El rector de Comillas presenta 'La cultura del encuentro' (Sal Terrae) Julio Martínez sj: "En Cataluña hay un problema enorme de no darse cuenta de que el pueblo es muy plural"
(Jesús Bastante).- La "cultura del diálogo y del encuentro". Es una de las frases favoritas del Papa Francisco, como ideal para las relaciones interpersonales tanto dentro como fuera de la Iglesia. Julio Martínez sj, rector de Comillas, acaba de presentar un libro sobre esta idea clave del pontificado Bergoglio. La propuesta, explica, de "una serie de verbos como acoger, discernir, integrar, acompañar, incluir" que sirven como guía en temas tan diversos como los divorciados vueltos a casar o la crisis en Cataluña.
Hoy nos acompaña Julio Martínez, rector de Comillas. Bienvenido a tu casa.
Gracias.
Vienes a presentarnos un nuevo libro, editado por Sal Terrae, que pertenece al Grupo de Comunicación Loyola. Su título: "La cultura del encuentro. Desafío e interpelación para Europa".
La cultura del encuentro es una de las bases del pontificado del Papa Francisco, que no se cansa de hablar de la necesidad de promover esta cultura en un mundo en la era de la tercera guerra mundial a pedazos. Un mundo donde estamos globalizando la insolidaridad.
¿Estás de acuerdo en que esta cultura del encuentro es una base que hoy, como cristianos y como ciudadanos tenemos que promover?
Por supuesto. Creo que estamos con una necesidad vital y una urgencia absoluta de encontrar canales, puentes de diálogo y de encuentro entre personas, pueblos, culturas y religiones. Y el Papa entiende que, en gran medida, su ministerio como sucesor de Pedro tiene que ver con construir puentes y derribar muros. Así lo dicho en varias ocasiones.
Como todos los que seguimos al Papa y nos interesamos por lo que va diciendo y cómo lo va diciendo, hace poco percibí que había una expresión que aparecía repetidas veces en su discurso y que era "cultura del encuentro", que otras veces dice "Cultura del diálogo y del encuentro".
Al principio pensé que es una expresión que suena bien, que sirve para transmitir un mensaje de concordia y de solidaridad. Y me puse a investigar. Cual fue mi sorpresa cuando comprobé que esta expresión la viene usando el Papa, de una manera muy consciente y con desarrollos diversos, desde el año 99 cuando era arzobispo de Buenos Aires.
Tirando un poco del hilo y viendo como la ha usado y en qué contextos, me di cuenta de que ahí había mucha profundidad y de que, además, él se entiende como pastor en esas coordenadas.
¿Cómo defines esa cultura del encuentro en el proceso de Bergoglio/Francisco?
Es un proceso de una gran continuidad de fondo, porque la base espiritual y teológica permanece de algún modo dinámica, pero inalterada en sus elementos esenciales. Y el cambio está en que Francisco pasa a tener una repercusión universal como pontífice. Entonces, todo lo que dice el Papa o cómo lo dice, acaba teniendo un eco que cuando era arzobispo de Buenos Aires, por importante que fuese, no tenía.
Es verdad que en Latinoamérica, al estudiar las cosas, uno ve que cuando Francisco era el arzobispo Bergoglio tenía mucha ascendencia en el conjunto de Latinoamérica y en CELAM. Y en particular en Aparecida.
Claro, es uno de los grandes actores de Aparecida.
Aparecida desde Europa nos resulta más lejana, pero es cómo reflexiona la Iglesia latinoamericana en continuación con todas esas asambleas de Medellín, de Puebla, de Santo Domingo. Cómo reflexiona sobre los retos tremendos que tiene el continente, que es un continente católico pero atravesado por distintos males; injusticias, disgregación, sectas y por una falta, en algunas partes de la población, muy importante de compromiso social y con, todavía, una pobreza.
Cuando el Papa llega a Roma, se coloca el centro en otro lugar, se desplaza. Ya no es tanto Roma, sino que vira hacia Latinoamérica, y esa Aparecida que en Europa no había tenido repercusión, empieza a calar. Y no solo Aparecida, sino todo lo que sale de ahí. Y ahí está la espiritualidad de Bergoglio.
Sí. Pero a la influencia de Aparecida se añade un Papa que se ha ido formando en ese contexto latinoamericano y en un país como es Argentina, que también es muy diferente del resto de Latinoamérica.
Conozco un poco Argentina porque durante diez años he estado yendo a dar clase todos los veranos. Y aunque no lo conozco exhaustivamente, tampoco es para mí desconocido; tengo muchos amigos y bastante experiencia de vida allí.
