Una procesión impresionante.
Con un recogimiento impresionante. Parecía una procesión del silencio. Las únicas que desentonaban en ello eran las autoridades. Sorprendía también tanto hombre con sus mejores galas. Como de boda. También me parece una muestra de respeto a su Cristo.
Al final muchísimos hombres y mujeres con el traje bargueño. Muchísimos. El de ellas hermosísimo. Jamás había visto tantos mantones de Manila juntos. Y me sorprendió la belleza de las bargueñas. No había una fea. Como eso no es posible, ni en Córdoba, me puse a buscar una explicación. Y creo que di con ella. Era el pañuelo. Hacía milagros. Como la antigua toca de las monjas. O de las princesas medievales. La monja adefesio, tan generalizada, antes estaba disimulada por la toca. Lo que hemos perdido.
Bastantes pies descalzos, muchísima juventud, y numerosas madres que llevaban a niños pequeñísimos en un cochecito. Me sorprendió que algunas personas no llevaran una vela sino dos y hasta tres. ¿Por algún familiar muerto o enfermo? No lo sé. Los niños muy pequeños en vez de llevar una vela encendida, con el consiguiente peligro, portaban una de plástico que iluminaba una pila. Y tan contentos que se les veía. También me sorprendió que en el blusón de muchos de los hombres así ataviados lucía aparatosamente un chisquero. Jamás lo había visto como aditamento de un traje regional. Pero ello sólo indica mi desconocimiento sobre las costumbres locales.
La imagen del Cristo muy hermosa. No voy a decir que es una réplica de la que se perdió en 1936. Porque una talla de ese tamaño no se pierde. La quemaron o la destruyeron. ¿O no quieren memoria histórica?
Un piquete de la Guardia Civil acompañaba al Cristo. Y nadie parecía molesto. Seguramente lo que molestaría a muchos sería su ausencia. Y como colofón unos esplkéndidos fuegos de artificio. Verdaderamente espectaculares. Después de unas acertadas y breves palabras del párroco y otras encendidas del presidente, hermano mayor, o como se llame, de la cofradía.
Me pareció todo un hermosísimo acto de fe y de amor de los bargueños a su Cristo. Seguramente no pocos de los que iban en la procesión habitualmente no vayan a misa o no frecuenten los sacramentos. No voy a aplaudirlo. Pero ahí hay un terreno en el que se puede sembrar. Me parecen unos imbéciles los que prefieren la roca dura de la nada. Y los hay. Aunque afortunadamente cada vez son menos.
Me alegro mucho de haber asistido a esa procesión. No voy a olvidarla. Y mi agradecimiento al queridísimo amigo que me invitó a presenciarla. Y en cuya casa, al regreso de su participación en la procesión, estuvimos todos sus amigos tan obsequiados y tan a gusto.