'Los abusos del poder', prólogo del libro 'Historias íntimas de una mujer maltratada', de Antonio Aradillas Isabel Gómez Acebo: "A lo largo de la historia de la Humanidad, las mujeres siempre se han llevado la peor parte"
"A lo largo de toda la historia la humanidad las mujeres siempre se han llevado la peor parte. Con esta historia heredada, vigente todavía en algunos países en el siglo XXI, no nos puede chocar que con la llegada del feminismo y las demandas de libertad femenina se haya exacerbado la violencia física"
*Prólogo del libro 'Historias íntimas de una mujer maltratada', de Antonio Aradillas (ACCI)
*Prólogo del libro 'Historias íntimas de una mujer maltratada', de Antonio Aradillas (ACCI)
A lo largo de toda la historia de la Humanidad, las mujeres siempre se han llevado la peor parte. Decía una canción de los Beatles, en un lenguaje políticamente incorrecto, The woman is the nigger of this world, la mujer es el negro en este mundo lo que significaba que a la mujer se le reservaban los peores trabajos, los que nadie quería hacer.
Desde tiempo inmemorial se convirtió a la mujer en el chivo expiatorio, en la culpable de todos los males del mundo. Se dio a la idea el respaldo de los filósofos, empezando por Platón, que hablaban de nuestra incapacidad intelectual, moral e incompetencia para controlar nuestras sensaciones y emociones.
Los mitos aportaban imágenes y personas hablando de las figuras de Pandora en el mundo griego y de Eva en la cultura judeocristiana; una fue la culpable de abrir la caja de los truenos mientras que la otra de comer una manzana prohibida. Fueron ellas las que por una curiosidad desenfrenada, inherente al género femenino, desobedecieron unas órdenes que supusieron la entrada del sufrimiento y la muerte en el género humano. De aquí que las mujeres tuvieran que estar sujetas para que no pudieran seguir cometiendo estas faltas que afectaban a todos. También en el mundo ajeno al judeo cristianismo el mal fue introducido por mujeres, en el hinduismo por las hijas del dios Mara: Avaricia, Ira y Lujuria.
Las mujeres, 'sujetas a los varones'
Este sentimiento de inferioridad femenina se defendió hasta casi nuestros días. En el cristianismo un decreto de Graciano del año 1140 sostiene que “las mujeres deben quedar sujetas a los varones pues el orden natural para la humanidad es que las mujeres sirvan a los varones y los niños a sus padres pues es justo que lo inferior sirva a lo superior”. Un pensamiento que corrobora el Papa Pío XI en la encíclica Casti Connubii de 1930 en la que afirma “que el grado de sumisión de la mujer al marido puede ser diverso” pero negarlo no es lícito.
El discurso de nuestra incapacidad dio pie a varios tipos de violencia. Como dice Fátima Mernissi, una musulmana marroquí, “los conceptos de honor y virginidad colocan el honor de un varón entre las piernas de una mujer” y para evitar esa pérdida de honorabilidad las mujeres fueron sometidas a un tipo de vestimenta que en algunos casos se asemejaba a una cárcel de tela. No tenemos más que ver las imágenes de las mujeres musulmanas en muchos países del mundo e incluso en Europa. También las religiosas católicas iban, y algunas van todavía, cubiertas de la cabeza a los pies con unos hábitos que han quedado obsoletos.
Dinámica de invisibilidad
Dentro de esta dinámica de invisibilidad, las mujeres tienen que ocultar su cabello pues cuando está suelto conlleva una connotación de poder. Las temidas Amazonas de la antigüedad llevaban la melena suelta y seguir su camino suponía para las mujeres entrar en una actuación disoluta. La frase española “se cortó el pelo“, significa cometer un atentado contra la modestia. Hoy, en algunos países musulmanes y en el judaísmo ortodoxo se exige que las mujeres antes de casarse se rapen la cabeza - esta secta judía las obliga a llevar peluca en la calle -, una costumbre que está muy extendida, y se llevó a cabo por muchas religiosas católicas, ignoro si perdura, antes de celebrar sus votos
No había tentaciones para los varones si las mujeres se mantenían recluidas en su casa, en harenes o conventos. Ya decía Sófocles que la mayor virtud de las mujeres era el silencio y no se debía escuchar sus voces pues, como las sirenas de Ulises, embaucaban a los hombres con su inmensa dulzura y musicalidad. Pablo se apunta a esta idea y dice en la epístola a los Corintios: “Las mujeres cállense en las asambleas que no les está permitido tomar la palabra”. Lo más curioso es que el ejemplo femenino por antonomasia en el catolicismo es María de Nazaret y se nos presenta como una mujer silenciosa a pesar de que en el Evangelio pronuncia más palabras que muchos apóstoles, palabras que se pueden incluso calificar de revolucionarias.
