Este Papa habla normal
Hay quien instintivamente adopta tonos y expresiones impropias de su personalidad. Nos asombra a veces la impostura verbal de algunos hombres públicos.Es una forma de máscara o disfraz. Incluso en el mundo religioso –obispos, curas, frailes y monjas- no han faltado personas que se refugiaban en un tono gremial, entre piadoso y solemne, con un sonsonete distinto del lenguaje y la fonación de la calle. Afortunadamente parece que vamos optando cada vez más por la vía de la naturalidad... Se puede hablar de lo más sagrado en una comunicación que no suene extraña a nadie.
El Papa Francisco habla bien. O sea, normal. No hay en su gracejo nada de pomposo o santurrón. Como lector y exprofesor de Literatura conoce perfectamente los mecanismos de una comunicación eficaz y directa. Se expresa con viveza y causa buena impresión incluso a los de fuera. A mí me lo han confesado unas cuantas personas que se consideran alejadas de la Iglesia: “Este hombre (o este Papa) me cae bien”. No sólo por lo que dice, claro, sino también por el mensaje de sus gestos. Y porque sus palabras y sus gestos parecen acordes con lo que se cuenta de su trayectoria personal. Dicho a la llana, suena a verdadero.
Este Papa no alza demasiado la voz. Extrema los gestos de sencillez y cercanía, acude al humor y a la expresión castiza. No parece muy inclinado a hablar desde el trono, sino entre las personas y a las personas.
¿Hay un modo ideal de comunicación que valga para todos, un modelo que los principiantes debieran aprender? Evidentemente, no. Cada uno debe hablar como es. Podemos aprender y progresar en el camino de la buena comunicación, pero a cada uno se le abre su propio camino. Y el modo más seguro de no errar es ser honrados y no tratar de aparentar lo que no somos. Eso sí, nos importa cultivarnos y progresar como personas; y nunca dejarnos tentar por una tonta impostación o por el afán de imitar empaques ajenos, para que no se haga verdad aquello de que “el que de ajeno se viste en la calle lo desnudan”.
A las personas “encumbradas” socialmente, cuando no hablan como son, se les nota demasiado lo que no son.
En los últimos papas hemos conocido personalidades y lenguajes muy diferentes. Se ha dicho que Francisco recuerda en algunos rasgos a Juan XXIII. Con todo lo atractiva y cercana que podía resultar la figura del papa Roncali, Francisco va aún más allá en el ingenio y el continuo sentido del humor. El reciente viaje a Brasil ha aumentado ampliamente el anecdotario de su rica personalidad y las sorpresas de sus aciertos expresivos. A quienes tenemos el español como lengua materna nos toca la suerte de poder gozar del Francisco más castizo y espontáneo. Tampoco parece que los italianos vayan a quedarse muy atrás oyéndole improvisar en su lengua. Y vuelvo a recordar que, cuando hablamos de verdad, hablamos como somos y lo que somos.
El papa Francisco sólo lleva unos meses como obispo de Roma y está aún casi comenzando. Parece haberse marcado unas metas importantes y tener temple para trabajar por alcanzarlas. No son tiempos fáciles (nunca lo han sido). Aparte de los problemas internos nos envuelve una cultura de indiferencia y neopaganismo. Seguro que hay muchos hijos de la Iglesia rezando “por las intenciones del Papa”, el primer servidor de los creyentes. Dios le asista. Y que no le falte la colaboración de toda la Iglesia de Jesucristo.