Lo que pasa es que el Papa, una vez que llega a serlo y viniendo de Latinoamérica, le dice cosas a Europa que yo creo son de mucho valor para sus encrucijadas históricas.
He bebido mucho de esos discursos del Papa, y son gran parte de la estructura fundamental del libro junto con los documentos principales de este pontificado: la exhortación apostólica "Evangelii gaudium", la encíclica "Laudato si'" y, más recientemente, "Amoris laetitia", la exhortación apostólica post sinodal.
De la que nos hemos quedado en que solo habla de divorciados vueltos a casar, pero que habla de muchas otras cosas.
Por supuesto. Incluso en el capítulo 8, donde está este tema, se encuentran las claves de la cultura del encuentro. Porque en el libro tengo oportunidad de desarrollar, con bastante amplitud, cómo la cultura del encuentro pasa de una manera muy importante por una serie de verbos como acoger, discernir, integrar, acompañar, incluir...
Estos verbos el Papa los va utilizando cuando le habla a Europa, por ejemplo al recibir el premio Carlomagno. O en el discurso que pronunció la víspera del 60 Aniversario de los Tratados de Roma, ante todos los mandatarios de la Unión Europea. Para entonces el libro ya estaba cerrado, pero lo metí. Lo pedí a la editorial como un favor especial porque sé lo mucho que trastorna.
Ese discurso, para mí fue como lo que llamamos el epítome, la síntesis de la cultura del encuentro para Europa. Y por eso no podía dejar de mencionarlo. Ese discurso, que escuché en directo, es de esos discursos que uno recibe como agua que espera, como agua de mayo.
Sí. Yo tuve la misma sensación.
Para mí fue una confirmación, como diciendo: "creo que es bueno que haya escrito este libro tomando como base el pensamiento del Papa y el marco que él da, para poder pensar esta cuestión de la cultura del encuentro". Porque Europa está necesitada de una manera imperiosa de que le digan esto. Y de, evidentemente, después de que te lo digan, poner los medios para que se vea realizada.
Hay muchos programas que tiene Europa que son ejemplos de esa cultura del desencuentro que tú también abordas en el libro. Dedicas prácticamente un capítulo hablando de la crisis de los refugiados. Del drama, que en el fondo es acogida, egoísmo..., muchísimas cosas.
También hablas de España: hay un momento en el que hablas de la aplicación de "Evangelii gaudium" -ese primer gran documento sobre la cultura del encuentro- en nuestro país y en nuestra Iglesia. Utilizas cuatro frases que el Papa también da para nombrar cada uno de los capítulos, y que a mi me parecen muy sugerentes. Creo que forman parte de la mismo párrafo, incluso.
Él en "Evangelii gaudium" las desarrolla con mucha amplitud: dedica varios números a estos principios, que son frases. Y la clave aquí es la inculturación del Evangelio, que tiene que ver con el principio, sobre todo, de que la realidad es más importante que la idea.
La prevención es que el Evangelio no se convierta en una superestructura ideológica. Y esto ocurre cuando con el Evangelio hacemos una doctrina desconectada de la realidad, que no ayuda a las personas a seguir a Jesús. Que nos les ayuda a querer ser mejores desde el Evangelio.
A vivir, desde Jesús, su vida.
Y ahí es donde están los verbos estos de acoger, discernir, acompañar e integrar, que en una realidad como la del matrimonio y la familia tiene sus implicaciones. Pero otra aplicación es cómo pensar Europa hoy para que no sea un conjunto de países que solo tienen preocupación por sus intereses.
Que nos vale tanto para los divorciados vueltos a casar como para el tema de los refugiados, la ampliación de la Unión Europea, o el Brexit. Si cualquier problema lo planteamos desde esos tres verbos de acogida, integración y discernimiento, es muy distinto lo que puede salir que si lo hacemos desde posturas cerradas y de no escuchar al otro.
O de que como ya tengo todo lo que es la cosmovisión doctrinal adecuada, no tienes más remedio que ajustarte y que la realidad se ajuste a eso.
Ahí hay, entonces, un sentido muy profundo de cambio. No tanto de que cambie la doctrina sino la hermeneútica, el sentido del sujeto que tiene que ir interpretando desde sus propias circunstancias vitales, contextos, etc. Sujetos que somos tanto las personas como las comunidades. Porque en muchos temas tiene que ser la comunidad la que busque, no vale con que sea un individuo particular.
