Una Semana Santa despojada de sus vestiduras Viernes Santo: Solo el amor da sentido al sufrimiento
"Cuando los religiosos, para encubrir sus ansias de poder y sus intereses bastardos, crean una divinidad a su medida, cometen las mayores atrocidades"
Relato de la pasión y muerte de Jesús según san Juan
El evangelista no quiere hacer una crónica de lo ocurrido sino interpretar desde la fe el sentido de lo ocurrido
“Jesús con sus discípulos pasó al otro lado del torrente Cedrón donde había un huerto donde entraron él con sus discípulos. Judas llegó con lo guardias´ enviados por los sumos sacerdotes y fariseos con linternas, antorchas y armas. Jesús que sabía todo lo que iba a suceder, se adelanta y les pregunta: ¿a quién buscáis?.Le contestaron: a Jesus Nazareno. Les dijo Yo soy. Al decir ´Yo soy´ los soldados retrocedieron y cayeron por tierra. Les preguntó de nuevo: ¿A quién buscáis?´ Ellos insistieron: ´A Jesús Nazareno`. Respondió Jesús: ´Os he dicho que Yo soy`.
El evangelista hace notar que Jesús es “El yo soy”, que, según la Biblia, es el nombre realidad de Dios mismo, ante quien los seres humanos -en este caso los soldados- deben caer por tierra.
“Entonces los guardias prendieron a Jesús y lo ataron llevándole ante Anás suegro de Caifás Sumo Sacerdote. Este interrogó a Jesús sobre sus y su doctrina. Jesús respondió: he hablado abiertamente ante todo el mundo; pregunta a los que me han oído. Ante esa contestación uno de los guardias dio una bofetada a Jesús diciendo: ¿así contestas al Sumo Sacerdote?. Jesús respondió.” si he hablado mal prueba en qué, pero si he hablado bien ¿por què me golpeas?”
Jesús es condenado a muerte por los altos representantes de la religión; denuncia la injusticia que están cometiendo pero no reacciona violentamente, se entrega con libertad y entereza.
“Cuando Jesús fue llevado ante el Sumo Sacerdote, la portera preguntó Pedro: ¿no eres también de los discípulos de este hombre? Pedro contestó: “no lo soy”. Después que el gobernador romano Poncio Pilato autorizó la condena a muerte, Jesús fue crucificado “Junto a la cruz solo quedaron María, la madre de Jesús, María mujer de Cleofás María Magdalena y el discípulo ideal”. Los discípulos que le habían acompañado por las aldeas de Galilea y celebraron con Jesús la última cena, huyeron. El Mesías muere abandonado de todos
Jesús muere para edificar la Iglesia, la fraternidad:.
El Crucificado dijo :”todo está cumplido, e inclinando la cabeza su Espíritu”. Según la tradición patrística, Jesús entregó su Espíritu a María, a las mujeres y al discípulo ideal que estaban junto a la cruz representando a toda la comunidad cristiana. El evangelista termina su narración: “Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salieron sangre y agua”: La tradición ha visto ahí el origen de la eucaristía y del bautismo los dos sacramentos centrales en la edificación de la Iglesia.
El rechazo de los mismos religiosos económicamente bien situados contra el evangelio de Jesús –“antes es el hombre que el sábado”- salta muy pronto según vemos en el relato de Marcos. Cuando los religiosos, para encubrir sus ansias de poder y sus intereses bastardos, crean una divinidad a su medida, cometen las mayores atrocidades. Jesús en cambio hablaba de un Dios que es amor, se compadece al ver la situación inhumana que sufren los excluidos y pide una conversión la solidaridad fraterna sin discriminaciones. Un Evangelio que desmonta la divinidad y la religión encubridoras de la codicia y de la injusticia. La reacción normal de los religiosos instalados en su individualismo encubierto por una divinidad inventada por ellos, fue condenar a Jesús por blasfemo. La condena necesitaba el aval político el imperio romano que dio el gobernador Poncio Pilato.
Jesús no buscó la muerte. Lamentó la injusticia cometida por quienes le condenaban, tuvo miedo, sufrió el abandono de todos, la tentación y la soledad angustiosa; pidió a Dios que le liberase de aquella muerte injusta. Sin embargo en su intimidad experimentaba la la presencia benevolente del “Abba”; se sentía enviado y su alimento era hacer la voluntad del que le enviaba. Respiraba el amor apasionado por construir la fraternidad; tal había sido el empeño de su vida que ahora sería sellada con su muerte. Jesús murió con terrible dolor pero con profundo gozo que da la confianza inspirada en el amor.
Ahora ya podemos preguntarnos: ¿dónde estaba Dios “Abba” mientras agonizaba Jesús? No estaba en las alturas contemplando el crimen, ni sentado en su trono recibiendo satisfacción de su honor ofendido. Estaba dentro del Crucificado dándole confianza y fuerza para entregar su vida libremente y por amor a los demás. Quiere decir que la muerte de Jesús no fue un sacrificio ofrecido para aplacar a una divinidad airada por su honor ofendido. Fue la manifestación del Dios-amor encarnado en la humanidad que transformada por ese amor, fue capaz de entregar libremente la propia vida en favor de los demás.
En esa experiencia de amor Jesús dio sentido y destruyó el duro aguijón del sufrimiento. En este viernes santo no podemos ir al templo para adorar la cruz. La vida de nuestra sociedad castigada por un virus nefasto se ha convertido en un viacrucis; muchos caen bajo el peso de la cruz aunque también son muchos los cireneos. Mirando al Crucificado es blasfemo decir que el sufrimiento es bueno y querido por Dios.
El sufrimiento no abre camino de futuro. El sufrimiento solo encuentra sentido si se asume desde el amor gratuito que inspira una entrega libre a favor del otro.
Cuando amamos de verdad sin esperar nada a cambio, aflora en nosotros esa Presencia de amor que nos constituye y está fundamentando también a los demás.