Nuevo libro de PPC, para ateos y creyentes Jesús Martínez Gordo habla sin tapujos de "Qué decimos cuando decimos Dios"
"El autor pone en evidencia la utilización pueril del concepto "Dios" por parte de los nuevos ateos"
"Aceptar el carácter evolutivo de la realidad es aceptar la trascendencia presente y operante en la realidad"
| Miguel Ramón Viguri Axpe
Resulta una tarea realmente imposible resumir o condensar todas las ideas y los argumentos que el autor expone en su obra, dada la cantidad (y la calidad) de los mismos. Incluso intentar resumir sus ideas más importantes es una ardua tarea, habida cuenta del breve espacio que debe ocupar una recensión.
Por ello intentaré, de forma más humilde, mostrar cuál es el sentido del planteamiento que realiza Jesús Martínez Gordo en su ensayo.
Lo primero que llama la atención en la obra es la clarificación del concepto “Dios” cuando lo usa un teísta o un deísta o un nuevo ateo. El significado de dicho concepto varía sustancialmente, incluso dentro de los mismos autores, conforme plantean la discusión en un ámbito o en otro. Jesús Martínez Gordo pone en evidencia, al menos, dos cosas: la primera, es la utilización anfibológica –y a veces pueril- del concepto “Dios” por parte de los llamados “nuevos ateos”; la segunda, es la radical desinformación de dichos ateos respecto a los desarrollos teológicos de los últimos 200 años (que poseen un grado de precisión conceptual y una articulación racional muy superiores a otro tipo de planteamientos tendentes a la negación de lo trascendente o lo divino).
Lo segundo que llama la atención es que el autor plantea el debate en el mismo “terreno de juego” que los nuevos ateos entienden que es –era- su feudo: el campo de la ciencia experimental. En este ensayo hay una importante labor de documentación, haciendo referencia a problemas y descubrimientos científicos que han cuestionado el paradigma materialista-mecanicista propio de la ciencia moderno-ilustrada (y que sigue vigente en muchos filósofos y científicos-filósofos bajo nuevas formas de positivismo cientificista). Me centraré en esta primera parte del libro, porque resulta de una lectura realmente apasionante, y por la novedad del enfoque (y su valentía a la hora de hablar sin tapujos de la consistencia racional o veritativa de la fe en un Dios creador).
Si hay algo que se desprende con claridad de los datos científicos expuestos en la presente obra –con mucho rigor y claridad, por cierto- es que el Universo es un sistema complejo y evolutivo, tanto a escala de lo muy pequeño, como de la evolución de la vida, como de la evolución del Cosmos a gran escala. Ese carácter dinámico, abierto y evolutivo, se sustancia en una serie de características o cualidades que han ido emergiendo de la base física precedente, pero que son irreducibles a la misma. Es decir, aceptar el hecho –comprobado- de la Evolución, implica aceptar que hay un cierto principio de trascendencia en la naturaleza, e incluso en la misma materia (“autotrascendencia activa”, lo llamaba Karl Rahner). Pero, evidentemente, este dato encaja racionalmente mejor con el teísmo que con el ateísmo, ya que, como agudamente preguntaba el profesor Gustavo Bueno: <<¿Cómo puede surgir algo nuevo, que no esté prefigurado, sin ser creado?>>. Aceptar el carácter evolutivo de la realidad es aceptar la trascendencia presente y operante en la realidad.
Dicha trascendencia, subraya Jesús Martínez Gordo, es racionalmente más acorde con la existencia de un Dios creador, que con el “azar” (que es lo mismo que contestar “porque sí”; que, en el fondo, es un “no sabemos ni queremos saber”). Lo racional y razonable en el campo de la ciencia es no renunciar a las preguntas y no renunciar a las explicaciones. Porque el científico y el filósofo, si lo son, buscan comprender, explicar…y para ello no basta con describir. Los datos empíricos son cuantificaciones de una realidad (arbitrariamente recortada) que no imponen un significado por sí mismos. De ahí que, como señala el autor, para explicar es necesario interpretar los datos empíricos, y ello no puede hacerse más que mediante discusión filosófica y teológica.
El autor incluye en su argumentación otros muchísimos datos físicos (como el principio antrópico), matemáticos (como la incompletitud de todos los sistemas formales), cosmológicos (como el ajuste fino de las constantes universales), antropológicos, etc. Es imposible resumir tanta información y, sobre todo, la elegancia de una argumentación tan equilibrada.
Lo único sensato es leer el libro del autor y disfrutar dejándole que nos plantee muchos más interrogantes de los que nosotros ya llevábamos a la hora de ponernos ante sus páginas (al mismo tiempo que nos ayuda a responder a muchos otros).