"Gritos de dolor y de alegría. Orar desde el misterio de la vida", de Sal Terrae Los salmos, fieles a sí mismos tanto por su contenido como por sus ritmos, ayudan a rezar
Su autor, Antonio López Baeza, "sacerdote, poeta y místico", ha dedicado su vida a la formación del laicado
Son dos hermanas. Una se llama Sonsoles, y otra María del Pilar. Coleccionan dolencias. Entre unas cosas y otras y sin razones técnicas que lo justifiquen, una buena parte de la vida de ambas la pasaron y la pasan, en “estado de enfermedad”. Sin quejarse, o quejándose lo menos posible y sin protagonismos egoístas o excéntricos. Arreglándose como buenamente pueden y además, dándole siempre gracias a Dios, porque otras y otros están aún en circunstancias peores. Tienen lo que se dice, buena formación religiosa. Ella las sostiene. Y rezan.
En cierta ocasión se me ocurrió sugerirles que lo hicieran sirviéndose de la Sagrada Escritura. Les dedico aquí y ahora este recuerdo, dado que acaban de agradecerme haberles proporcionado un ejemplar del libro “Gritos de dolor y de alegría. Orar desde el misterio de la vida”, publicado por la “Sal Terrae”, en su colección “El Pozo de Siquén”. Su autor es Antonio López Baeza, “sacerdote, poeta y místico, quien dedicó su vida a la formación de un laicado adulto en la Iglesia. Inspirado por el Vaticano II, su vida ministerial fue una presencia del Espíritu en medio del mundo para la construcción del Reino”.
En el prólogo-presentación del reconocido teólogo Juan Martín Velasco, este describe y asegura lo siguiente:
“Se han hecho muchos poemas a partir de los salmos bíblicos. Los de Antonio López Baeza se distinguen por su fidelidad a los grandes temas de la poesía bíblica y por su sensibilidad a las necesidades profundas de nuestra generación. Por su honda fe en Dios –“solo Dios basta”- y su confianza en el hombre. Tienen un acento personal inconfundible, pero en la fuente de su canto se adivina el mismo Espíritu que inspiró la composición de los salmos. Para mí no son una traducción más; son un eco de la Palabra, que invita a sus lectores a acogerla interiormente para que siga resonando”.
Reseña tan acreditadamente teológica y pastoral como esta, no es fácil repetirla. Por mi parte, me limito a subrayarla, aseverando con complacencia su veracidad. Rezar con salmos, fieles a sí mismos tanto por su contenido como por sus ritmos, acompasados además a las realidades presentes, es una gracia de Dios. Redescubrir la poesía que entrañan los salmos y de la que en la historia de las religiones alimentó creencias, sanó enfermedades y abrió puertas de esperanzas, es oración tan sagradamente litúrgica o más que cualquier otra.
En la página 166 del libro inserta el autor esta glosa que el poeta Dámaso Alonso le hace al versículo del salmista :”…porque la mano de Dios me tocó/ porque me ha dicho que cantara,/ por eso canto”: “Yo digo Dios, y quiero decir, te amo/, quiero decir Tú, Tú que me ardes,/ quiero decir Tú, Tú que me vives/ vivísimo, alertísimo,/ te digo Dios como si dijera deshazme y súmeme…”.
El libro consta de 304 páginas y en cada uno de sus párrafos, salmos, versos y versículos, “desde el misterio de la vida”, se percibe el aleteo de los ángeles… Los de los “cantos a la gratuidad y a la reconciliación” son muestras relucientes. “¡Canta, corazón, que es lo tuyo…¡”.
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