Los individuos somos los que después tenemos que dar respuesta, y plantearnos la preguntas en las cuestiones que nos afectan directamente. Pero evidentemente, muchas cosas nos trascienden como individuos.
Este es el sentido, que ahora es muy importante que ayudemos a transmitir. Yo, por ejemplo, estoy escribiendo un libro sobre el discernimiento de la conciencia y laboral a partir de como el Papa lo plantea en "Amoris laetita", porque me siento también con la obligación.
Además es un tema que forma parte de mi propio carisma. Soy jesuita y, por tanto, he vivido los ejercicios espirituales como el modo de la espiritualidad que me ha permitido conocer a Cristo, y también cómo vivir como hijo de la Iglesia. Y ahí, el discernimiento es capital, porque el discernimiento no es una licencia para hacer cualquier cosa. Es algo muy exigente, que tiene que ver con una espiritualidad de seguimiento concreto de Cristo.
Sí porque, a veces, este es un tema que los críticos plantean como una puerta abierta a cualquier cosa; religión a la carta, relativismo..., y no es así. Es todo lo contrario. El compromiso de poder tomar decisiones conscientes es muy grave. Muy duro.
Es muy exigente, de una exigencia racional, afectiva, espiritual y moral: el Evangelio es exigente, pero el Evangelio y Jesús no cierran las puertas a nadie para que puedan ir encontrando al Señor y realizando su vida hacia el bien y la verdad. Y cuando nosotros cerramos la puerta o el camino para eso, nos estamos separando de Jesús.
Dando una patada al Evangelio.
Y en esto, el Papa no tiene ninguna duda. Eso le ha llevado a cosas como cuando a la vuelta del viaje de México, que estaba lo de Trump, si lo elegían o no, le preguntaron y el Papa respondió: "uno que solo piensa en construir muros y no puentes, no puede ser cristiano".
Porque la clave de la cultura del encuentro respecto del Evangelio no es una cosa accesoria. Y, explorando un poco cómo el Papa ha trabajado esto, me he dado cuenta de que la contemplación de la encarnación de los ejercicios espirituales, está en base teológico-espiritual de cómo él entiende la cultura del encuentro. Y eso lo explico en un capítulo.
Ese tema tendría un gran libro sobre la relevancia de esos ejercicios espirituales en todo lo que está pasando en la Iglesia. Porque el hecho de que Francisco sea jesuita -de que tenga esa experiencia vital, no porque pertenezca a un equipo determinado- condiciona, evidentemente. Los que conocemos lo que significan los ejercicios espirituales de san Ignacio sabemos que contienen esa cultura del encuentro y este discernimiento profundo a través de la contemplación, de la oración y del silencio. Pero también del encuentro con el otro.
Definitivamente. También es verdad que el Papa ha tenido muchas experiencias que le han ido afectando en su vida, como sus años de arzobispo en Buenos Aires, que no han pasado en balde. Y es jesuita, pero muy abierto a otras cosas; es capaz de contar incluso, en categorías que muchas veces ni siquiera necesita decir si provienen de los ejercicios espirituales o esto lo ha vivido. No lo necesita porque ha habido una inculturación.
La fe también la recibimos en una tradición determinada, que en nuestro caso es la tradición ignaciana -que llamamos-. Y por supuesto, esa tradición es para el servicio a la Iglesia y no tiene ningún sentido como independiente o edificada frente a lo que es la fe cristiana. Y el Papa eso la ha sabido ir haciendo como pastor.
Creo que aquí la clave es que él está siempre buscando la manera de trasmitir su pensamiento y de ayudar a las personas. Porque la visión del pastor, creo, al final es la salus animorum; la salvación de las ánimas, de las personas. Es ayudar a las personas a que encuentren, en su propia situación, cómo responder al Señor.
Y caminando con ellas.
Es que no se puede hacer de otra manera. ¿Cómo vas a hacer eso sin acoger, acompañar e integrar? Porque al final, la gente pasa por estar acogida en una comunidad, por sentirse parte de la Iglesia, etc. Y ese es el corazón pastor que tiene el Papa, pero evidentemente muy troquelado por una tradición, que es la ignaciana.
En el libro también hablas de cómo se aplica la cultura del encuentro y cómo se está desarrollando esa cultura en la Iglesia española.
¿Eres optimista? ¿Crees que está calando esa cultura del encuentro en nuestra Iglesia? ¿Qué nos queda por hacer?
Nos queda mucho, seguro. Pero en todos los niveles y en todas las instituciones, por supuesto.
