El rito del lavado de pies

Reconozco humildemente que, como feminista, me irritaba que el sacerdote sólo lavara los pies de varones en los oficios del Jueves Santo porque era una discriminación dentro de nuestra iglesia, una más. Cuál no sería mi sorpresa, cuando al mes de ser elegido papa el cardenal Bergoglio, en la Semana Santa del 2013, acudió a una cárcel de Roma donde lavó los pies a dos mujeres, una de ellas para mayor escándalo de confesión musulmana.

Las reacciones fueron en general adversas y los argumentos que esgrimían los que estaban en contra eran que el papa no se podía saltar las leyes eclesiásticas porque abría la caja de Pandora y los abusos se harían incontables. Y otros, más sutiles, veían que la ceremonia de la Última Cena suponía la institución del sacerdocio para los varones discípulos y consideraban que ese lavado a las mujeres quitaba protagonismo masculino.

Este sentimiento de rechazo generalizado me parece que está detrás de la dilación de un deseo papal. En diciembre del 2014, Bergoglio escribió al cardenal Sarah pidiendo que introdujera cambios en el ritual del Jueves Santo para que supusieran “una mejor experiencia del significado de los gestos de la Última Cena”. Creo que una mejor experiencia suponía para el papa el deseo de una mayor visibilidad femenina en el altar pero… había muchos clérigos en Roma que no estaban por la labor y el cardenal Sarah no hizo nada o no le dejaron hacer nada puesto que hasta el 20 de enero de este año no salió el decretó que autorizaba a todos los sacerdotes para lavar los pies de las mujeres el Jueves Santo ¿Por qué ese retraso?

¿Qué harán con esa autorización? Me temo que muchos seguirán como siempre con el argumento que me dio un sacerdote cuando me quejé de que en su capilla las mujeres nunca leyeran los textos sagrados o no se les lavara los pies como había hecho el papa: “Esta comunidad no está preparada para estos cambios”. Habrá que prepararlas y estos gestos papales colaboran.
Volver arriba