Tres villancicos de Arbeloa

Hoy vengo de prestado. Préstamo feliz de mi amigo y paisano Víctor Manuel Arbeloa, poeta reconocido y leído en medios cristianos y menos cristianos. En su amplia obra lírica ocupan un lugar muy destacado sus versos de Navidad. No parece en absoluto exagerado afirmar que es uno de los poetas más sobresalientes del villancico, tanto por el caudal y calidad de su producción como por el quiebro de originalidad que da al género. Maneja certeramente los ritmos y sonsonetes del villancico clásico al tiempo que crea un nuevo Nacimiento en el que “Dios es hombre para siempre”. Es la fiesta de Dios y la fiesta de la dignidad del hombre, a cuya defensa acude con las armas de su palabra jovial y candente. Los villancicos de Arbeloa abren un portal a los aires y los problemas de su tiempo. Ya en sus primeras entregas aparecía lo más urgente de la contemporaneidad: injusticias y desequilibrios sociales, pobreza, guerras, grandes nombres del momento (Che Guevara, Pozo del Tío Raimundo, guerra de árabes y judíos, Vietnam, Camilo Torres, Praga, Martín Lutero King, etc., etc…). Y ello sin que de modo alguno la poesía se convirtiera en una chata lección moral o en un bronco alegato. Porque los versos avanzan ágiles, espontáneos, arrastrando sin esfuerzo aparente esos materiales de más peso y consistencia.

Me vienen a la memoria los versos del “Romance de la Expectación del parto", en su punto en estos días previos a la Navidad:

Por un caminito recto
la Virgen redonda viene
pálida como una nube
copiosa como una fuente
el manantial en el cielo
y el remolino en el vientre.

Dejando sus villancicos más difundidos, ofrezco aquí tres pequeñas piezas que en su Obra Poética, editada por el Gobierno de Navarra en 2010, se añaden al final entre otros “Poemas inéditos”. El primero se mueve en la mejor tradición del poemilla popular recreado por los clásicos:

AL ALBA


Al alba venid, buen amigo…

Cancionero Musical de Palacio



Al alba venid,
al alba.


Mi niño, a quien yo quería,
venid al alba del día.


Mi niño a quien yo esperaba,
venid a la luz del alba.


Venid a la luz del día
de vuestra madre María.


Venid a la luz del alba,
pues sois Vos el que nos salva.


Al alba venid,
al alba.


VAMOS A BELÉN

A Belén de 1987

Vamos a Belén,
que en Jerusalén
hay aires de guerra,
de muerte también.


En Belén la fiesta
se apagó de miedo.
Campo de pastores,
¿por qué el gozo es duelo?


Vamos a Belén…


Pero, ¿adónde ir
si en el mundo entero
anuncian la paz
ángeles guerreros?


Vamos a Belén,
que en Jerusalén
hay aires de guerra,
de muerte también.


(Belén, 24-XII-87)


AY QUÉ DESGRACIA, MADRE


¡Ay, qué desgracia, madre,
la de este crío:
Niño judío ayer
y hoy palestino!
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