Primera Comunión de un niño con síndrome de Down. Vaya fiesta feliz
Leo que un párroco de Alicante se niega a dar la Primera Comunión a una niña discapacitada y que el Obispado de Orihuela-Alicante respalda su actuación. Pocas horas después veo una noticia rectificando la anterior. Obispado y párroco no niegan la Comunión a la niña. Simplemente piensan para ella en una preparación adaptada y diferenciada.
Desde la distancia no puedo entrar a juzgar el caso concreto. En principio, me parece de sentido común dar a estos niños una catequesis razonable y adaptada: una formación breve, sencilla, con mucho respeto y mucho cariño, que se atenga a lo más esencial.
Tengo una bellísima experiencia, directa y personal, que puede venir a cuento. No hay dos casos iguales, desde luego. Mi historia se refiere a Genarito, un niño con síndrome de Down. Hablé de él y de su Primera Comunión en “Buenos días nos dé Dios” de Radio Nacional hace ya muchos años. Lo publiqué en un librito titulado “Palabras al amanecer”, editado por Verbo Divino. Ahí va la historia.
GENARITO
Tengo un amigo que se llama Genarito Aguinaga. Mi amigo Genarito es un niño con el síndrome de Down.
He dicho que es amigo mío y lo repito. Me quiere a rabiar y, aunque no sea mérito mío sino suyo, estoy muy orgulloso de ello.
Amigo oyente: No creas que me estoy inventando nada. Genarito Aguinaga es de Unzu, un pueblecito que está a diez kilómetros de Pamplona en el que yo sirvo como cura.
Al principio del año actual, en una cadena de emisoras de radio, y en un espacio de las primeras horas de la noche, un conductor del programa inteligente, con voz cálida y empapada de humanidad, pedía a sus oyentes que le contasen su experiencia más feliz del año que se fue. Yo, acostado en la cama, eché una rápida ojeada a los doce meses transcurridos y me acordé de la Primera Comunión de Genarito. Enseguida comprendí que este acontecimiento había sido seguramente el que más feliz me había hecho en todo un año. Estuve a punto de llamar a la emisora para contarlo. Me detuvo lo avanzado del reloj, un cierto retraimiento natural y la consideración de que la centralita debía de estar bloqueada por la masiva respuesta de los oyentes.
Pues sí, Genarito Aguinaga, de doce años de edad, con el síndrome de Down, hizo su Primera Comunión, en la iglesia de Unzu, el 9 de junio de 1991. Y fue una fiesta preciosa.
Yo me encargué de prepararlo. De hablar con él de la Última Cena, de Jesús, que es su amigo y amigo de todos, del pan y el vino, del Cuerpo y la Sangre de Jesús... Le conté muchas escenas del Evangelio que, por cierto, a él le encantaban y se las aprendía enseguida. Porque Genarito Aguinaga entiende todo mucho mejor de lo que creen algunos y tiene una memoria fabulosa. Una vez, cuando yo me disponía a contarle un milagro del Señor, él me dijo: “Jezú, cuéntame el de la camilla”. El de la camilla es el de la curación del paralítico, con boquete en el tejado incluido, que a él le chifla.
En fin, no tenemos tiempo para muchos detalles. El día de la fiesta él estuvo junto a mí en el altar. La homilía la predicamos entre los dos. Yo le hice preguntas y él respondió feliz y sin azararse para nada.
Por si fuera poco, además de los cantos, una amiga de su familia, una chica de quinde años que estudiaba quinto de violín en un conservatorio, nos tocó en el silencio tras la comunión el Ave María de Schubert. Sabido es que las lágrimas no hacen ruido y, por tanto, no se llevan nada mal con la música.
La comida con la familia y los amigos prolongó la felicidad de Genarito y la nuestra.
Porque Genarito Aguinaga es muy feliz. Y muy cariñoso. Yo le suelo decir –exagerando un poco- que es el más cariñoso de la Cuenca de Pamplona. A él le encanta que se lo diga. Pero no se le sube a la cabeza. Lo hace más feliz. Y aún más cariñoso...
(De Palabras al amanecer, Estella, Verbo Divino, 1994, p.99-100).
NOTA: Ahora, en 2013, Genarito es ya mayor, y lo llamamos Genaro. Y sigue siendo muy amigo mío.