El papa se dice "ingenuo"

En la Iglesia se escriben muchos documentos “para la eternidad” que, desgraciadamente, muy pocos leen. Repasando ahora la famosa entrevista del papa Francisco, a uno se le viene a la memoria aquello del evangelio: “Este modo de hablar es nuevo...”. Esto es diferente, lleno de sorpresas y de atractivo. Ya escribí no hace mucho en otro post que “Este papa habla normal”. Ni solemnidades, ni hieratismos. Liso y llano. Uno se identifica fácilmente con sus palabras y con la persona que está detrás. Nada que haga pensar en él como en un personaje.

Como la entrevista ha sido ya comentada hasta saciedad, me fijo en algo relativamente circunstancial y dicho como de paso, pero tan interesante como muchas de sus afirmaciones doctrinales y pastorales. Francisco se define a sí mismo como “bastante ingenuo”. Y eso a uno le cae bien. En la misma línea, cuando le preguntan por sus referentes en la Compañía de Jesús, además de señalar a san Ignacio y san Francisco Javier, se detiene en Pedro Fabro (1506-1546), uno de los primeros compañeros jesuitas del fundador. Enumera las notas de su atractiva personalidad (diálogo con todos, aun los más lejanos y adversarios, piedad sencilla, cierta probable ingenuidad, disponibilidad inmediata...). “Cierta probable ingenuidad...”. ¿A quién no le han llamado ingenuo alguna vez en la vida? A quien esto escribe, desde luego, más de una. Al principio lo tomaba como un insulto benigno, mas no grato. Poco a poco creí ir entrando en las razones de esta calificación. En más de un caso, viendo quién me la aplicaba y por qué llegué a un punto en que comencé a tomármelo como elogio. Tanto que me decidí a escribir un “Elogio de la ingenuidad” (Madrid, Nueva Utopía, 2007).

Ingenuo no equivale necesariamente a infantil, crédulo o simple. En todo caso, no es esa la ingenuidad que aquí interesa. En español ingenuidad equivale a sinceridad y buena fe, realidad en lo que se hace y se dice. Equivale también a candor, que es lo mismo que suma blancura, sinceridad, sencillez y pureza de ánimo, propiedades que elogiosamente se atribuyen al niño. La Historia de la Iglesia y la de la humanidad está llena de grandes ingenuos que dejaron una huella imborrable. Sin ir más lejos, ¿quién tan maravillosamente ingenuo como Jesús de Nazaret? ¿Quién como su cercano imitador Francisco de Asís, que ahora toma el papa argentino como su santo y seña?

Sí, la manera de hablar de este hombre es nueva. ¿Ustedes imaginan a uno de sus predecesores bajando a la ingenuidad directa de su lenguaje? Quizá a Juan XXIII, con su sabia sencillez y su bien probado sentido del humor. Cada papa, desde luego, aporta su propia personalidad y no es cuestión de establecer comparaciones. Además de llamarse pecador, Francisco reconoce sus errores y limitaciones anteriores como gobernante, de los que ha ido aprendiendo a dialogar y dialogar... Se dice un indisciplinado nato, nato, nato, necesitado de la ayuda y el orden de la comunidad (inicialmente la Compañía de Jesús). O confiesa candorosamente que a veces se duerme en la oración de la tarde, cosa bastante normal en un papa de su edad tras los trabajos y preocupaciones del día, y una buena manera de dormirse como los ángeles...

Lo que vaya a hacer, además de partir del evangelio y escuchar, escuchar, escuchar, aún no lo sabemos. Pero este hombre de Dios se ha ganado ya a una gran parte de la Iglesia y a no pocos de fuera de ella.

Dios siga bendiciendo su fe, su amor a las personas, su amor al mundo y a toda la Iglesia, a la Iglesia entera y verdadera. Y Dios le conserve su bendita ingenuidad.
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