El ser humano siempre ha sido así. Pero ahora se nota más.
Con la abundancia, incluso los excesos de los medios de comunicación, hay medio mundo permanentemente en el escaparate. “Palabras, palabras, palabras…”, que Shakespeare pone en boca de su Hamlet. El lector, el telespectador, el oyente, si quiere serlo con un poco de consciencia y respeto a sí mismo, necesita
poner de continuo una criba a cuanto se le ofrece. Criba tal lleva sin querer a negar crédito a tantos y tantos discursos.
Hablar no es ser.Pueden hacerse las afirmaciones más altas, aparentemente más entonadas y sinceras, por parte de quien en su vida no da garantía alguna de honradez. Volvemos al evangélico “por sus frutos los conoceréis”. Algo, por lo demás, muy a tener en cuenta por parte de quienes tocan poder (servicio). También, claro, por quienes no lo tocamos.
OBRAS SON AMORES
Sobran las palabras
de viejos y jóvenes.
Obras son amores,
que no buenas razones.
Cerradles la boca
si os vienen hablando
falsos redentores.
Obras son amores.
¡Se acabó, circulen
vagos y habladores!
Obras son amores
No bastan las bellas
consideraciones.
No, señores.
Obras son amores.
Obras, obras, obras,
¡fuera los bribones!
Obras son amores,
que no buenas razones.
(1973)
(Obra poética, p. 441).