El signo de la ceniza
La mayoría de las personas preguntadas nos van a aportar, como mucho, alguno de estos aspectos:
a) el miércoles de ceniza, obviamente como su nombre indica, se nos impone la ceniza
b) la ceniza nos recuerda que somos polvo y en polvo nos convertiremos
c) el miércoles de ceniza hacemos dos veces fila o cola
Es verdad que la ceniza simboliza nuestra fragilidad, nuestro pecado. Pero ya desde el Antiguo Testamento aparece la ceniza con una doble significación que nos puede ayudar a entender nuestro rito hoy.
La ceniza desde la perspectiva del pecado
Así, a ellos, a los autores y lectores del Antiguo Testamento, como a nosotros, la ceniza de entrada les va a significar algo sucio, vil y, por supuesto, contrario Dios.
En el libro de la Sabiduría se describe de manera bien clara el valor que se le da: “Su corazón no es más que ceniza, su esperanza es más vil que la tierra, y su vida más despreciable que la arcilla”. (15, 10)
En el mismo sentido entendemos estas palabras del libro de Isaías: “¡Él se alimenta de ceniza, su corazón engañado lo extravía!” (44, 20)
Y todavía en clave negativa presentamos dos fragmentos del libro de Ezequiel: “Ellos harán oír su clamor a causa de ti, y gritarán amargamente. Se cubrirán la cabeza de polvo y se revolcarán en la ceniza”. (27,30) “Con tus numerosas culpas, con tu comercio venal, profanaste tus santuarios. Pero yo hago brotar de ti mismo el fuego que te devora. Te reduciré a ceniza sobre el suelo delante de todos los que te miran”. (28,18)
No cabe duda que esta profusión de ceniza está en la línea de lo que hoy referimos con la expresión “revolcarse en el barro” (o en el fango).
La ceniza desde la perspectiva del arrepentimiento
Pero a la vez que encontramos en la Sagrada Escritura este significado tan negativo, también podemos descubrir un significado penitencial lleno de esperanza. Para que nos entendamos, ya no se trata solo de un simbolismo del mal sino de un signo de arrepentimiento e inicio del camino de conversión.
Es lo que hará Job tal como nos cuenta su libro homónimo: “Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y la ceniza” (42,6). O lo que nos relata el libro de Jonás respecto del rey de Nínive: “Éste se levantó de su trono, se quitó su vestidura real, se vistió con ropa de penitencia y se sentó sobre ceniza”. (3,6)
Y es en este sentido penitencial como Jesús va a mencionar la ceniza: “Entonces Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido.
¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre vosotros se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que os habríais convertido, poniéndoos cilicio y cubriéndoos con ceniza”. (Mt 11, 20-21 / Lc 10, 13-16)
La ceniza no debe ser un signo vacío de contenido
Pero hay que andarse con ojo y cuidado que este signo no se quede vacío de contenido. Que no sea tan solo una “postura cara a la galería” o un “enfangarse” sin remedio, sin solución.
Es el caso de los israelitas del libro de Judit ante la extrema maldad del general enemigo Holofernes. Nos relata que “todos los israelitas que habitaban en Jerusalén, hombres, mujeres y niños, se postraron ante el Templo, cubrieron de ceniza sus cabezas y extendieron sus sayales ante la presencia del Señor (4,11)
Y sin embargo sabemos, por la lectura del libro de Judit en su totalidad, como la protagonista echa en cara a los ancianos (dirigentes) de su pueblo el que se queden en los lamentos y las cenizas.
Este peligro es de entonces y de ahora. Será el caso si no entendemos bien el significado de este signo, tal como le pasa al no habitual que entra hoy en nuestra celebración, y tal como nos pasa a tantos y tantos “habituales” que nos movemos entre la “tradición” (con minúscula) y la inercia.
La doble propuesta hoy
En el cariz de esta doble propuesta encontramos, a la vez, la gran diferencia de presentación pastoral que le podemos hacer hoy a los fieles que se acercan a la celebración del inicio de la cuaresma.
Por un lado tenemos un significado completamente negativo, la ceniza como recordatorio del pecado. Por otro lado tenemos un significado más completo, la ceniza como signo de arrepentimiento.
Es importante constatar que la segunda de las propuestas, el arrepentimiento, no desdice ni anula la anterior sino que la completa. Es decir, cada vez que presentamos el concepto arrepentimiento conlleva y contiene el concepto pecado ¿o si no, de qué nos arrepentimos?
Por eso, y yendo a la práctica del rito de la ceniza, la fórmula antigua del “Polvo eres y en polvo te convertirás” se ciñe por completo a la primera propuesta, a lo negativo del pecado. En cambio, la nueva (aunque ya no tanto) propuesta de “Conviértete y cree en el Evangelio”, claramente alineada con la segunda propuesta, la del arrepentimiento, es más completa. Porque sin anular ni desdecir la realidad del pecado, nos invita a salir del lodo y remontar el vuelo.
El Pueblo de Dios en marcha y unido
Un último detalle de la práctica de imposición de la ceniza, aunque no exclusiva de ella. Como decíamos al principio, en la celebración haremos por dos veces fila. A la de siempre, la de ir a comulgar, sumaremos una anterior para recibir la ceniza. Algo que ya ocurre cuando adoramos al Niño Dios en Navidad o a la Cruz el Viernes Santo.
Los hay que no acaban de entender el verdadero significado de hacer fila. Les molesta y, en algunos casos, prefieren esperar sentados casi hasta el final, apurando el tiempo para levantarse. Buen, nada les obliga a hacer la fila desde el primer momento… Pero si que quisiera subrayar que el motivo que aducen para no hacer la fila les aleja del verdadero significado de este momento.
El Pueblo de Israel no se sintió de verdad pueblo hasta que caminaron juntos por el desierto huyendo de Egipto hacia la Tierra Prometida. En ese camino recibieron marchando unidos el mana, prefiguración de la Eucaristía que nos sirve de alimento hasta llegar a nuestra Tierra Prometida, el Cielo.
Es por ello que, en la dinámica eclesial del Concilio Vaticano II, la Lumen Gentium, antes de hablar de la jerarquía, los consagrados, los laicos… habla de todos ellos unidos como Pueblo de Dios que todavía hoy está en marcha hacia la Tierra Prometida.
Es con este profundo sentido con el que hemos de hacer bien a gusto fila con nuestros hermanos, para recibir la Eucaristía o para recibir la ceniza.
De la ceniza a la Pascua
Acabo con unas preciosas palabras del libro de Isaías, que ojalá podamos hacer nuestras al recibir el signo de la ceniza y también durante toda esta cuaresma que comienza:”A cambiar su ceniza por una corona, su ropa de luto por el óleo de la alegría, y su abatimiento por un canto de alabanza. (Isaías 61,3)
Que en la Vigilia Pascual se hagan realidad nuestra corona, nuestra alegría, nuestros cantos de alabanza.
Quique Fernández