Los sobresaltos que España nos propina no son nuevos. Con diferentes intensidades y circunstancias diversas, nos da vez en cuando un susto. Eso en el caso de que no vivamos en un permanente estado de susto…
Entre la grave crisis económica, la corrupción, las encuestas electorales y el cabreo que en ellas se manifiesta,
a esta patria antigua –para algunos suma de patrias- se le ha puesto el corazón en un puño.
Me ha venido a la memoria un poema, de título orteguiano, que escribí en 1981.
La transición era todavía un conjunto de incertidumbres. ETA seguía su curso terrorista. A principios de año, el 23 de febrero, había tenido lugar un asalto al congreso, entre angustioso y estrafalario. En la vida pública quedaban aún algunos graves
tics del régimen anterior. Hasta finales del año siguiente no se produciría la holgada victoria del PSOE en las elecciones generales.
Desde el actual desasosiego me ha venido a la memoria
un poema que de algún modo rima con el desconcierto que hoy flota en el ambiente. No recuerdo con exactitud cuáles eran las sombras, o cuáles las tinieblas, que en ese momento pesaban en mi ánimo. Tampoco importa mucho. Negras siguen aún las que quedan en la memoria colectiva.
ESPAÑA INVERTEBRADA
Todos los malos vientos,
la tempestad de augurios,
la lluvia lenta que hasta el tiempo ablanda
se concitaron
sobre su rota greda envejecida.
La desazón, la abulia
hicieron un congreso a sus espaldas.
Una larva viscosa
y un ciempiés en huida
le suben hasta el pecho, antes florido.
Después de tanta lluvia y tanto olvido
(alguien podrá pensar que de repente)
Se le ha puesto la carne de molusco.
(1981).
(De “Pie en la cima de sombra”)
(Obra poética, p. 225).