Voluntaria como fisioterapeuta en NPH Guatemala, lo recomienda "cien por cien" Claudia del Castillo: "No sabía que se podía querer tanto a unos niños en tan poco tiempo"
Claudia del Castillo siempre ha tenido la inquietud del voluntariado. Durante casi cuatro meses ha podido realizar su sueño en Nuestros Pequeños Hermanos (NPH) Guatemala, donde ha prestado su servicio como fisioterapeuta
De su estancia en Guatemala se lleva muchas vivencias, marcadas por el amor a los más pequeños y la convivencia con otros voluntarios
(Catalunya Cristiana).- Desde pequeña, Claudia del Castillo siempre ha tenido la inquietud del voluntariado. Durante casi cuatro meses ha podido realizar su sueño en Nuestros Pequeños Hermanos (NPH) Guatemala, donde ha prestado su servicio como fisioterapeuta. De su estancia en Guatemala se lleva muchas vivencias, marcadas por el amor a los más pequeños y la convivencia con otros voluntarios.
-¿Sabías qué encontrarías al llegar a Guatemala?
-Me lo habían contado muy bien, pero una cosa es que te cuenten y otra es vivirlo. Recuerdo que cuando llegué me acogieron muy bien. Desde el primer momento me sentí integrada. No fue complicado para mí. Es verdad que a nivel cultural hay muchas diferencias, pero te adaptas rápido y en NPH te lo hacen muy fácil. Allí tienen muy marcado el concepto de familia: todos ellos son familia. Y cuando tú llegas, también haces parte de esa familia. Los cuidadores de los niños, los voluntarios, los trabajadores… todos te acogen como uno más de tu familia.
-¿Cuál era tu trabajo?
-Yo estaba en el voluntariado de fisioterapia, con niños con necesidades especiales. Fue muy intenso pero muy gratificante.
-¿Qué te impactó más?
-Que eres uno más. Yo no me sentía rara. Sobre todo, me impactó que no sabía que podía amar tanto a unos niños en tan poco tiempo. Realmente ellos hicieron que ese vínculo se creara, lo pusieron muy fácil. Te dan tanto amor, tanto cariño, que no sabes ni cómo explicarlo.
-De regreso, ¿qué te has llevado en la mochila?
-Sobre todo, el valor de compartir, la empatía, el cariño… por un lado, me costó volver porque, para mí, es una segunda familia. Pero no me costó tanto adaptarme, como me esperaba, aunque hay días en los que se marcharía de nuevo a Guatemala. Sigo en contacto con los niños porque las voluntarias me envían vídeos, mensajes… nunca se pierde el contacto. Además, tengo a un niño apadrinado.
-¿Cómo es esto?
-Es un niño del grupo de los más pequeños. Una semana antes de volver, más o menos, le pregunté si quería que yo fuera su madrina. Fue un momento muy bonito porque sólo decirle al niño que yo sería su madrina, se sintió lo más feliz del mundo. ¡Pensaba que arrancaba a llorar por la emoción! Esto es necesario valorarlo. Te das cuenta de que con poco son felices y eso no lo valoramos aquí.
-¿Te ha cambiado la experiencia en Guatemala?
-Me noto distinto. Creo que pienso más en los demás que en mí. Tengo más ganas de dar, de compartir… Cuando volví, me di cuenta de que me quejaba por cualquier cosa y ahora veo que lo que yo pensaba que eran problemas sólo eran cosas que resolver. Allí te das cuenta de lo que realmente es un problema.
-¿Recomendas este voluntariado?
-Sí, cien por cien. Tú vas con la intención de ayudar, pero realmente ellos te dan mucho más de lo que esperas. Aprendes muchos valores. Y realmente NPH es un sitio seguro, donde te cuidarán muy bien, no te faltará nada y serás uno más de la familia.
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