedad cambia y es cierto que la institución no se puede diluir en el mundo, pero los cristianos vivimos dentro de sus parámetros, algo a lo que debemos responder. El Vaticano II nos invitó a leer los signos de los tiempos y, si lo hacemos, tendremos que cambiar o hacer algunas adaptaciones a nuestras leyes algo que no se está cumpliendo y que se reclama
También resulta propicia para su candidatura la diócesis elegida ya que Lyon ha sufrido mucho con la historia de los sacerdotes pedófilos que ha demostrado una estructura enferma y un sistema perverso que lejos de ayudar a las víctimas las silenciaba. Todo ello, producto de la sacralización del sacerdote que ha conducido al clericalismo más absoluto al idealizar sus personas pretendiendo que fueran perfectos cuando son seres humanos como todos con sus debilidades y virtudes, una actitud que nos ha llevado a tapar sus defectos para no dañar a esa persona idealizada. No quiero que se lean mis palabras en el sentido de afirmar que las mujeres somos mejores que los hombres pues no es cierto pero nuestra imagen parte de cero y podemos presentarnos, ante los otros, como somos.
Una auténtica comunidad se configura trabajando los hombres con las mujeres, con personas con distintos carismas independientemente de su sexo. Ya ha llegado la hora de que la mujer no sea la ancilla, la sirviente, del varón, ha llegado la hora de tomar resoluciones audaces, de una Iglesia en salida, de perder nuestra confortable vida para apostar por una existencia alejada de murallas protectoras, pero más acercada a los hombres de nuestro tiempo.
Por todas estas razones firmo a favor de la candidatura de Anne Soupa para el arzobispado de Lyon, consciente de que su nombramiento no llegará a puerto, pero servirá, como una gota más, para llenar el vaso de las demandas de las mujeres en nuestra Iglesia.