A las personas subordinadas, en este caso las mujeres, siempre se les niega el estudio para que no se revuelvan. Tan es así que en la mayoría de las religiones, que debían ser ejemplo de igualdad, se les ha dificultado la lectura de los textos sagrados y siempre queda la duda de si el motivo era su control pues resulta más fácil dominar al ignorante. En el cristianismo donde la Biblia está escrita en latín se limitó el acceso a las mujeres que no dominaban esa lengua, aunque la jerarquía nunca tuvo interés en que los laicos, varones o mujeres, hicieran una lectura por su cuenta pues perdía autoridad.
También se nos negó el acceso al templo
También se nos negó el acceso al templo, presuntamente, porque quedábamos impuras durante la menstruación o la cuarentena después del parto. María de Nazaret, después de alumbrar a Jesús tuvo que acudir al de Jerusalén para ser purificada y yo recuerdo a mi abuela contar una costumbre semejante que se llevaba cabo en su pueblo.
Todas estas trabas y connotaciones negativas hicieron que se aplicara la fuerza física para conseguir que las mujeres no se salieran de sus roles establecidos. Se encontraron unos chivos expiatorios entre las mujeres situadas fuera de las estructuras de la sociedad y por lo tanto no sujetas al poder masculino. Entre ellas las que vivían en el bosque y tenían un gran conocimiento de la medicina natural que combinaban con objetos religiosos y amuletos; de aquí, a la consideración de brujas sólo había un paso. Un auténtico best seller, publicado en 1484 y titulado Malleus Malificarum, Martillo contra las brujas y del que se hicieron sucesivas ediciones hasta el siglo XVII hablaba de la maldad de muchas mujeres que tenían connivencia con el diablo, lo que las detenidas confesaban después de ser torturadas. En España el juicio más famoso contra 18 brujas fue el de Zugarramundi, un pueblo del norte de Navarra, que en 1610 quemó a seis mujeres que se negaron a confesar sus culpas. De fama internacional fue el juicio de las brujas de Salem en 1693, aunque existieron muchos más en la América puritana que ahorcó a las que se declararon culpables.
Místicas del demonio
Las místicas siempre tuvieron que tener cuidado de que no se las achacara connivencia con el demonio tan es así que recurrieron a visiones de Dios, Jesucristo o María de Nazaret para que nadie pudiera refutarlas o declararlas heréticas pues de ellas no era la autoría. A pesar de todo muchas murieron en la hoguera como Margarita Porete por escribir un libro herético, El espejo de las almas simples, que hoy se considera un tratado espiritual profundo o como Juana de Arco que se atrevió a unirse al ejército vestida de varón.
Varias frases del relato de la creación del Génesis: no conviene que el varón esté sólo por lo que le daré un ayudante, creced y multiplicaos, hicieron pensar que las mujeres habían sido creadas exclusivamente para procrear y dar hijos a los varones ¿Pues qué otra ayuda podían prestar unas personas ignorantes, poco inteligentes e inmorales? No importaba el número de hijos que tuvieran, ni la salud de la madre pues tenía que cumplir su destino
Con esta historia heredada, vigente todavía en algunos países en el siglo XXI, no nos puede chocar que con la llegada del feminismo y las demandas de libertad femenina se haya exacerbado la violencia física que es el tema que trata este libro: las mujeres se están saltando los roles para los que han sido creadas. Hoy se conocen las vejaciones que sufren y han tenido que sufrir a lo largo de la historia pero me temo que durante los siglos pasados existían las mismas con la diferencia de que antes quedaban impunes. La maté porque era mía es una frase que estaba sustentada por una realidad, la mujer como un objeto de disfrute y esclavitud para el hombre.