Orar es demorarse en Dios para que nos importen los hombres...
- Orar en la vida.
El tema central de este domingo es la oración.
San Lucas es el evangelista que más presenta a Jesús orando.
Jesús les cuenta a los suyos esta parábola del juez injusto y la pobre viuda para mostrarles la necesidad de orar siempre y sin desanimarse.
Orar es la actitud en la vida de abiertos a Dios, en silencio (no digáis muchas palabras) y a la escucha del Señor. Orar es poner en Dios nuestra vida y todo lo que ella conlleva. Orar es ver la vida desde Dios, al menos intentarlo.
JesuCristo vivió toda su existencia en oración, es decir vivió siempre en relación con Dios, en comunión con Dios.
Jesús vivió con la mirada puesta en Dios Padre. Frecuentemente pasaba la noche orando a Dios. Toda su vida fue una oración.
¡Cuántas vueltas no le daría Jesús a su situación ante el templo, el culto, los sacerdotes, zelotas, los fariseos – la ley, la justicia, el amor, los pobres! Tal y como iban las cosas, Jesús pensó, oró en su final Jesús se preguntaría muchas veces: ¿Cómo terminaré? ¿Lo que estoy haciendo será lo que Dios Padre quiere?
- orar no es pedir cosas.
ilíaOrar no es pedir cosas, sino confiar infinitamente en Dios.
Quien cree y confía en Dios, pone su vida, sus problemas en Él y vive toda la existencia desde Dios. Solamente ora quien cree y confía.
A veces nos dirigimos a un Dios que desconociera nuestros problemas, y no es así.
Si pensamos que Dios ya ve los problemas humanos, pero no puede o no quiere intervenir, todavía sería peor.
No se trata, pues, de pedir que Dios acabe con el hambre en el mundo, que pare la guerra o que cure un cáncer. Como bien sabemos, Dios no hace, ni va a hacer esas cosas, si es que no las hacemos nosotros o, cuando menos, no comenzamos a trabajar. ¿Qué hace Dios por el problema del hambre en el mundo? Pues nos ha hecho a nosotros: dadles vosotros de comer…
Porque la oración no consiste en pedir que Dios se salte las leyes de la creación, que por otra parte Él mismo ha dispuesto. Oramos para que tal enfermo o nosotros mismos vivamos con dignidad y sobrellevemos humana y dignamente nuestra enfermedad, nuestras limitaciones, nuestra propia muerte.
Cuando oramos, ponemos nuestra vida y la de nuestros hermanos los hombres ante Dios. En la oración tomamos conciencia de nuestra indigencia, hacemos presente ante Dios nuestra situación; nuestra oración es expresión de la preocupación y compromiso que sentimos por los problemas y las situaciones.
Cuando Dios trabaja, el que suda es el ser humano.
Cuando de nada nos sirve rezar escribía Antonio Machado y cantaba JM Serrat. Cuando de nada nos sirve rezar, permanezcamos silenciosamente en oración en el Señor. Él escucha nuestra presencia. Él alivia la profundidad de nuestra vida.
- La oración es un encuentro y una experiencia.
Somos cristianos porque hemos experimentado el amor de Dios, por eso nos acercamos a él para presentarle y compartir nuestras necesidades, expresarle también nuestras quejas o manifestar nuestro agradecimiento.
No hay que hablar mucho: no digáis muchas palabras… (Mt 6,7). Dios ya conoce nuestra historia y nuestras historias. Basta con estar con el Señor.
En estos tiempos de prisas y de ansiedades, orar es encontrarse con el Señor en quietud, en calma, permanecer en Él.
Cristo nos llama a orar, pero no tanto porque Dios no conozca nuestros problemas o no nos escuche, o para ver si nos cae la lotería o apruebo el examen de fin de curso, o nos cura de esta enfermedad sino porque nosotros mismos necesitamos vivir siempre desde Dios. Orar es vivir en el Señor.
Orar es acoger el don de Dios. La oración no cambia a Dios, sino al que ora. El Señor Jesús vivió toda su existencia desde Dios, en oración.
La oración es, pues, valiosa, realizadora y, por eso, los creyentes oramos, vivimos en una actitud de oración.
Orar es distinto de rezar. Orar es vivir en referencia a Dios. Orar es demorarse en Dios.
Rezar es expresar nuestra apertura a Dios. Muchas, las más de las veces de forma muy elemental. Hacer la señal de la cruz a un enfermo, un avemaría en momentos de abatimiento es más valioso y eficaz que todas las verborreas y moniciones litúrgicas. Una señal de la cruz es un “icono” que nos evoca -llama- a la ultimidad de Dios.
A veces la oración es aquello de Santa Teresa de Jesús:
Nada te turbe; nada te espante;
Todo se pasa; Dios no se muda;
la paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene, nada le falta.
Sólo Dios basta.