La navidad es un desbordamiento de amor y de vida de Dios que sabe abrazarnos desde lo sencillo para llevarnos a la grandeza desde el amor, que sabe compartir siempre en todos los escenarios donde puede tener cabida el amor para dar vida. 

Los sencillos, como ya Jesús lo refiere, son aquellos que tienen una mirada profunda de fe que saben reconocer la manifestación y el paso de Dios y que saben aprovechar con respuesta generosa la participación en Dios que los llama a ser parte de su manifestación.

En esta navidad, los pastorcillos en las cercanías de Belen reciben un anuncio que no puede ser de otra forma que gozoso y alegre, así es siempre la vida que se desborda desde Dios, con belleza y esplendor en su espíritu que a todo le da luz.

Lo más importante en navidad es que nos invada el espíritu de Dios. Lo artificial , con todas sus luces, sin el espíritu de Dios, se queda en su naturaleza artificial. 

Buscamos el gozo y la alegría por diferentes caminos. En esos caminos encontramos gozos fugaces que nos ilusionan y nos dejan después con espíritu quebrantado porque son gozos efímeros donde no se encuentra ese espíritu de Dios que da una paz profunda al alma, que la sabe hacer plena y feliz.

Diferenciar ese gozo alegre  y pleno feliz de paz es lo que nos trae el nacimiento de Jesús.

Hay quienes celebran la navidad sin tener al centro a Jesús y, por lo tanto se pierden esa posibilidad de que Jesús los invada con su espíritu de vida.

La navidad es confesar a Jesús, es sentirlo y tocarlo a la manera auténtica de Jesús que toca lo humano con su Encarnación y camina la historia humana para redimirla desde un amor auténtico que sabe entregarse siempre para salvar, rescatar, liberar y dar la vida que a cada uno le hace falta.

Existimos , es verdad, pero Jesús con su nacimiento nos enseña el camino de la vida que sabe ver desde el amor esa presencia de Dios que se comunica con su espíritu en las criaturas,  que saben acogerlo en el amor que sabe traducir escenarios difíciles en escenarios de esperanza. Escenarios de dolor en escenarios compasivos dé consuelo en fraternidad.

Porque solo el amor nos ayuda a descubrir la riqueza de que somos hermanos, aunque nuestras variantes sean muchas, la fraternidad sabe unir esas variantes para enriquecernos y ser esa grandeza que aspiramos, pero nos falta construir integrándonos; pelearnos en odios y diferencias no nos integra y se hace mentira decir que luchamos por la fraternidad. No es fácil unirnos e integrarnos pero esa es una de las tareas esenciales de la navidad con el niño Dios que hasta los animales, que no razonan, saben estar juntos porque el calor del amor es más grande y hace posible lo difícil. 

Por eso ese pesebre que contemplamos con los pastores invitados a ver al niño recostado con sus pañales entre los animales que sienten el calor de un amor que los abraza con Jesús nacido y, sus padres maravillados de cómo Dios va obrando en ellos que se aman y cuyo centro de vida y amor es  su niño Jesús.

Dios siempre rompe nuestros esquemas y nos invita en la fe a tener esa mirada trascendente que sabe ver el paso de Dios y quiere hacer su morada entre nosotros.

Que el espíritu del niño Jesús se reavive en cada uno, porque todo es gracia en El que nos ama y se hace nuestro hermano para integrarnos en su gran familia, que la iglesia es parte de ella con otros que también reciben el espíritu de Jesús , para ser su gran familia.