Pero sí estoy bastante esperanzado, porque el conjunto de los líderes, como principales de la Iglesia hoy, están en una sintonía clarísima y además muy sincera y muy de fondo, con todos estos planteamientos del Papa.
Después, las cosas no son a veces muy fáciles, pero yo creo que una de las cosas que hay rescatar de la cultura del encuentro y la importancia que el Papa le da al sentido del pueblo -pueblo de Dios y también desde el punto de vista más antropológico y social-, es que dentro de ese pueblo hay mucha diversidad. Y cuando vemos cosas como las que nos están pasando en Cataluña, que nos hacen sufrir a todos y por supuesto a la mayor parte de los catalanes, pienso que hay un problema enorme de no darse cuenta de que un pueblo es muy diverso y muy plural. Y de que hay que tratar de hacer cosas que incluyan a todos.
La cultura del encuentro, en este caso pide que busquemos fórmulas para que la mayor parte de la gente esté en una situación donde pueda desarrollarse. Y no se puede tener una libertad, ni una diversidad, ni una pluralidad bien fundada sin un marco de reglas para todos, donde aceptamos un modo de convivir y de respetar las instituciones básicas. Esto lo digo varias veces en le libro porque estoy absolutamente convencido, y también el Papa habla en varias ocasiones en este sentido, lo cito en el libro.
Eso, que el pensamiento político del mundo occidental ha desarrollado a fuerza de fracasos y de guerras, es una verdad tremenda. Y cuando se quiere hacer un pueblo de una parte del todo, estamos pervirtiendo el principio de que el todo es mayor que la parte. Es curioso cómo, desde una parte, se quiere a veces dar la vuelta a todo e imponer al conjunto. Así matamos la diversidad, el pluralismo y la libertad. Y para matar la libertad basta también matar la verdad.
Me explayo bastante sobre ese tema en el libro, porque libertad y verdad tienen que ir juntas. Vemos que cuando se quieren defender determinadas cosas, lo primero que se mata es la verdad. Y no hay prácticamente ningún reparo en mentir todo lo que se pueda.
En pro de un "supuesto" bien superior.
Por la causa que sea, de tipo político o de tipo religioso.
Pero el esquema es ese.
Pienso que flaco favor podemos hacer al Pueblo de Dios, pero también al conjunto de la sociedad, si queremos mostrar qué es lo que es más humano y más digno, cuando vemos esas categorías como monolíticas e indolentes.
Y como excluyentes.
Y como excluyentes a partir de una cosa: el sistema este que decimos del Estado de Derecho, del que la Constitución es la expresión fundamental y, precisamente, la que salvaguarda los derechos de todos. Y sobre todo los de los más débiles, que son los que antes padecen y los primeros que son arrebatados de su dignidad.
Y es la base también de la cultura del encuentro, que tendríamos que mirarlo muchísimo más.
Esto lo repito una cuantas veces, porque me da miedo. Por ejemplo, cuando trato en el capítulo 1 sobre la democracia, sus nuevas formas y las nuevas formas de política, creo que hay mucha buena intención. Pero también hay una posibilidad terrible, pero al final muy peligrosa, de que en base a unas afirmaciones de una democracia popular y de una participación, nos estemos cargando realmente la libertad y la diversidad.
Y este no es un pensamiento conservador; yo me considero una persona de orden pero de pensamiento crítico y progresista, de apoyar la libertad. Pero me da miedo, porque ves que esto no está apoyando a los pobres.
Que a los pobres los están utilizando para defender otra cosa que no son los pobres; que es un proyecto político, social, equis. Y es verdad que al final, las minorías que no se defienden son las que siempre padecen en los conflictos. Que como dices en el libro, no respeta la unidad ni la pluralidad.
Estamos en un mundo complicado, pero da alegría saber que hay reflexiones al respecto. Y que hay una realidad que está viviendo mucha gente abriendo un camino de encontrarnos, acoger, discernir e integrar. Y de crear puentes.
Y para mí de una manera particular estando como estoy liderando la Universidad Pontificia de Comillas, la Universidad Pontificia de Madrid. Todo esto visto en positivo, ante la gran dificultad del mundo y lo complicado de la situación que vivimos el conjunto del planeta, porque estos son cambios de época.
Y vertiginosos.
Una de las componentes que el Papa toma en "Laudato si" es la palabra "rapidación", que él no la ha inventado pero que permite hacerse consciente de que lo rápido que va todo forma parte de la dificultad.
Sí, porque hay que ofrecer respuestas mucho más rápido que antes y no hay mucho tiempo para pararse a reflexionar.
