(Vatican News).- "Dios y el mundo futuro", el libro-entrevista del Papa Francisco en conversación con el periodista vaticanista Domenico Agasso (Edición Piemme-LEV), llega el martes a las librerías
- Su Santidad, ¿cómo interpreta el "terremoto" que golpeó al mundo en 2020 en forma de coronavirus?
En la vida hay momentos de oscuridad. Con demasiada frecuencia pensamos que no nos pueden ocurrir a nosotros, sino sólo a otra persona, en otro país, quizá en un continente lejano. En cambio, todos acabamos en el túnel de la pandemia. El dolor y las sombras han atravesado las puertas de nuestros hogares, han invadido nuestros pensamientos, han atacado nuestros sueños y planes.
Así que hoy nadie puede permitirse el lujo de estar tranquilo. El mundo no volverá a ser el mismo. Pero es precisamente dentro de esta calamidad donde debemos captar esos signos que pueden resultar ser las piedras angulares de la reconstrucción. Las intervenciones no son suficientes para resolver las emergencias. La pandemia es una señal de alarma sobre la que el hombre se ve obligado a reflexionar. Este tiempo de prueba puede convertirse así en un tiempo de elecciones sabias y previsoras para el bien de la humanidad. De toda la humanidad.
¿Qué emergencias prevé usted?
No podemos seguir aceptando inertes las desigualdades y las alteraciones del entorno. El camino hacia la salvación de la humanidad pasa por el replanteamiento de un nuevo modelo de desarrollo, que sitúe como incuestionable la convivencia entre los pueblos en armonía con la Creación.
Consciente de que cada acción individual no queda aislada, para bien o para mal, sino que tiene consecuencias para los demás, porque todo está conectado. ¡Todo! Si cambiamos los estilos de vida que obligan a millones de personas, sobre todo niños, a pasar hambre; podremos llevar una existencia más austera que haga posible una distribución equitativa de los recursos. No significa disminuir los derechos de algunos para una equiparación a la baja, sino dar más y más amplios derechos a quienes no los tienen reconocidos y protegidos.
¿Distingue algún signo alentador?
Hoy en día ya están tratando de promover estas nociones y operaciones varios movimientos populares "desde abajo", pero también algunas instituciones y asociaciones. Tratan de concretar una nueva forma de ver nuestra Casa Común: ya no como un almacén de recursos que hay que explotar, sino como un jardín sagrado que hay que amar y respetar, mediante comportamientos sostenibles.
Además, hay una concienciación entre los jóvenes, sobre todo en los movimientos ecologistas. Si no nos ponemos "manos a la obra" y cuidamos inmediatamente la Tierra, con opciones personales y políticas radicales, con un giro económico hacia lo "verde" y dirigiendo los desarrollos tecnológicos en esta dirección; tarde o temprano nuestra Casa Común nos tirará por la ventana. No podemos perder más tiempo.
¿Qué opina sobre las finanzas y la relación con el gobierno?
Creo que si conseguimos sanearlo de la mentalidad especulativa dominante y restablecerlo con un "alma", según criterios de equidad, podremos entretanto aspirar a reducir la brecha entre los que tienen acceso al crédito y los que no.
Y si un día, no muy lejano, se dan las condiciones para que cada operador invierta siguiendo principios éticos y responsables, obtendremos el resultado de limitar el apoyo a las empresas perjudiciales para el medio ambiente y para la paz. En el estado en que se encuentra la humanidad, resulta escandaloso seguir financiando industrias que no contribuyen a la inclusión de los excluidos y a la promoción de los últimos, y que penalizan el bien común contaminando la Creación. Estos son los cuatro criterios para elegir qué empresas apoyar: inclusión de los excluidos, promoción de los últimos, bien común y cuidado de la Creación.
- Nos enfrentamos a una de las peores crisis humanitarias desde la Segunda Guerra Mundial. Los países están tomando medidas de emergencia para hacer frente a la pandemia y a una dramática recesión económica mundial. ¿Qué espera de los gobernantes?
Ahora se trata de reconstruir desde los escombros. Y esta carga pesa mucho sobre los que ocupan puestos de gobierno. En un momento de preocupación por un futuro incierto, por unos puestos de trabajo que corren peligro de perderse o se han perdido, por unos ingresos que cada vez son menos suficientes y por las demás consecuencias que la crisis actual trae consigo; es fundamental administrar con honestidad, transparencia y visión de futuro. Pero cada uno de nosotros, no sólo los gobernantes, estamos llamados a erradicar la indiferencia, la corrupción y la connivencia con el crimen.
- ¿En qué principio podemos inspirarnos?
Lo que está ocurriendo puede despertar a todo el mundo. Es hora de eliminar la injusticia social y la marginación. Si aprovechamos la prueba como una oportunidad, podemos prepararnos para el mañana bajo la bandera de la fraternidad humana, a la que no hay alternativa, porque sin una visión global no habrá futuro para nadie.
Poniendo en práctica esta lección, los líderes de las naciones, junto con los que tienen responsabilidades sociales, pueden guiar a los pueblos de la Tierra hacia un futuro más próspero y fraternal. Los jefes de Estado podrían hablar entre ellos, confrontarse más y acordar estrategias. Tengamos todos en cuenta que hay algo peor que esta crisis: el drama de desperdiciarla. No se sale igual de una crisis: o salimos mejor o salimos peor.
- ¿Con qué comportamiento desperdiciaríamos esta oportunidad?
Cerrándonos en nosotros mismos. En cambio, construyendo un nuevo orden mundial basado en la solidaridad, estudiando métodos innovadores para erradicar la arrogancia, la pobreza y la corrupción, todos juntos, cada uno por su parte, sin delegar ni desresponsabilizarnos, podemos curar la injusticia. Trabajar para proporcionar asistencia sanitaria a todos. Así, practicando y demostrando la cohesión, podremos levantarnos de nuevo.
- Concretamente, ¿por dónde se podría empezar?
Ya no es soportable que sigamos fabricando y traficando con armas, gastando enormes cantidades de capital que deberían utilizarse para curar a la gente, para salvar vidas. Ya no es posible fingir que no se ha instalado un círculo dramáticamente vicioso entre la violencia armada, la pobreza y la explotación insensata e indiferente del medio ambiente.
Es un ciclo que impide la reconciliación, alimenta las violaciones de los derechos humanos y obstaculiza el desarrollo sostenible. Lo que se necesita contra esta discordia planetaria que está cortando de raíz el futuro de la humanidad es una acción política basada en la armonía internacional. Fraternalmente unidos, los seres humanos son capaces de enfrentarse a las amenazas comunes, sin más recriminaciones mutuas contraproducentes, instrumentalización de los problemas, nacionalismo miope, propaganda de cierre, aislacionismo y otras formas de egoísmo político.
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