Y en la educación en general, pero en la de los universitarios, tenemos muchísimo que hacer, y a mí eso me ilusiona, claro.
Nos jugamos mucho. La cultura del encuentro sí que está cuajando en los jóvenes. El Papa siempre habla de la memoria y de los ancianos, pero entroncando en los jóvenes, porque ese valor también va a servir para construir futuro.
Son los jóvenes lo que tienen el futuro, pero también sobre ese encuentro intergeneracional, del que también hablas en el libro, que es sumamente importante, porque el tiempo es superior al espacio, que también lo comentas.
Y además, para vislumbrar y decidirse hacia el futuro, hace falta saber de dónde venimos: la memoria. Que no es una cosa de nostalgia del pasado sino algo que nos crea por dentro, nos da fuerzas, nos anima.
Ahí sí que tenemos una gran responsabilidad, porque parece que muchas cosas que tenemos adquiridas, como las libertades, han sido siempre así.
Por ejemplo, este último año he hablado bastante a mis estudiantes de lo que es la memoria de la Transición. De lo que allí hicieron y cómo se pusieron de acuerdo renunciando a sus propios intereses particulares, en muchos casos. No fue una situación perfecta ni eran seres angelicales, pero fueron capaces los políticos, la Iglesia, las organizaciones sociales, los sindicatos, etc, de pensar en el bien del país y de lo que iba a hacer a la sociedad desarrollarse. Y eso no lo podemos perder.
Reivindicar el acuerdo. Ceder en ciertas situaciones casi siempre es positivo, porque estás cediendo para construir algo entre todos.
Claro. Que no significa ceder en cosas esenciales, porque evidentemente uno no puede ceder en temas de dignidad humana o de cosas básicas.
Y luego hay otra componente, que para construir juntos no conviene perder la identidad que uno tiene. La identidad propia, lo que llama Adela Cortina "los máximos", es la que puede estar, continuamente, alimentando nuestro deseo de trabajar. Porque sin algo que nos alimente o nos oriente, no queremos ser ciudadanos. Ser cristiano en este sentido, es una gran fortuna también.
Nos has dado mucho en qué pensar. Esperemos que el libro sea un éxito y que alimente a muchos de esta reflexión, que es muy necesaria.
"La cultura del encuentro. Desafío e interpelación para Europa" de Julio Martínez, jesuita, rector de Comillas. Editado por el Grupo de Comunicación Loyola en el sello Sal terrae.
Muchas gracias, Julio.
A ti. Y espero que pueda interesar.
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Al principio pensé que es una expresión ["Cultura del diálogo y del encuentro"] que suena bien... pero esta expresión la viene usando el Papa desde el año 99
El Papa, una vez que llega a serlo y viniendo de Latinoamérica, le dice cosas a Europa que yo creo son de mucho valor para sus encrucijadas históricas
En el libro tengo oportunidad de desarrollar... cómo la cultura del encuentro pasa... por una serie de verbos como acoger, discernir, integrar, acompañar, incluir...
La preocupación del Papa es que el Evangelio no se convierta en una superestructura ideológica. Y esto ocurre cuando con el Evangelio hacemos una doctrina desconectada de la realidad
El discernimiento no es una licencia para hacer cualquier cosa. Es algo muy exigente, que tiene que ver con una espiritualidad de seguimiento concreto de Cristo
El Evangelio es exigente, pero el Evangelio y Jesús no cierran las puertas a nadie para que puedan ir encontrando al Señor y realizando su vida hacia el bien y la verdad
La contemplación de la encarnación de los ejercicios espirituales está en base teológico-espiritual de cómo el Papa entiende la cultura del encuentro
el conjunto de los líderes, como principales de la Iglesia hoy, están en una sintonía clarísima... con todos los planteamientos del Papa
Una de las cosas que hay rescatar de la cultura del encuentro y la importancia que el Papa le da al sentido del pueblo... es que dentro de ese pueblo hay mucha diversidad
Vemos que cuando se quieren defender determinadas cosas, lo primero que se mata es la verdad
Flaco favor podemos hacer al Pueblo de Dios, pero también al conjunto de la sociedad, si queremos mostrar qué es lo que es más humano y más digno, cuando vemos esas categorías como monolíticas, indolentes y excluyentes
Para vislumbrar y decidirse hacia el futuro, hace falta saber de dónde venimos: la memoria. Que no es una cosa de nostalgia del pasado sino algo que nos crea por dentro, nos da fuerzas, nos anima